viernes, 21 de junio de 2013

Alta Gracia, una “bomba” ambiental

El siguiente trabajo recibió una mención especial en el último Concurso Provincial de Periodismo Rodolfo Walsh, llevada a cabo por el CISPREN.

por Adrián Camerano

1 Alta Gracia “vende” a los foráneos su marca de fábrica, una tranquilidad jesuítica. Conservadora, con ínfulas aristocráticas y elitistas, la ciudad del Tajamar esconde una “bomba” ambiental, consecuencia de un capitalismo incompatible con la Ecología y los Derechos Humanos. Aunque algunas permanecen invisibilizadas y rara vez se las piensa en conjunto, casi una decena de problemáticas ambientales inciden sobre la vida cotidiana de sus 50 mil habitantes, en las calles que vieron crecer a Ernesto Guevara. Hay movilización y participación vecinal; falta -lo admite hasta el propio Intendente delasotista- un abordaje efectivo e integral.

2 Que todos tenemos derecho a vivir en un ambiente sano es sabido, y está largamente consagrado por variopinta normativa, de la Constitución Nacional a las leyes municipales. Que entre nosotros existe mayor conciencia ambiental, es evidente. Y que la cuestión suma cada vez mayor peso en la agenda pública, está fuera de discusión. Empero, en general se desconocen y muy rara vez se ponderan de manera conjunta los focos de problemáticas ambientales que atraviesan a la ciudad y que afectan a absolutamente todos lo que la habitan. Son nueve, nada menos, y están acá nomás, a la vuelta de la esquina.

Entre nosotros, aunque a veces se mire para otro lado.

Foco 1, basural: residuos, plagas y humo tóxico
“Pasen. Está frío, no pudimos abrir la ventana en toda la semana, así que ahora, ¡a ventilar!”. La humilde casa de Valeria Salgado está en el postergado barrio La Perla, al sudoeste de la ciudad. Se trata del sector más afectado por un basural que lleva tres décadas de residuos acumulados, plagas y humo tóxico. Moliendas y fumigaciones con agrotóxicos también han hecho lo suyo en la salud de la población.

Alto costo el de esos más de 30 años tirando allí la basura ciudadana. Conforme aumenta la población, engorda la producción de residuos y crece la capa de restos depositados.

Alto, el costo. No en dinero, más allá de los miles de pesos que se pagan por mes al dueño del predio. El asunto excede al vil metal: se trata de la salud. Aunque en enero el basural se cerró, el saneamiento sigue pendiente, y el enterramiento mantiene una capa de residuos de 15 metros de profundidad.

“En nuestros patios las ratas pasan como por su casa” grafica Salgado, sin originalidad pero la firmeza de haberlo visto, de haberlo padecido. La mayor parte de los habitantes del barrio La Perla (y no sólo) ha padecido afecciones respiratorias y dermatológicas. Durante 2012, un sinfín de incendios en el predio cubrió de humo a la ciudad y a las localidades aledañas, que también tiraban allí sus desperdicios. Los focos motivaron denuncias penales, sin resultados. La población sospecha del fuego intencional como agente reductor de residuos; todas las miradas apuntan al mismo lado.

La situación se tornó tan difícil de sostener, que un año atrás el fuerte reclamo vecinal llevó al propio intendente Walter Saieg a prometer el cierre del predio y la compra de tres camiones recolectores. El jefe comunal cumplió, pero el panorama sigue siendo grave: no hay en el sector relevamientos serios acerca del estado actual de la población expuesta al foco, y menos un plan sanitario integral, que permita un abordaje sanitario. Además, brilla por su ausencia el prometido vallado perimetral, y hay furtivos que siguen tirando ahí la basura que producen. Que, a veces, no son dos bolsitas hogareñas, sino kilos de residuos que devienen de actividades bien alejadas de la filantropía.

Foco 2, moliendas: blancas pero no radiantes
En el mismo sector sudoeste de la ciudad (comprende los barrios Liniers, La Perla, Don Bosco y Villa Oviedo) las moliendas generan trabajo, si, y un molesto polvillo blanco, difícil de asimilar. Por supuesto, no hay volcanes activos en la zona, pero habitantes, flora y fauna viven cubiertos de un manto ceniciento, y no han encontrado eco los pedidos vecinales para que Salud Pública realice estudios sanitarios. “Llevamos años reclamando, en nuestro barrio hay mucho cáncer y se nos mueren los vecinos” cuenta, con el aplomo de la experiencia, Amalia Martín, dirigente histórica del barrio Liniers. Hay casos de “problemas de vista, eczemas, psoriasis y hasta cáncer”, relata, insiste en que “no queremos que cierren las moliendas” y pide “que se atienda la salud”.

