El siguiente trabajo recibió una mención especial en el
último Concurso Provincial de Periodismo Rodolfo Walsh, llevada a cabo por el
CISPREN.
por Adrián Camerano
1 Alta Gracia
“vende” a los foráneos su marca de fábrica, una tranquilidad jesuítica.
Conservadora, con ínfulas aristocráticas y elitistas, la ciudad del Tajamar
esconde una “bomba” ambiental, consecuencia de un capitalismo incompatible con la Ecología y los Derechos
Humanos. Aunque algunas permanecen invisibilizadas y rara vez se las piensa en
conjunto, casi una decena de problemáticas ambientales inciden sobre la vida
cotidiana de sus 50 mil habitantes, en las calles que vieron crecer a Ernesto
Guevara. Hay movilización y participación vecinal; falta -lo admite hasta el
propio Intendente delasotista- un abordaje efectivo e integral.
2 Que todos tenemos
derecho a vivir en un ambiente sano es sabido, y está largamente consagrado por
variopinta normativa, de la Constitución Nacional
a las leyes municipales. Que entre nosotros existe mayor conciencia ambiental,
es evidente. Y que la cuestión suma cada vez mayor peso en la agenda pública,
está fuera de discusión. Empero, en general se desconocen y muy rara vez se
ponderan de manera conjunta los focos de problemáticas ambientales que
atraviesan a la ciudad y que afectan a absolutamente todos lo que la habitan.
Son nueve, nada menos, y están acá nomás, a la vuelta de la esquina.
Foco 1, basural: residuos, plagas y humo tóxico
“Pasen. Está frío, no pudimos abrir la ventana en toda la
semana, así que ahora, ¡a ventilar!”. La humilde casa de Valeria Salgado está
en el postergado barrio La Perla ,
al sudoeste de la ciudad. Se trata del sector más afectado por un basural que
lleva tres décadas de residuos acumulados, plagas y humo tóxico. Moliendas y
fumigaciones con agrotóxicos también han hecho lo suyo en la salud de la
población.
Alto costo el de esos más de 30 años tirando allí la basura
ciudadana. Conforme aumenta la población, engorda la producción de residuos y
crece la capa de restos depositados.
Alto, el costo. No en dinero, más allá de los miles de pesos
que se pagan por mes al dueño del predio. El asunto excede al vil metal: se
trata de la salud. Aunque en enero el basural se cerró, el saneamiento sigue
pendiente, y el enterramiento mantiene una capa de residuos de 15 metros de profundidad.
“En nuestros patios las ratas pasan como por su casa”
grafica Salgado, sin originalidad pero la firmeza de haberlo visto, de haberlo
padecido. La mayor parte de los habitantes del barrio La Perla (y no sólo) ha
padecido afecciones respiratorias y dermatológicas. Durante 2012, un sinfín de
incendios en el predio cubrió de humo a la ciudad y a las localidades aledañas,
que también tiraban allí sus desperdicios. Los focos motivaron denuncias
penales, sin resultados. La población sospecha del fuego intencional como
agente reductor de residuos; todas las miradas apuntan al mismo lado.
La situación se tornó tan difícil de sostener, que un año atrás
el fuerte reclamo vecinal llevó al propio intendente Walter Saieg a prometer el
cierre del predio y la compra de tres camiones recolectores. El jefe comunal
cumplió, pero el panorama sigue siendo grave: no hay en el sector relevamientos
serios acerca del estado actual de la población expuesta al foco, y menos un
plan sanitario integral, que permita un abordaje sanitario. Además, brilla por
su ausencia el prometido vallado perimetral, y hay furtivos que siguen tirando
ahí la basura que producen. Que, a veces, no son dos bolsitas hogareñas, sino
kilos de residuos que devienen de actividades bien alejadas de la filantropía.
Foco 2, moliendas: blancas pero no radiantes
En el mismo sector sudoeste de la ciudad (comprende los
barrios Liniers, La Perla ,
Don Bosco y Villa Oviedo) las moliendas generan trabajo, si, y un molesto
polvillo blanco, difícil de asimilar. Por supuesto, no hay volcanes activos en
la zona, pero habitantes, flora y fauna viven cubiertos de un manto ceniciento,
y no han encontrado eco los pedidos vecinales para que Salud Pública realice
estudios sanitarios. “Llevamos años reclamando, en nuestro barrio hay mucho
cáncer y se nos mueren los vecinos” cuenta, con el aplomo de la experiencia,
Amalia Martín, dirigente histórica del barrio Liniers. Hay casos de “problemas
de vista, eczemas, psoriasis y hasta cáncer”, relata, insiste en que “no
queremos que cierren las moliendas” y pide “que se atienda la salud”.
