viernes, 29 de mayo de 2015

“Envenenados”, El libro censurado que denuncia los daños a la salud de los agrotóxicos

Patricio Eleisegui, autor de la investigación, denuncia que Galerna, editorial encargada de la distribución, esconde ejemplares. Monsanto, fabricante del Glifosato y de semillas que resisten el pesticida, desarrolló el PCB de los transformadores, el insecticida DDT y hasta intervino en el desarrollo de armas químicas como el Agente Naranja.

Ocultar la verdad. El libro de investigación periodística de Patricio Eleisegui, “Envenenados”, es víctima de la censura. El arduo trabajo de investigación del periodista bonaerense, que se publicó en una edición de 1.000 ejemplares a finales de 2013, “no puede conseguirse, salvo excepciones, en ningún lado”, afirmó el autor. Eleisegui charló con APA sobre la maquinaria editorial capaz de anular por completo la distribución de libros. A las dificultades para lograr que una editorial publique un libro, se suma la lucha por la distribución, particularmente cuando se denuncia el negocio y los severos daños a la salud de los agrotóxicos. La responsable del acaparo de números es Galerna, firma encargada de la distribución, cuyos vínculos llegan hasta Aníbal Fernández (jefe de Gabinete y presidente de Quilmes), Amado Boudou (vicepresidente de la Nación) y Ricardo Jaime (ex secretario de Transporte del Ministerio de Planificación Federal de la Nación, procesado por enriquecimiento ilícito por no justificar un patrimonio de $12,5 millones).

En la publicación se exponen múltiples casos de envenenamiento y afecciones a la salud por el uso de agrotóxicos, entre ellos, el de Fabián Tomasi. Él padece una polineuropatía tóxica severa. El mismo Tomasi, ex trabajador de una fumigadora, es contundente al resumir qué es el modelo de cultivo con semillas modificadas y pesticidas: “Plata o salud”. Esa encrucijada es la síntesis del uso de agroquímicos en los alimentos. Entre los responsables de esta bomba química se encuentran empresas con prontuario, como Monsanto, Dow, Bayer, BASF, Syngenta, Atanor y DuPont. Monsanto, que desarrolló el glifosato hace más de cuatro décadas y avanzó en los cultivos genéticamente modificados para resistir los pesticidas, también participó del Proyecto Manhattan -creación de la bomba atómica-, desarrolló el PCB de los transformadores, el insecticida DDT y hasta intervino en formulación de armas químicas como el Agente Naranja, pulverizado sobre Vietnam.

¿Cuál es la historia completa de la censura que denunciás en la feria del libro?
La discusión en torno a la distribución del libro surge a muy poco de su salida en diciembre de 2013. Enseguida creé la página de Envenenados en Facebook y comenzaron a llegar las primeras consultas respecto de dónde podía ubicarse el libro. Me sorprendió que costaba ubicarlo en ciudades como Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán, lugares a los que su distribuidora decía que llegaba vía infinidad de locales. Entrando en cadenas de librerías de Buenos Aires noté que incluso en ese ámbito escaseaban los ejemplares pese a que se hizo una tirada de 1.000 números.

¿Cómo corroboraste el hecho?
Creo que la primera confirmación de la intencionalidad de mantener a “Envenenados” fuera de estantes y vidrieras tuvo lugar cuando me enteré que la cadena Yenny no lo vendía. Hablé con el editor de mi investigación y directamente habló de una decisión de esa compañía de no ofrecerlo porque, según esta persona, mi libro tocaba intereses económicos del grupo que controla precisamente a Yenny. Contacté directamente a una alta directiva de Yenny quien, extrañada, me informó que la cadena no tenía ningún posición tomada frente a mi trabajo. Y que, en todo caso, la ausencia de ejemplares pasaba por Galerna, la empresa que distribuye Envenenados.

A eso se fueron sumando los constantes mensajes y pedidos que se fueron multiplicando en la página de Envenenados en Facebook mes a mes. Y que continúan hasta hoy. El libro, salvo excepciones, no está en ningún lado.

¿Cómo llegaste a que esa editorial (Galerna) publique tu libro?
Galerna no publicó Envenenados, sino la editorial Wu Wei. Esta última, como ocurre con el grueso de los sellos medianos y chicos de la Argentina, carece de estructura para hacer llegar los libros a los puntos de venta. Por ende, contrata los servicios de un tercero que se ocupa de asegurarte la distribución. Ahí es donde entra en juego la mencionada Galerna. La editorial lo que hace es rubricar un contrato con la firma en cuestión y esta pasa a definir el destino final de tu trabajo. La distribuidora pasa a tener la potestad casi completa de la publicación. De hecho, en este caso se quedó con el 60 por ciento de la tirada. La librería depende de que Galerna le lleve el libro. Quedás completamente en manos de la distribuidora.

¿Puede Galerna apilar tus libros en un galpón y no entregarlos para la venta? Por supuesto. Y eso es lo que está haciendo.

¿Qué es lo que puede hacer el autor ante esto?
Nada. O esto: denunciarlo públicamente.

¿Cuál es la red de vinculación con personajes del oficialismo, que explican la censura?
Sus dueños tienen vínculos directos con Aníbal Fernández -de hecho ejercieron la presidencia del club Quilmes y todavía se mantienen en la comisión directiva del club, con trato directo con la barrabrava-, y también con el vicepresidente Amado Boudou a través del departamento que este último alquila en el barrio de Puerto Madero. Estuve indagando y también mantuvieron vínculos aceitados con Ricardo Jaime. Galerna era una empresa fundida que, previo desembarco de esta gente, pasó a comprar locales y librerías de la nada. Se trata de personajes a los que la cultura les importa un comino y hoy editan o distribuyen libros como mañana venden sacapuntas. Meras pantallas para ocultar algo más.

