miércoles, 18 de marzo de 2015

El rescate emocional tras la emergencia


Proceso. Recursos para el acercamiento y contención de los afectados.

por Alejandra Beresovsky

El descenso de las aguas que cambiaron la vida de poblaciones enteras se parece poco a un retorno a la normalidad y no cabe actuar como si nada hubiera pasado. Es en este escenario donde se pone a prueba la fortaleza de las instituciones para contener y ayudar a la población que continúa atravesando una crisis.

Con las mejores intenciones, se procura apartar al niño de los eventos más dolorosos, pero los especialistas aclaran que aislarlos del hecho potencialmente traumático es imposible. “Ni los niños que han padecido directamente una pérdida material o de un ser querido, ni los que no fueron afectados pero fueron bombardeados con información, pueden quedar al margen de un abordaje de contención”, afirma Luis Mercado, psiquiatra infantil y miembro del Comité de Psiquiatría Infanto Juvenil de la Sociedad Argentina de Pediatría Córdoba.

“Las instituciones ‘familia’, ‘escuela’, ‘salud’, en ese orden, tienen que participar en generar actividades que le permitan al niño expresar lo que está sintiendo. El juego es el lenguaje de los niños para poner en palabras lo que sienten, que puede ser rabia, pena, miedo”, añade. Y agrega que es muy importante que tanto los niños como los adultos puedan hacer esa “puesta en palabras”.

Lo peor que puede suceder a un niño o a un adulto es que 
las instituciones que lo albergan o en las cuales confía sean indiferentes a su duelo o a su pérdida.

Desconectar de su realidad a un miembro de la familia o de la comunidad puede acrecentar el sentimiento de pérdida. “Hay que ayudar a las familias a incluir a los niños, en la conversación, en el restablecimiento de la cotidianeidad”, dice Mercado. “Lo más rápidamente posible debemos dar al niño 
la oportunidad de elaborar esta situación traumática”, completa.

Aunque la situación descripta como de “estrés agudo” es la inundación en sí misma, el enfrentamiento con la pérdida y el desafío de reconstruir también puede ser el momento de mayor angustia para algunos de los miembros de la familia. “Niños y adultos necesitan el apoyo, la contención, la solidaridad que empieza por el Estado y sigue en todos los ciudadanos, implica que se acerquen de la manera más organizada posible”, continúa el psiquiatra.

La sociedad, en ese caso, tiene que pensarse: cómo reconstruir, cómo evitar que vuelva a suceder, es decir, lo inmediato, lo mediato y el largo plazo.

En una situación de crisis, el retorno a una dimensión de mínima cotidianeidad es fundamental. Rehacer el proyecto de vida genera emociones que deben canalizarse y expresarse. “Con los niños se debe evitar sobrefocalizar en la tragedia, pero tampoco ocultarla”, concluye Mercado.

El recurso farmacológico

“Si una persona, amiga o familiar, le toca a la noche la puerta y les dice que está en crisis porque se separó o le sucedió algo, ¿ustedes qué hacen? Seguramente, la escuchan, la abrazan, le ofrecen algo para beber, ponen a disposición su casa, la contienen”.

por Alejandra Beresovsky

“Si una persona, amiga o familiar, le toca a la noche la puerta y les dice que está en crisis porque se separó o le sucedió algo, ¿ustedes qué hacen? Seguramente, la escuchan, la abrazan, le ofrecen algo para beber, ponen a disposición su casa, la contienen”. Con esa imagen, Osvaldo Navarro, director General de Salud Mental de la provincia suele resumir con sus alumnos la descripción de los recursos que se utilizan en la actuación ante crisis que afectan a un grupo de personas.

El miedo, la intranquilidad y hasta la imposibilidad de dormir pueden ser parte de las primeras reacciones y Navarro advierte que muchas veces en esa circunstancia puede haber automedicación de psicofármacos. “La química puede ser un segundo paso en el abordaje, aunque a veces inclusive llega a ser el primero, cuando la persona está en un estado de excitación tan grande que no tiene posibilidad de comunicarse o controlarse”, admite. Pero aclara: “Tiene que ser administrada por un profesional, en la medida de lo posible por un profesional especializado en salud mental”. Navarro afirma que los fármacos constituyen “un recurso más”. “Pero es muy importante también el recurso de la escucha, de la contención”.