A diario una nube de “humo” blanco permite distinguir desde
lejos a ese sector de la ciudad. Pero la problemática no es privativa de la
zona, ya que en pleno centro se erradicó un emprendimiento similar, y las
adyacencias jamás se sanearon.
Foco 3, fumigaciones: enfermos por el "oro verde"
El daño ambiental y sanitario vinculado a las aplicaciones
con agrotóxicos en Alta Gracia tuvo un hito casi un año atrás, en julio. Los
vecinos de barrio Parque San Juan amenazaron con cortar la ruta 5 y forzaron al
Estado Municipal a tomar cartas en el asunto, tras décadas de padecer en su
propio cuerpo las devastadoras consecuencias del glifosato, el 2-4d y otros
químicos inoculados de manera aérea y terrestre. La insuficiente ordenanza
8021, que regulaba las aplicaciones, fue reemplazada por un proyecto de la Intendencia que alejó
las fumigaciones a 1500
metros de la ciudad. La norma fue aprobada pese a que
cientos de vecinos salieron a la calle reclamando vivir en una ciudad “libre de
agrotóxicos”.
Duros, los vecinos de Parque San Juan. Quizás porque han
visto cómo les nace un bebé malformado, o porque recuerdan a ese familiar que
trabajaba en el campo, y ya no está. La zona de fumigación está pegada al
barrio; sólo un alambre los separa. Aunque por ahora allí no se aplica, durante
años los humildes pobladores de la zona vieron pasar avionetas y “mosquitos”
que desparramaban el veneno, sin problemas.
Nadie les saca a esos vecinos las dudas acerca de la
aplicación de la nueva norma, la incertidumbre por las acciones judiciales que
han interpuesto los productores y la
preocupación por los depósitos con agrotóxicos, en pleno casco urbano. Médicos
del Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba han relevado el
barrio y detectado que nada menos que la mitad de los pobladores aledaños al
campo padece algún tipo de patología. “En ese primer relevamiento encontramos,
por ejemplo, muchas enfermedades respiratorias” detalla la doctora María Teresa
Serra, quien junto a Cristina Arnulphi viene trabajando el tema en otras
localidades, como Morrison. Sin academicismos, el vecino Ezequiel López celebra
la mayor conciencia vecinal, y advierte: “Acá se trata, simplemente, de
preservar la vida”.
El cordón periférico ha padecido fumigaciones sostenidas,
principalmente desde los 90 hasta la actualidad. Las derivas, sin embargo,
extienden el drama a toda la ciudad.
Foco 4, Las canteras: están que explotan
El uso de explosivos para extraer materiales de las sierras
genera consecuencias ambientales, vinculadas a la contaminación sonora y la
degradación del medio ambiente. De lo irrecuperable que resulta lo segundo no
quedan dudas, máxime en una zona de vital importancia en tanto reserva de agua
dulce y flora y fauna nativa. A diario se escuchan testimonios de vecinos
alarmados por explosiones que resuenan, allá en la sierra. En 2012 se propuso a
la Municipalidad
“buscar y localizar las explosiones” y analizar si hay medidas de seguridad.
¿Respuestas oficiales? Ninguna.
La antigua y sistemática práctica extractivista generó años
atrás daños severos en viviendas asentadas en los barrios más cercanos al
centro, con rajaduras de paredes, techos y cisternas. El miedo sigue vigente, y
los afectados piden que las explosiones se conviertan en implosiones. Aunque
algunas fueron clausuradas varias veces por estar fuera de toda regla, las
canteras siguen en la suya, con el agravante de que para algunas personas
significan su única fuente laboral posible.
“Yo vendí todo y compré esta casa de piedra para un proyecto
turístico. ¿A vos te parece que puedo traer a alguien acá?” se pregunta e
interpela Jorge Mascó, uno de los autoconvocados, quien reside en un lugar de
ensueño. La zona es reserva de bosque nativo y de generosos manantiales, aunque
la cantera que explota serpentinita se ha convertido en su peor pesadilla.