A diario una nube de “humo” blanco permite distinguir desde lejos a ese sector de la ciudad. Pero la problemática no es privativa de la zona, ya que en pleno centro se erradicó un emprendimiento similar, y las adyacencias jamás se sanearon.

Foco 3, fumigaciones: enfermos por el "oro verde"
El daño ambiental y sanitario vinculado a las aplicaciones con agrotóxicos en Alta Gracia tuvo un hito casi un año atrás, en julio. Los vecinos de barrio Parque San Juan amenazaron con cortar la ruta 5 y forzaron al Estado Municipal a tomar cartas en el asunto, tras décadas de padecer en su propio cuerpo las devastadoras consecuencias del glifosato, el 2-4d y otros químicos inoculados de manera aérea y terrestre. La insuficiente ordenanza 8021, que regulaba las aplicaciones, fue reemplazada por un proyecto de la Intendencia que alejó las fumigaciones a 1500 metros de la ciudad. La norma fue aprobada pese a que cientos de vecinos salieron a la calle reclamando vivir en una ciudad “libre de agrotóxicos”.

Duros, los vecinos de Parque San Juan. Quizás porque han visto cómo les nace un bebé malformado, o porque recuerdan a ese familiar que trabajaba en el campo, y ya no está. La zona de fumigación está pegada al barrio; sólo un alambre los separa. Aunque por ahora allí no se aplica, durante años los humildes pobladores de la zona vieron pasar avionetas y “mosquitos” que desparramaban el veneno, sin problemas.

Nadie les saca a esos vecinos las dudas acerca de la aplicación de la nueva norma, la incertidumbre por las acciones judiciales que han  interpuesto los productores y la preocupación por los depósitos con agrotóxicos, en pleno casco urbano. Médicos del Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba han relevado el barrio y detectado que nada menos que la mitad de los pobladores aledaños al campo padece algún tipo de patología. “En ese primer relevamiento encontramos, por ejemplo, muchas enfermedades respiratorias” detalla la doctora María Teresa Serra, quien junto a Cristina Arnulphi viene trabajando el tema en otras localidades, como Morrison. Sin academicismos, el vecino Ezequiel López celebra la mayor conciencia vecinal, y advierte: “Acá se trata, simplemente, de preservar la vida”.

El cordón periférico ha padecido fumigaciones sostenidas, principalmente desde los 90 hasta la actualidad. Las derivas, sin embargo, extienden el drama a toda la ciudad.

Foco 4, Las canteras: están que explotan
El uso de explosivos para extraer materiales de las sierras genera consecuencias ambientales, vinculadas a la contaminación sonora y la degradación del medio ambiente. De lo irrecuperable que resulta lo segundo no quedan dudas, máxime en una zona de vital importancia en tanto reserva de agua dulce y flora y fauna nativa. A diario se escuchan testimonios de vecinos alarmados por explosiones que resuenan, allá en la sierra. En 2012 se propuso a la Municipalidad “buscar y localizar las explosiones” y analizar si hay medidas de seguridad. ¿Respuestas oficiales? Ninguna.

La antigua y sistemática práctica extractivista generó años atrás daños severos en viviendas asentadas en los barrios más cercanos al centro, con rajaduras de paredes, techos y cisternas. El miedo sigue vigente, y los afectados piden que las explosiones se conviertan en implosiones. Aunque algunas fueron clausuradas varias veces por estar fuera de toda regla, las canteras siguen en la suya, con el agravante de que para algunas personas significan su única fuente laboral posible.

“Yo vendí todo y compré esta casa de piedra para un proyecto turístico. ¿A vos te parece que puedo traer a alguien acá?” se pregunta e interpela Jorge Mascó, uno de los autoconvocados, quien reside en un lugar de ensueño. La zona es reserva de bosque nativo y de generosos manantiales, aunque la cantera que explota serpentinita se ha convertido en su peor pesadilla.