Un problema, añade, se presenta cuando la medicación tapa la causa de la crisis o fuente de su malestar. “En ese caso la persona soluciona su crisis a través de la automedicación, se tranquiliza y no consulta o no resuelve su problema”, ilustra.

En situaciones de estrés agudo, indica, hay reacciones habituales asociadas a la angustia, pero también hay personas que muestran lo que se denomina “reacciones paradojales”, en las que aparentemente no se ven apesadumbradas, sino por el contrario, hasta pueden parecer hasta alegres. “Son mecanismos defensivos”, señala.

Navarro explica que habitualmente las configuraciones sintomáticas del llamado “estrés post traumático suele aparecer entre el mes y los seis meses de registrado el hecho que lo causó, pero que hay ocasiones en las que tarda en manifestarse. “Recuerdo una paciente que había perdido a su marido en trágicas circunstancias y tuvo que hacerse cargo de tres niños pequeños. Cuando uno de los hijos se casó, tuvo una fuerte depresión, fue como si durante todos los años anteriores no se lo hubiera permitido”, 
relató.

El diseño de un esquema doble de contención

Ayudar a los que ayudan. La Facultad de Psicología de la UNC creó un equipo técnico de acompañamiento y contención de crisis para asesorar aquienes asisten a los damnificados.

En  febrero, luego de que comenzaran las inundaciones en Sierras Chicas, un grupo de psicólogos de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba creó un equipo de acompañamiento técnico de crisis para asesorar a los equipos de salud que están trabajando en terreno en las comunidades afectadas por la catástrofe. Como parte de este nuevo espacio, a fines de ese mes también se creó la Red Social Sierras Chicas planteada para capacitar a recursos humanos de instituciones y organismos que lo requieran para acompañar y contener a los equipos de salud que trabajan en terreno con las comunidades afectadas. 
 La Red está conformada por profesionales de la Facultad de Psicología de los Ministerios de Desarrollo Social de Salud de Educación, representantes del Comité de Crisis de Río Ceballos, Salsipuedes, Unquillo, Mendiolaza y Villa Allende y de la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Córdoba, de la Universidad Católica de Córdoba, Universidad Siglo 21 y Universidad Provincial. La Facultad de Psicología brinda la capacitación de los recursos humanos de instituciones y organismos que lo requieran y de profesionales inscriptos en la convocatoria abierta.

En este tipo de situaciones la mayoría de las veces se acompaña a los afectados directos de las catástrofes, pero no a los equipos de salud que trabajan en terreno y que muchas veces también son afectados por la misma situación. “El abordaje a sujetos y comunidades impactados por un evento adverso supone acompañar y ayudar en algunos casos a tramitar las vivencias surgidas ante el mismo y así comenzar la elaboración y significación de los mismos, para que se puedan recuperar y participar en la reconstrucción de lo dañado”, explica Oscar Santini, integrante del Equipo de Orientación y Acompañamiento Técnico en Crisis de la Facultad de Psicología de la UNC.

No obstante, los especialistas advierten que la cautela en la intervención es fundamental. “Es la actitud y posición del emergencista con respecto a que la persona impactada-damnificada no necesariamente está enferma por atravesar por esta situación, sino que puede estar vulnerable en su capacidad para controlar y modificar su situación, rehabilitarse y superar los daños y pérdidas sufridos sin la colaboración de otros, entre ellos, los distintos recursos y organismos del Estado”, aclara Santini quien además es docente de posgrado y Extensión en Gestión Psicosocial del Riesgo de Emergencias y Desastres de la Facultad de Psicología y Escuela de Salud Pública de la UNC.

Desde el Equipo de Acompañamiento se destaca la importancia de la coordinación de los organismos de respuestas, la formación en prevención de la misma comunidad para un mejor autocuidado. Y en el caso del Equipo actuamos a requerimiento de los profesionales de la salud de las zonas afectadas que lo soliciten”, explica la doctora Claudia Torcomian, decana de la Facultad de Psicología de la UNC.

