domingo, 22 de junio de 2014

La ciudad que soñó el dictador Videla

por Andreu Merino Vives

Jorge Rafael Videla [en la foto, de EFE, en una imagen sin fechar] murió hace un año, el 17 de mayo de 2013, a los 87 años en una celda de la cárcel Marcos Paz, en la provincia de Buenos Aires. El dictador falleció por causas naturales mientras cumplía cadena perpetua por el asesinato de 31 presos en una cárcel de Córdoba en 1976, en plena dictadura.  Delante del Tribunal que acabaría condenándole, Videla reivindicó la Junta Militar que gobernó el país desde 1976 hasta 1983, así como cada uno de los crímenes cometidos por el estado en ese periodo. Más allá de los familiares de muertos y desaparecidos, Videla murió sin ofrecer disculpa alguna a los argentinos que sufrieron un cambio social radical que pretendía borrar el pasado y construir un futuro ligado al de la Junta Militar. Buen ejemplo de eso fue la nueva vida que empezó en el año 1979 para la ciudad de Federación, en la provincia de Entre Ríos.

“Mi hogar ya no existe”. “Mi pueblo está bajo el agua”. Son afirmaciones recurrentes de los habitantes de Federación. La mayoría de los federaenses no tienen la posibilidad de volver a la casa de su infancia, o al colegio donde estudiaron. En 1979, la construcción de la presa hidroeléctrica de Salto Grande sumergió su pueblo y les obligó a trasladarse a una nueva ciudad, construida desde cero. Actualmente esta historia queda escondida tras la gente ataviada con batas y chanclas que pasean por sus calles. El Parque Termal  municipal, inaugurado en 1994, es el principal pilar económico de la ciudad, y uno de los reclamos turísticos más destacados de la provincia. El agua siempre ha sido un elemento inseparable de la naturaleza de Federación.

La presa de Salto Grande aparece a unos 70 kilómetros de la ciudad. Está ubicada en el río Uruguay, compartido entre el país homónimo y Argentina. En 1938 ambos estados estudiaron de qué manera podrían aprovechar sus aguas y en 1946 crearon la Comisión Técnica de Salto Grande a través de un convenio binacional. En un principio la obra tenía que edificarse bajo el mandato de Juan Domingo Perón, pero la falta de ratificación del gobierno uruguayo, que no llegó hasta 1958, no lo hizo posible. Fue en 1962 cuándo se finalizó el proyecto. En 1974 se autorizó el inicio de la obra, y en 1979 se empezó la construcción del lago artificial que dejaría la mayor parte del territorio de Federación bajo el agua. Por esta razón, en 1973 la Comisión Técnica había acordado erigir una nueva ciudad para los federaenses.

La huella de la dictadura
El ayuntamiento de Federación quiso que el traslado desde el viejo emplazamiento a la nueva Federación fuese participativo e involucrara a los ciudadanos. En esta línea, se organizó un plebiscito popular en enero de 1974. Los federaenses eligieron entre tres posibles nuevas destinaciones, y se impuso por mayoría de votos la conocida como La Virgen-Federación, actual terreno dónde se ubica el municipio.

El trabajo para construir la nueva ciudad comenzó entonces, pero quedó interrumpido a partir del 24 de marzo de 1976. Ese día, un grupo de militares liderados por el teniente general Jorge Rafael Videla detuvo a la presidenta Isabel de Perón y estableció la Junta Militar, presidida por el mismo Videla, comunicando a los argentinos a través de la televisión y la radio que desde entonces el país quedaba bajo control del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Empezaba lo que el ejército denominó Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura que duraría hasta 1983.