El sector involucrado por esta actividad degradante del medio ambiente y la calidad de vida comprende a los barrios Liniers, Tiro Federal y Piedra del Sapo, y al valle de Buena Esperanza. Cerros cortados al medio y abandonados en buena parte de la periferia altagraciense hablan por sí solos.

Foco 5, Los arroyos: devuelvan el agua
El uso inapropiado de los cursos de agua y la ocupación del espacio público son una constante en los arroyos que surcan la ciudad. Los vecinos nucleados en Todos por Nuestros Arroyos llevan adelante una sostenida campaña de concientización, más afirmados en sus propias convicciones que en el pobre apoyo logrado desde distintos entes oficiales.

La Municipalidad, por caso, creó catorce meses atrás una “comisión investigadora por el escaso caudal de los arroyos”. La mentada comisión se reunió una vez, y fue más una charla entre amigos que un encuentro para buscar responsabilidades. A nivel social, sin embargo, la repercusión no ha sido poca: el pastor Pablo Catania fue nominado al premio “Cordobés del año”, y la última marcha, el 23 de abril, contó con amplio apoyo y centenares de manifestantes en las calles. “La batalla es cultural” repite Catania, y recuerda cómo a veces “lo público se ve invadido por lo privado”.

Bombas, alambrados y “diques” son una constante en los cursos de agua aledaños. Además de exigir respuestas al Estado -entre otras acciones- Todos por Nuestros Arroyos reclama por el saneamiento de las lagunas sanitarias, realiza intervenciones públicas, difunde y capacita. En diciembre, cerca del Primer Paredón jesuítico, el barrio cerrado Potrerillo de Larreta alambró un arroyo. Justo donde meses antes se había recuperado el espacio público, dentro de las líneas de ribera, y con autorización del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia, nada menos.

La lucha -está visto- es larga. Pero parece no haber Goliats que amedrenten a estos vecinos organizados.

Foco 6, Las lagunas sanitarias: prohibido nadar
Aunque se están ampliando, las siempre postergadas lagunas sanitarias no dan abasto, y significan además un foco de infecciones y olores difíciles de olvidar. “Se va a comenzar con la construcción de un cuarto módulo” precisó Ennio Mazzini, presidente de la cooperativa que maneja el agua y las cloacas de la ciudad. “Estas obras se hacen con los fondos que aporta la Cooperativa al Consejo de Infraestructura” dice, y se sincera: “La prioridad uno es dejar de contaminar el arroyo”.

“A confesión de partes, relevo de pruebas” reza un adagio leguleyo. Por el tema hasta hubo una presentación judicial del jefe comunal de Anisacate, Ramón Zalazar. El mayor perjuicio es la contaminación sobre el arroyo Chicamtoltina, y los insoportables olores en los barrios Don Bosco, San Martín, 25 de Mayo, Residencial El Crucero y Parque San Juan.

Foco 7, Microbasurales: poderosos los chiquitines
En el predio municipal de más de treinta hectáreas aledaño al basural, una decena de cavas clandestinas alberga desde autos viejos hasta pilas de basura, pasando por lavarropas oxidados y animales muertos. Funcionarios municipales y vecinos recorrieron la zona y hasta encontraron una soga colgada de un árbol, en la que manos desaprensivas ajustician animales domésticos. Para los políticos, todo era nuevo; los vecinos viven a diario esa realidad.

“Acá los chicos venían a jugar, esta es una cantera abandonada que tiene una vertiente. Mirá ahora” señala Roberto Gómez, del barrio La Perla, y mira la invasión de chatarra. Se proyecta en el predio una reserva natural, pero son sólo anuncios, al menos por ahora. Los microbasurales afectan a toda la ciudad: el cierre del basural mayor potenció la aparición de otras cavas, de tamaños diversos, en varios sectores de Alta Gracia.

Foco 8, Cartonera clandestina: contaminando la sierra
Un emprendedor al que se le quemó su cartonera sería el protagonista principal de una historia de terror, la de una recicladora enclavada en plena sierra, justo al lado del basural. Allí, a simple vista se divisan cartones, nylons, bolsas de polietileno por doquier y animales pastando. También un semi abandonado, y precarias instalaciones, como refugios.

El emprendimiento irregular motivó una denuncia ante Ambiente de Córdoba, y una multa por parte de la oficina municipal que comanda el licenciado Diego Ferrari. El riesgo de incendio siempre está latente, en un sector con pastos secos y arbustos bajos ideales para un fuego que puede tener consecuencias impredecibles.