El caos propio de un evento adverso con graves consecuencias y pérdidas de vidas, daños materiales y el hábitat, requiere de un proceso organizativo que será más rápido, eficiente y con mejores resultados en función de la buena coordinación de los organismos de respuesta, la formación en prevención de la misma comunidad para un mejor auto y heterocuidado y una sólida gestión del riesgo en sus distintos momentos, comenzando por lo preventivo y la elaboración de un mapa de riesgos local en forma participativa e intersectorial. “Eso reduce vulnerabilidades, víctimas y damnificados, produce una mejor protección, organización, respeto a las medidas de alerta y alarma, una más rápida elaboración psicosocial de las consecuencias y rehabilitación integral en caso de ocurrir un evento adverso”, aclara Santini también coautor del libro Desastres-Impacto Psicosocial, de Editorial Alción.

“La construcción de redes intersectoriales, interinstitucionales e interdisciplinarias para la gestión de riesgos, o la posibilidad de sumarla a redes creadas para otros temas de importancia social, favorece profundamente la rehabilitación psicosocial, reparación integral y la reconstrucción de los daños”, aclara Maricel Costa, subsecretaria de Servicios a la Comunidad de la Facultad de Psicología.

El voluntariado solidario es muy importante para una comunidad impactada, porque contribuye a su reparación integral por la ayuda brindada, lo que favorece la recuperación de la esperanza, seguridad y proyectos singulares y sociales a partir de la solidaridad del otro. “Pero el voluntariado debe estar oportunamente capacitado, acompañado, referenciado y organizado para no agregar caos o generar más complicaciones y damnificados incluso entre los mismos voluntarios por falta de contención adecuada”, agrega María Isabel Morales, coordinadora del Programa de Seguimiento de Graduados de la Facultad de Psicología (UNC). Los especialistas insisten en la necesidad de programar las actividades del voluntariado con coordinadores responsables y referenciados institucionalmente para atender las necesidades primarias y vitales de los afectados en la emergencia. La intervención es progresiva y de acuerdo a formación, a la demanda evidente o latente y a las necesidades de los damnificados.

Sobreintervención
“La conmoción que produce lo horroroso, los daños y el descontrol que puede generar un evento adverso puede afectar seriamente a los mismos voluntarios, los que deben estar debidamente contenidos para protegerlos y evitar que queden con una carga de angustia en soledad, sin poder tramitarla adecuadamente en grupo, con los responsables de las tareas, distribuidores de las mismas y con el debido escalonamiento en la participación de acuerdo a formación y experiencia y contando con los espacios adecuados para intercambiar las vivencias emergentes y detectar oportunamente si alguno está muy angustiado o en estado de shock”, señala Santini.

“El respeto a la dignidad de los damnificados y a sus derechos es fundamental. Por lo tanto es central no invadirlos, revictimizarlos, desampararlos una vez creado vínculo con los voluntarios o realizar sobreprestaciones, multiplicación de intervenciones similares desde distintos organismos por desorganización u otros motivos”, advierte Torcomian.

Preventivamente, Santini considera que es fundamental contener a los damnificados directos (sujetos que han perdido familiares, sus viviendas o han sufrido serios daños en las mismas u otras pérdidas significativas), también a sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de escuela, de actividades culturales, los que por identificación pueden sufrir seriamente y en algunos casos pueden considerarse también damnificados al igual que los emergencistas (bomberos, policías, servicios médicos, psicólogos, militares y otros) a los que el evento y el contacto con el horror y la muerte pueden conmoverlos y requerir de espacios elaborativos o de acompañamiento para tramitar y compartir sus vivencias.

Verbalizar
Uno de los problemas más serios para los damnificados es no poder poner en palabras y sentidos a lo que les pasó y a sus vivencias. De todos modos frente a un desastre y aunque las causales del evento puedan tener un origen predominantemente “natural”, siempre es una construcción social que trasciende al hecho en sí o la violencia del mismo. “Es social o socionatural, porque la sociedad impactada es la que sufre las consecuencias y debe significarlas y construir sentidos sobre la complejidad causal del fenómeno. La falta de sentidos y de entendimiento fragilizan y generan inseguridad al igual que la falta de organización y de prevención de los eventos adversos”, dice Santini.

