miércoles, 20 de julio de 2011

Fallas de obras hidráulicas: la represa de Anillaco

Rotura de la represa de Anillaco. Foto: Panoramio

Parecía una inmensa torta con la cicatriz de una gran porción arrancada por la fuerza. La noche del 16 de julio de 2000, la represa habilitada hacía menos de un año y cuya construcción tardó 14 años, cedió en el extremo sur del paredón principal. Liberando los 500 millones de litros de agua acumulados, que salieron disparados hacia el sector menos habitado, para fortuna de los 1000 habitantes que residen en Anillaco. De lo contrario, habría quedado bajo la piedra y el lodo.

El daño, sin embargo, estaba a la vista: construcciones edificadas a un metro y medio de altura con su base arrancada de cuajo, automóviles incrustados en el barro, parrales de fincas ovillados entre alambres y postes y tramos de rutas intransitables. No hubo víctimas graves, aunque fueron hospitalizadas algunas personas con lesiones leves.


Las calles laterales de la residencia particular del ex presidente Carlos Menem, La Rosadita, amanecieron plagadas de lodo y ramas. Lo mismo sucedió en la bodega donde se elaboran los vinos Menem y en el Crilar (Centro Regional de Investigaciones La Rioja), dependiente del Conicet.

La pecera de oro
La historia de la malograda represa se remonta a la época en que Menem era gobernador de La Rioja. Se comenzó a construir en el año 1983 y para ello se contrató los servicios de la empresa Maciel. El titular de la firma, Luis Maciel, fue secretario de Obras Públicas en aquella administración y funcionario de Gas del Estado durante la primera presidencia de Menem.

El proyecto incluía la obra civil, en la base de la cadena del Velasco, y la hidráulica, cinco kilómetros más arriba, en la zona de las cuencas.

"La pecera de oro", la llamaban en La Rioja por ser una de las obras hídricas más costosas que hubo, donde el gobierno provincial analizó la posibilidad de instalar un criadero de truchas.

La represa debió concluirse en abril de 1990. Ya por entonces, el Ministerio de Hacienda local ordenó una investigación por las diferencias surgidas entre las certificaciones emitidas y las tareas ejecutadas. "No sé si tanto", dijo el gobernador Maza cuando el diario La Nación le preguntó si la represa había costado alrededor de 15 millones de pesos.

Un empleado de la empresa constructora comentó: "... la culpa de las interrupciones la tuvieron las máquinas que se rompían a cada rato... Por otro lado, tampoco hacían nada los inspectores del gobierno que venían para supervisar la obra; creo que les convenía que se prolongara la ejecución".


Foto: Panoramio

El embalse era de grandes dimensiones: 900 metros de largo por 600 de ancho. La represa estaba construída con una membrana de PVC, de 1,4 milímetros de ancho, recubierta por hormigón de 5 centímetros para lo que se utilizaron más de 30.000 bolsas de cemento.

Con una capacidad para almacenar 1.000.000 de metros cúbicos de agua. Parte de ese volumen bajaba por la montaña mediante caños de PVC de un metro de diámetro.

Ya no tiene agua, pero las huellas muestran que llegaba hasta el borde mismo de la superficie. La porción de paredón que cedió alcanza los 70 metros de ancho por 25 de alto.

"Está mal construida"; "era una bomba de tiempo y no nos escucharon"; "nunca debió hacerse ahí, casi encima del pueblo"; fueron las frases repetidas en voz baja por los pobladores. Los vecinos afirman que habían avisado sobre filtraciones en los muros de la represa.

Imagen satelital donde se aprecia la rotura y el camino seguido por la corriente

Después de la falla, una damnificada por el torrente, Yoli, dijo que: "Hace un mes que le advertimos al intendente (del Departamento Castro Barros, Ramón Cativas) que soltara agua porque estaba muy lleno".

El funcionario dijo que se advirtió a la Administración Provincial del Agua "sobre algunas irregularidades que nosotros creíamos que se debían investigar", aunque no las describió.

El ingeniero Luis Vergara, titular de la Administración Provincial del Agua, dijo que había recorrido la presa la semana anterior al siniestro, y que "estaba todo totalmente controlado, no había signos visibles de daño sobre la integridad del embalse", y estimó que podría haber fallado la membrana plástica que lo impermeabiliza. Pero eso lo determinarán los peritajes por realizarse.

Vista de los cerros a través de la rotura de la represa. Foto: Panoramio

Alfredo Córdoba es el "tomero" (encargado de cierres, aperturas y distribución) del agua de Anillaco. Así como muchos pobladores prefieren no dar nombres ante la requisitoria periodística, Córdoba no huyó al diálogo y comentó: "En la represa ingresaban tres fuentes de agua: la que proviene de las vertientes del cerro, la que se extrae de pozos subterráneos reactivados y la de lluvia, muchísima últimamente. Tiene un desagüe que trabaja permanentemente como válvula de escape".

Como no es época de riego, muchos regantes del pueblo depositaban en la represa sus horas de agua para poder usarlas en el verano, lo que aumentó notablemente el caudal.

Pero había otros, que Córdoba identifica lacónicamente como "ellos", que le ordenaban que toda el agua fuera a parar la represa. "Lo que debía llenarse en tres años lo hicimos en nueve meses", dijo el 'tomero', para quien el embalse no tenía filtraciones y que aún no se explica la razón de la rotura.

Una damnificada, Susana Kukulis, escribió: "Si retrocedemos y traemos a nuestras mentes lo acontecido nos daremos con aquel domingo 16 de julio del año 2000. Eran las 19:15 y la tarde fría de invierno declinaba tras el horizonte. Todo estaba en calma. Pero el muro de contención de la represa de Anillaco cedía a la presión y más de 500 millones de litros de agua se abrían paso entre plantaciones y viviendas".

"Dos rutas, la nacional Nº 75 y la provincial Nº 10, eran seccionadas por las aguas que descendían y avanzaban con furia incontrolable, arrastrando todo lo que encontraban a su paso. La masa líquida era imposible de frenar. Y allí estabamos nosotros (cinco ocupantes) en aquel Peugeot 106 color verde que era arrastrado por la corriente turbulenta. En el aire flotaba la tragedia. Era como una densa niebla que todo lo cubría. Se vivieron momentos de gran tensión de angustia, de desesperación, de llantos. De ese desastre, nadie asumió responsabilidades. Todo quedó en el "olvido". Pero aún late el interrogante ¿por qué se produjo?"

Fuentes:
La Nación, 24/07/2000, El día que desbordó la represa.
El Independiente, 31/12/2000, "A cinco años del desborde de la represa de Anillaco".

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