Foco 9, antenas: relocalizenlas
Las antenas telefónicas emplazadas en el espacio público preocupan a residentes en la zona. El tema no es nuevo: ya en 2004 generó movilización, reclamos al entonces intendente Mario Bonfigli y hasta una denuncia judicial. La Municipalidad avanzó y suscribió un contrato a precio vil, 40 mil pesos en diez años, apenas 333 pesos por mes por la ocupación del espacio público. El acuerdo vence en 2014, pero los “Vecinos Unidos por la Reubicación de las Antenas Telefónicas de Alta Gracia” quieren una solución de fondo. Y ya.

Entre otras acciones, llevan adelante un relevamiento epidemiológico que arrojó resultados provisorios, y alarmantes. En sólo un día relevaron un 28 % del barrio Sabattini, 83 casas de las cuales el 53 % registra enfermos crónicos. De ese porcentaje, un 64 % asegura haberse enfermado en los últimos 8 años: el tiempo exacto que la erecta antena lleva emplazada en ese lugar. “Son datos irrefutables” considera Néstor Orlando, integrante del grupo, mientras su par Matías Kosutta cuenta que “comenzamos cuando detectamos doce casos de cáncer a 300 metros de las antenas”.

Los vecinos pidieron al intendente Walter Saieg que se reubiquen las antenas. “La Municipalidad tiene el deber público y ético de reubicarla” aseveró el abogado Jorge Michalópulos, vecino de la zona, quien se pronunció por “lograr una triangulación”.

Aunque recientemente se legisló para pedir estudios de impacto ambiental a las nuevas estructuras portantes que se instalen en la ciudad, los vecinos exigen que se aplique el principio precautorio, como con las fumigaciones. “Frente a la duda sobre perjuicios a la salud o al medio ambiente, deben preservarse los anteriormente nombrados” sostienen. El problema afecta a barrios del norte, aunque no sólo: a la Fundación Mamma Silvia, sobre la ruta C-45 Sur, le preocupa la antena de telefonía emplazada en el vecino Aeroclub.

En Unquillo, en tanto, tras diez años de lucha los vecinos lograron la relocalización. Y en el Congreso Nacional se está discutiendo un proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos de Prevención y Control de la Contaminación Electromagnética. Todos argumentos que refuerzan la posición de los vecinos movilizados, que suman adhesiones y van por la definitiva reubicación. Dos semanas atrás, una delegación de la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC) realizó mediciones en pleno centro y en la periferia. Quién los convocó, es un misterio.

Asuntos pendientes
En materia ambiental, rimbombantes anuncios y hasta ordenanzas vigentes en Alta Gracia están lejos de convertirse en realidad. La separación de residuos en el lugar de origen, la eliminación gradual de las bolsas de plástico y los estudios de muestra de sangre en los barrios periféricos que desde hace tres años se prometen desde el Estado son sólo algunas muestras de los asuntos pendientes en la materia. También la fantasmal comisión investigadora por el escaso caudal de los arroyos, de única y efímera reunión.

Años de abandono, un crecimiento demográfico sin planificación y medidas paliativas y cosméticas conforman un combo peligroso, funcional a la resistencia a abordar el tema de fondo: una realidad social profundamente desigual.

Con especial fuerza, en el último tiempo situaciones puntuales en diferentes sectores de Alta Gracia motivaron alertas vecinales de diverso tipo, reclamos todos vinculados al derecho a vivir en un lugar sano. Aún a pesar de algunos medios de prensa, y sólo apuntalados por diversas formas de comunicación ciudadana y comunitaria, cada tema tuvo su cuota de visibilidad, participación y exigencia a los Estados.

Es innegable que muchos vecinos se apropiaron del derecho e iniciaron acciones para hacerlo valer. Planes a mediano y largo plazo no sobran; proyectos integrales, menos. Las respuestas oficiales -cuando las hubo- tendieron más a mitigar el reclamo que a proponer respuestas de fondo nacidas de la participación y el debate comunitario.

Los vecinos, en tanto, ya optaron por comprometerse para cambiar la realidad.

Adrián Camerano es periodista y director del Diario “El Argentino” - Edición Córdoba.
Fuente:
Alta Gracia, una “bomba” ambiental, 20/06/13, ECOS Córdoba.

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