Por ello, una de las tareas claves es ayudar a significar lo sucedido, escuchar y también respetar los silencios, favorecer la puesta en palabras y la organización para gestionar necesidades y derechos.

En el caso de los niños, hay que recordar que elaboran lo sucedido mediante el juego, actividad central para evitar que se incremente o sostenga su vulnerabilidad.

Reacciones más comunes

Hablar, escuchar, organizarse, compartir y solidarizarse son claves para la recuperación integral frente a las consecuencias de un evento adverso y, si la comunidad afectada tuvo formación preventiva en la gestión de riesgos, seguramente cuenta con más fortalezas para organizarse, afrontar el evento y tramitar sus vivencias, gestionar necesidades y derechos, elaborar la situación y las consecuencias, colaborar en la rehabilitación y reconstrucción y –por ello– encontrarse menos vulnerable.

Vivencias de desamparo, vulnerabilidad e impotencia para reaccionar, protegerse o proteger a otros.

- Angustia y manifestaciones de depresión, estados confusionales, hiperactividad exacerbada, falta o exceso de vigilancia.

Ante estos estados, suele incrementarse el rumor como participación pasiva, que puede complementarse con parálisis o inmovilidad.

- En algunos casos, los afectados pueden mostrar indiferencia a los signos que muestran lo inevitable de un evento adverso, aislamiento, resistencia al cambio, a lo nuevo, a la evacuación y pérdida de identidad, de referencias, de memoria. También pueden expresar desasosiego, inquietud, pánico por identificación e imitación, ansiedad, ira, frustración, temor difuso, indecisión o rebeldía. Cuando los domina el terror, 
pueden paralizarse o desestructurarse.

Estas reacciones -junto al pánico- afectan las defensas adaptativas. El miedo, en cambio, cuando el sujeto está preparado, puede facilitar la percepción del peligro real, lo que le permite representarlo, evaluarlo y actuar en consecuencia, apelando a los recursos disponibles.

- Los impactados suelen presentar en el posimpacto -y por momentos- estrés intenso con hiperactividad y sobreadaptación, así como desorientación espacio-temporal. Pueden deambular sin rumbo, sentir intensa angustia, mostrar confusión, aturdimiento, dificultad para conectarse, incluso para brindar sus datos de filiación. Otros estados posibles son los de amnesia, abulia, ansiedad paralizante o descontrol.

- También pueden sentir culpa, miedo, manifestar incertidumbre, vergüenza, tristeza marcada, irritabilidad, enojo, sobreidentificación con las víctimas o identificaciones masivas; crisis sobre el proyecto de vida y sobre el futuro; negación de lo ocurrido; pasividad; mutismo o dificultades para comunicar sus vivencias o inhibición de la descarga emocional.

- Algunas personas muestran disociación afectiva y, por lo tanto, no exponen emociones, ni concentración en las acciones ni en sus vínculos significativos, lo que a veces puede no concordar con la gravedad de la situación y del impacto sufrido.

Es posible que estas respuestas se profundicen y aparezcan, entonces, en forma simultánea y cambiante varias de ellas, a veces como recurso defensivo por el cual intentan protegerse del sufrimiento o dolor psíquicos. Cuando estas reacciones se van mitigando o desapareciendo, los afectados comienzan a dominar la situación.

- Entre las reacciones positivas están las de movilización inmediata para la toma de medidas auto y heteroprotectivas, organizativas y solidarias.

- Además, particularmente los niños y niñas pueden presentar perturbación del sueño, pesadillas, negativa a quedarse solos en su habitación, apego intenso y ansiedades marcadas ante la separación de sus familiares, dolores corporales difusos, cefaleas, anorexia, agresividad, aislamiento, miedos, fobias y angustias múltiples, en especial al elemento, objeto o situación productora del desastre o emergencia extraordinaria o asociables a ellos. Es muy importante que mantengan rutinas de recreación y 
creación.