En lo que afecta a la ciudad de Federación, en primer lugar la Junta Militar no garantizó la construcción de la ciudad, lo cual provocó una reacción inmediata de los federaenses. Silvana Miller era sólo una niña de seis años en 1979, pero recuerda perfectamente la incertidumbre que provocó la falta de implicación de la dictadura: “La gente se reunía en la plaza o delante de la Iglesia para debatir sobre cómo conseguir la edificación de la nueva ciudad”. Por su parte, Dina Burna, actual responsable del grupo de trabajo de la Biblioteca Popular Rivadavia, considera clave la lucha de los ciudadanos para conseguir que el nuevo emplazamiento fuese una realidad: “La comisión que representó nuestros intereses en Buenos Aires fue vital”. Se trata de una comisión de federaenses que en septiembre de 1976 emprendió un viaje a la capital para hacer recapacitar a la dictadura en su intención de no construir un nuevo emplazamiento para la ciudad. Finalmente, el 25 día de ese mismo mes, los militares cedieron: la nueva Federación se iba a construir.

Pero no es oro todo lo que reluce. A partir de entonces el proyecto de la ciudad quedó inmerso en la falta de transparencia. Argumentando la falta de trabajo del anterior gobierno, y aprovechando que este no había comunicado prácticamente nada a la población, la Junta Militar hizo el proyecto a su medida. Carlos Mazurier, ahora trabajador de la Comisión Administradora para el Fondo Especial de Salto Grande (CAFESG), entidad gestora de los excedentes económicos que genera la represa, considera que la dictadura estafó a los federaenses: “La junta militar solo respetó la ubicación, pero no el modelo de ciudad”, cuenta Mazurier.

En la misma línea se manifiesta Carlos Pinselli, uno de los arquitectos que trabajó en el proyecto del nuevo emplazamiento. Según Pinselli la ciudad se urbanizó según criterios militares y sin respetar el proyecto original. “Se eliminaron todos los sitios dónde la gente pudiera reunirse, como las plazas o un centro cultural que había proyectado”, afirma el arquitecto. “Hasta se eliminaron unos puentes que comunicaban las veredas porque según los milicos podían provocar libertinaje”, añade.

Pese a todo, no es raro encontrarse con federaenses que a día de hoy aún consideran que Jorge Rafael Videla fue el gran artífice de la edificación de la nueva ciudad. La justicia que suponía construir una nueva ciudad para los vecinos fue visto para muchos como un gesto de gracia del dictador hacia el pueblo. A día de hoy, Federación aún continúa dividida entre los que otorgan todo el mérito de la construcción del nuevo emplazamiento a la lucha ciudadana y aquellos que afirman que “gracias a Videla tenemos ciudad".

La dictadura sabía perfectamente que la construcción de la ciudad era una oportunidad única para colgarse medallas. De hecho, en un primer momento estaba previsto que el inicio del traslado al nuevo emplazamiento se celebrara el 24 de marzo de 1979, coincidiendo con el aniversario del golpe militar. Pero las condiciones meteorológicas lo impidieron, dejando la celebración del evento para el día 25. El mismo Videla presidió el acto, acompañado de las autoridades municipales.

La inauguración de la ciudad ponía fin a un traslado compulsivo, del que aún hoy los federaenses guardan un vivo recuerdo. Instantes después de abandonar sus casas para siempre, muchos vieron como las topadoras empezaban a destruirlas. Otros, como Gustavo Combis, prefirieron no verlo. Combis, que en 1979 tenía 17 años se fue de la ciudad antes de que empezara la demolición y volvió al cabo de 45 días, cuándo ya había nacido la nueva Federación. “No quise ver cómo acababan con todo”, sentencia. En Federación se distingue la forma que tuvieron de tomarse el traslado los vecinos en función de su edad. Graciela Racedo, actual responsable de la Secretaría de Turismo, era una joven de 14 años entonces: “Tenía muchas sensaciones nuevas, muchas expectativas”, aunque reconoce que mucha gente mayor “murió de tristeza”.

Alguien puede pensar que la expresión corresponde más bien a un recurso poético que a una realidad palpable, pero nada más lejos de la realidad. Pocas cuestiones suscitan tanto consenso entre los federaenses como el sufrimiento que el traslado de 1979 supuso a sus mayores. Rubén Darío Tallarico, vecino de Federación, hace una comparación muy ilustrativa: “Del mismo modo que un árbol viejo muere cuándo lo intentas trasplantar, los federaenses de más edad no soportaron el cambio de entorno”. “Es un precio muy alto tener que sacrificar personas en nombre del progreso”, concluye Ofelia Bordón, actual encargada del Hogar de Ancianos de la ciudad.