El sector involucrado por esta actividad degradante del
medio ambiente y la calidad de vida comprende a los barrios Liniers, Tiro
Federal y Piedra del Sapo, y al valle de Buena Esperanza. Cerros cortados al
medio y abandonados en buena parte de la periferia altagraciense hablan por sí
solos.
Foco 5, Los arroyos: devuelvan el agua
El uso inapropiado de los cursos de agua y la ocupación del
espacio público son una constante en los arroyos que surcan la ciudad. Los
vecinos nucleados en Todos por Nuestros Arroyos llevan adelante una sostenida
campaña de concientización, más afirmados en sus propias convicciones que en el
pobre apoyo logrado desde distintos entes oficiales.
Bombas, alambrados y “diques” son una constante en los
cursos de agua aledaños. Además de exigir respuestas al Estado -entre otras
acciones- Todos por Nuestros Arroyos reclama por el saneamiento de las lagunas
sanitarias, realiza intervenciones públicas, difunde y capacita. En diciembre,
cerca del Primer Paredón jesuítico, el barrio cerrado Potrerillo de Larreta
alambró un arroyo. Justo donde meses antes se había recuperado el espacio
público, dentro de las líneas de ribera, y con autorización del Superior
Tribunal de Justicia de la
Provincia , nada menos.
La lucha -está visto- es larga. Pero parece no haber Goliats
que amedrenten a estos vecinos organizados.
Foco 6, Las lagunas sanitarias: prohibido nadar
Aunque se están ampliando, las siempre postergadas lagunas
sanitarias no dan abasto, y significan además un foco de infecciones y olores
difíciles de olvidar. “Se va a comenzar con la construcción de un cuarto
módulo” precisó Ennio Mazzini, presidente de la cooperativa que maneja el agua
y las cloacas de la ciudad. “Estas obras se hacen con los fondos que aporta la Cooperativa al Consejo
de Infraestructura” dice, y se sincera: “La prioridad uno es dejar de
contaminar el arroyo”.
“A confesión de partes, relevo de pruebas” reza un adagio
leguleyo. Por el tema hasta hubo una presentación judicial del jefe comunal de
Anisacate, Ramón Zalazar. El mayor perjuicio es la contaminación sobre el
arroyo Chicamtoltina, y los insoportables olores en los barrios Don Bosco, San
Martín, 25 de Mayo, Residencial El Crucero y Parque San Juan.
Foco 7, Microbasurales: poderosos los chiquitines
En el predio municipal de más de treinta hectáreas aledaño
al basural, una decena de cavas clandestinas alberga desde autos viejos hasta
pilas de basura, pasando por lavarropas oxidados y animales muertos.
Funcionarios municipales y vecinos recorrieron la zona y hasta encontraron una
soga colgada de un árbol, en la que manos desaprensivas ajustician animales
domésticos. Para los políticos, todo era nuevo; los vecinos viven a diario esa
realidad.
“Acá los chicos venían a jugar, esta es una cantera
abandonada que tiene una vertiente. Mirá ahora” señala Roberto Gómez, del
barrio La Perla ,
y mira la invasión de chatarra. Se proyecta en el predio una reserva natural,
pero son sólo anuncios, al menos por ahora. Los microbasurales afectan a toda
la ciudad: el cierre del basural mayor potenció la aparición de otras cavas, de
tamaños diversos, en varios sectores de Alta Gracia.
Foco 8, Cartonera clandestina: contaminando la sierra
Un emprendedor al que se le quemó su cartonera sería el
protagonista principal de una historia de terror, la de una recicladora
enclavada en plena sierra, justo al lado del basural. Allí, a simple vista se
divisan cartones, nylons, bolsas de polietileno por doquier y animales
pastando. También un semi abandonado, y precarias instalaciones, como refugios.
El emprendimiento irregular motivó una denuncia ante
Ambiente de Córdoba, y una multa por parte de la oficina municipal que comanda
el licenciado Diego Ferrari. El riesgo de incendio siempre está latente, en un
sector con pastos secos y arbustos bajos ideales para un fuego que puede tener
consecuencias impredecibles.