Hablar, escuchar, organizarse, compartir y solidarizarse son claves para la recuperación integral frente a las consecuencias de un evento adverso y, si la comunidad afectada tuvo formación preventiva en la gestión de riesgos, seguramente cuenta con más fortalezas para organizarse, afrontar el evento y tramitar sus vivencias, gestionar necesidades y derechos, elaborar la situación y las consecuencias, colaborar en la rehabilitación y reconstrucción y -por ello- encontrarse menos vulnerable.

“La resiliencia es un modo de rebelarse ante lo sufrido”

Evolución. Ana Rozenfeld, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autora de “La resiliencia, esa posición subjetiva ante la adversidad”, describe los posibles efectos de las catástrofes.

por Alejandra Beresovsky

- Ante una situación traumática, como puede ser la pérdida de bienes materiales o hasta de seres queridos por una inundación, ¿hay un patrón de emociones que se suceden?

- Ante situaciones traumáticas, como esta inundación, las emociones pueden ser diversas. La persona se siente desamparada, pues sufrió pérdidas materiales o personales. Puede responder con desesperación, angustia, depresión o bien mostrar indiferencia o negación en un primer momento. Hay personas que a veces necesitan de un segundo tiempo para aterrizar y contactarse con la catástrofe.

- ¿Cuándo se puede considerar que una persona se recuperó o mostró resiliencia luego de un hecho traumático? ¿Es posible que aparentemente sea así pero muchos años después se evidencie un trastorno?

- La resiliencia es un modo de enfrentar la adversidad, le diría que es una manera de rebelarse ante el daño sufrido, y surgen energías desconocidas que impulsan a salir adelante. La resiliencia no cura, no inmuniza ante lo traumático, puede perdurar como respuesta a lo largo del tiempo o no, en cuyo caso lo traumático vivido puede resurgir a través de síntomas. En la Asociación Psicoanalítica Argentina coordino desde el año 2008 un espacio de investigación sobre resiliencia. Nos reunimos quincenalmente en la institución y es un espacio gratuito. Uno de sus integrantes del espacio es un ex combatiente de la guerra de Malvinas y él nos relató que, años después de la guerra, cuando para Navidad tiraban petardos, él se tiraba al piso, hacía cuerpo a tierra, transpiraba, el corazón le latía.

- ¿Qué tipo de ayuda se puede brindar a las personas que tienen miedo, tristeza o enojo por haber sufrido pérdidas por una inundación?

- En principio, sugiero la ayuda terapéutica, individual o grupal para elaborar lo que les ha pasado, hallazgo de sentido a esta catástrofe.

- ¿Es correcto hablar de “víctima” como “víctima del avance de las aguas”, o es poner a las personas en un lugar incorrecto?

- Si bien han sido víctimas de un desastre climático, sugiero sacarlos de ese lugar de victimización, dándoles recursos terapéuticos para volver a empezar. Son importantes el lazo solidario, la convicción de que se puede reintentar, la esperanza.

- ¿Qué tipo de ayuda se puede brindar a las personas que tienen miedo, tristeza o enojo por haber sufrido pérdidas por una inundación?¿A qué se aferran los sujetos en situaciones de catástrofe?

- A veces, al lazo social contenedor; a la palabra del otro que intenta aliviar la angustia, el dolor, la desesperación; a veces se aferran al humor, a la familia, a la escuela, a la comunidad, al estudio, a la religión, a los libros, a mandatos culturales, etcétera. En mi libro sobre resiliencia menciono las diferentes posiciones subjetivas en ella. Menciono, entre otras, la posición reparatoria, la posición creativa, la posición reivindicativa, la resiliencia en las situaciones de supervivencia, en casos de discapacidad, etcétera.

- ¿Existe el riesgo de sobreintervenir?

- Hay que tener un proyecto terapéutico claro acerca de cómo intervenir en estos casos, para que la ayuda resulte eficaz.

Fuentes:
Alejandra Beresovsky, El rescate emocional tras la emergencia, 18/03/15, La Voz del Interior.
Alejandra Beresovsky, El recurso farmacológico, 18/03/15, La Voz del Interior.
El diseño de un esquema doble de contención, 18/03/15, La Voz del Interior.
Reacciones más comunes, 18/03/15, La Voz del Interior.
Alejandra Beresovsky, “La resiliencia es un modo de rebelarse ante lo sufrido”, 18/03/15, La Voz del Interior.

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