Los primeros días
La junta militar inauguró una ciudad dónde no había nada. Cuándo los federaenses recuerdan la primera imagen que conservan de la nueva Federación, la inmensa mayoría coincide en señalar que “no había un solo árbol, ni siquiera un poco de hierba”. De hecho, en Federación no se vio un árbol hasta medio año después de la inauguración de la ciudad, concretamente el 16 de setiembre de 1979.

Más allá del entorno natural, la distribución de los vecinos en sus nuevas casas también marcó la nueva idiosincrasia de Federación. Se les asignaron diferentes tipos de viviendas en relación al dinero que cada uno pudiera pagar por ella, y aunque años más tarde las casas pasarían a ser únicamente suyas, en un principio los federaenses se tuvieron que hipotecar. Todas tenían, o tendrían al cabo de poco, lo necesario para habitarlas (por ejemplo, cocinas eléctricas). Los gobernantes prometieron que la ciudad pagaría la electricidad más barata del país como recompensa al sacrificio que había supuesto el traslado. Una promesa que a día de hoy sigue sin haberse cumplido. Además, había un problema añadido: todas las casas eran iguales.

Dina Burna cuenta que al principio los vecinos no identificaban las viviendas y se equivocaban sistemáticamente. Eran iguales por fuera y también por dentro: “Tratabas de buscar que cada rincón de la casa tuviera algo de vos”, comenta Burna. Cecilia Moretti, entonces una niña de 6 años, recuerda que “la gente ponía algún elemento delante, como una silla o una maceta, para identificarlas y los niños los cambiábamos de sitio para gastarles bromas”.

Sin embargo, para Favio Castro, 44 años, esa igualdad urbanística trasciende el nivel de anécdota para convertirse en una herramienta que borró la identidad: “Destruyeron todo lo que nos identificaba, obligándonos a aceptar algo nuevo como si fuese la única solución”.

Treinta y cinco años después, una de las divisiones de opinión presentes entre los federaenses es señalar cuál es su hogar. Para algunos ya no existe y para otros la Federación actual ya no es la “nueva”, sino su casa. Muchos federaenses consideran que el Parque Termal significó el resurgir del pueblo y que todo el sufrimiento vivido hasta entonces quedó compensado por el nuevo referente económico de la ciudad.

Pero también los hay que creen que el progreso económico presente y la evolución de la ciudad no pueden sustituir el pasado que quedó inundado en 1979. “Aquí continuamos nuestras vidas, pero mi pueblo murió” considera Gustavo Combis. Por otra parte, Favio Castro también considera insuficiente el proceso de memoria histórica de Federación: “A los que han olvidado su pasado a cambio de una casa bonita, yo les diría que es un error ser únicamente lo que posees”.

A día de hoy, Federación no dispone de ninguna infraestructura pública que almacene todos los documentos históricos del traslado, ni de los primeros años en la nueva ciudad, o de los últimos en la vieja. La Biblioteca Popular Rivadavia está luchando para construir un archivo histórico, pero de momento chocan con la negativa de la municipalidad: “La negativa se debe a las prioridades de los gobernantes”, afirma Gustavo Combis, uno de los responsables del proyecto de la biblioteca.

Sin duda, la edificación del archivo sería un primer paso hacia la recuperación de la memoria en Federación. Pero aún quedan muchos más pasos por avanzar. Si hoy mismo alguien se pasea por la parte del viejo emplazamiento que no quedó inundada solo podrá ver ruinas del antiguo hospital, del antiguo hogar de ancianos y de otras edificaciones que han quedado en manos del tiempo y el olvido.

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Fuente:
Andreu Merino Vives, La ciudad que soñó el dictador Videla, 21/05/14, El País.
FEDERACION: la destruccion de una ciudad por el progreso

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