Foco 9, antenas: relocalizenlas
Las antenas telefónicas emplazadas en el espacio público preocupan
a residentes en la zona. El tema no es nuevo: ya en 2004 generó movilización,
reclamos al entonces intendente Mario Bonfigli y hasta una denuncia judicial. La Municipalidad avanzó
y suscribió un contrato a precio vil, 40 mil pesos en diez años, apenas 333
pesos por mes por la ocupación del espacio público. El acuerdo vence en 2014,
pero los “Vecinos Unidos por la
Reubicación de las Antenas Telefónicas de Alta Gracia”
quieren una solución de fondo. Y ya.
Entre otras acciones, llevan adelante un relevamiento
epidemiológico que arrojó resultados provisorios, y alarmantes. En sólo un día
relevaron un 28 % del barrio Sabattini, 83 casas de las cuales el 53 %
registra enfermos crónicos. De ese porcentaje, un 64 % asegura haberse enfermado
en los últimos 8 años: el tiempo exacto que la erecta antena lleva emplazada en
ese lugar. “Son datos irrefutables” considera Néstor Orlando, integrante del
grupo, mientras su par Matías Kosutta cuenta que “comenzamos cuando detectamos
doce casos de cáncer a 300
metros de las antenas”.
Los vecinos pidieron al intendente Walter Saieg que se
reubiquen las antenas. “La
Municipalidad tiene el deber público y ético de reubicarla”
aseveró el abogado Jorge Michalópulos, vecino de la zona, quien se pronunció
por “lograr una triangulación”.
Aunque recientemente se legisló para pedir estudios de
impacto ambiental a las nuevas estructuras portantes que se instalen en la
ciudad, los vecinos exigen que se aplique el principio precautorio, como con
las fumigaciones. “Frente a la duda sobre perjuicios a la salud o al medio
ambiente, deben preservarse los anteriormente nombrados” sostienen. El problema
afecta a barrios del norte, aunque no sólo: a la Fundación Mamma
Silvia, sobre la ruta C-45 Sur, le preocupa la antena de telefonía emplazada en
el vecino Aeroclub.
En Unquillo, en tanto, tras diez años de lucha los vecinos
lograron la relocalización. Y en el Congreso Nacional se está discutiendo un
proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos de Prevención y Control de la Contaminación
Electromagnética. Todos argumentos que refuerzan la posición
de los vecinos movilizados, que suman adhesiones y van por la definitiva
reubicación. Dos semanas atrás, una delegación de la Comisión Nacional
de Comunicaciones (CNC) realizó mediciones en pleno centro y en la periferia.
Quién los convocó, es un misterio.
Asuntos pendientes
En materia ambiental, rimbombantes anuncios y hasta
ordenanzas vigentes en Alta Gracia están lejos de convertirse en realidad. La
separación de residuos en el lugar de origen, la eliminación gradual de las
bolsas de plástico y los estudios de muestra de sangre en los barrios
periféricos que desde hace tres años se prometen desde el Estado son sólo
algunas muestras de los asuntos pendientes en la materia. También la fantasmal
comisión investigadora por el escaso caudal de los arroyos, de única y efímera
reunión.
Años de abandono, un crecimiento demográfico sin
planificación y medidas paliativas y cosméticas conforman un combo peligroso,
funcional a la resistencia a abordar el tema de fondo: una realidad social
profundamente desigual.
Con especial fuerza, en el último tiempo situaciones
puntuales en diferentes sectores de Alta Gracia motivaron alertas vecinales de
diverso tipo, reclamos todos vinculados al derecho a vivir en un lugar sano.
Aún a pesar de algunos medios de prensa, y sólo apuntalados por diversas formas
de comunicación ciudadana y comunitaria, cada tema tuvo su cuota de
visibilidad, participación y exigencia a los Estados.
Es innegable que muchos vecinos se apropiaron del derecho e
iniciaron acciones para hacerlo valer. Planes a mediano y largo plazo no
sobran; proyectos integrales, menos. Las respuestas oficiales -cuando las hubo-
tendieron más a mitigar el reclamo que a proponer respuestas de fondo nacidas
de la participación y el debate comunitario.
Los vecinos, en tanto, ya optaron por comprometerse para
cambiar la realidad.
Adrián Camerano es periodista y director del Diario “El Argentino” - Edición Córdoba.
Fuente:
Alta Gracia, una “bomba” ambiental, 20/06/13, ECOS Córdoba.
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