¿Es un resabio de la dictadura, que haya libros “prohibidos”?
No lo veo tan así, realmente. Y digo esto porque, en definitiva, siempre ha habido libros prohibidos. O canciones. O películas. Sobre todo en la dictadura militar, por supuesto, eso ni se discute, pero también en la democracia. Ocultar verdades es un rol que ocupa mucha gente sin importar el tiempo que corre. Creo que lo importante en este contexto es poner en evidencia el estado de indefensión que viven los autores ante la maquinaria del mercado editorial. Nadie sabe lo que cuesta y lo complicado que es publicar un libro de investigación en la Argentina. Y menos, todavía, lo difícil de difundir, de poner al alcance de cualquier interesado, esa verdad sobre la que uno estuvo trabajando en silencio durante años. Las opciones para defender una investigación tras su llegada al mercado, o su censura, son directamente nulas.

¿Cómo empezaste tu investigación?
El punto de partida es la aparición, cada vez más recurrente, de casos de contaminación vinculados al uso de agroquímicos en determinados territorios del país. Dada mi labor periodística habitual, empecé a seguir más de cerca cada denuncia, los primeros reportes médicos que denunciaron el cambio en las problemáticas sanitarias, y luego indagué en las investigaciones científicas relacionadas con el tema.

Todo esto sucede en el transcurso de 2012. El contacto con infinidad de afectados, la gravedad de la situación sanitaria en Santa Fe, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero, o Entre Ríos, el tenor de los químicos que se utilizan en las producciones agrícolas nacionales, me puso en la obligación de escribir Envenenados.

¿Cuál es el daño de los agrotoxicos y de Monsanto?
El daño que generan varía según la conformación del químico y la respuesta del organismo de cada persona. En lo concreto, lo más grave es el daño genético, que además puede transmitirse a través de generaciones vía ADN. Este daño genético tiene consecuencias imprevisibles. Puede derivar en cáncer como en malformaciones. O retraso mental. O celiaquía, como aseguran estudios científicos más recientes. O sea, no existe techo de daño.

El glifosato, que representa más del 60 por ciento del agroquímico que hoy se utiliza en la Argentina, está comprobado por experiencias científicas como la concretada por el doctor Andrés Carrasco que genera muerte celular -que, claro, deviene en cáncer- y deformaciones en vertebrados. De hecho, ahora acaba de ser recategorizado a nivel internacional porque hay evidencia de que provoca esa enfermedad.

Y eso que el glifosato es divulgado por la industria química como el más “bueno” de los agroquímicos. El menos tóxico. Si dicho producto genera cáncer o malformaciones, es claro que el resto de los pesticidas representa un peligro mortífero para las personas.

En cuanto a Monsanto, es la compañía más cuestionada por, precisamente, haber desarrollado el glifosato hace más de cuatro décadas. Y, en paralelo, haber avanzado con los cultivos genéticamente modificados para resistir la aplicación de químicos.

Esta compañía estadounidense cuenta, además, con un curriculum nefasto que alienta la crítica. Hay que pensar que Monsanto participó del proyecto Manhattan que derivó en la primera bomba atómica, desarrolló el PCB de los transformadores, el insecticida DDT, intervino en la formulación de armas químicas como el Agente Naranja que se pulverizó sobre Vietnam, inventó hormonas que destruyen al ganado lechero y, claro, creó el glifosato.

Monsanto es directamente responsable del drama sanitario que vienen provocando las fumigaciones en la Argentina. Pero también lo son Dow, Bayer, BASF, Syngenta, Atanor, DuPont. Son nombres siniestros a los que también hay que sentar en una misma mesa.

¿Cómo llegaste al caso de Tomasi, muestra emblemática de los daños del agrotóxicos? ¿Qué cifras y qué información lograste recabar sobre los agrotóxicos?
Llego a Fabián Tomasi con el libro prácticamente concluido. Un colega y gran amigo, Rodrigo Sans, me comenta de la situación de Fabián y lo expone como un ejemplo ineludible a tener en cuenta. En ese momento, yo estaba a la búsqueda de un caso que lo sintetizara todo: la persona que sufre las consecuencias de la bonanza económica de su pueblo. El daño colateral. O como dice tan bien Fabián: “La sombra del éxito”. Tomasi, un ex empleado de una fumigadora que pagó y paga con su salud la expansión de un cultivo que nunca tuvo nada que ver con Basavilbaso, su pueblo en Entre Ríos. Tomasi, un auténtico quijote que desde su experiencia, su padecimiento, nos dice que estamos en un laboratorio funesto del que se sirve el mundo. Esto es plata o salud, suele repetir Fabián. Nada más real.



¿Cómo se puede vencer la censura, el libro esta disponible en otros formatos?
La censura sólo se ha podido atenuar dando a conocer el material más allá de su existencia como libro. Para eso viajo muy a menudo al interior y trato de hacer presentaciones para que lo que revela “Envenenados” llegue a la mayor cantidad de gente posible. Ha sido la opción más efectiva por el momento, aunque bastante acotada porque cada exposición en nuestros pueblos implica disponer de un tiempo y un dinero que muchas veces no tengo. Me gustaría y espero llegar a más lugares de la forma que sea. El material hasta ahora nunca fue refutado, lo cual afianza cada vez más la veracidad de lo que expone el trabajo. En cuanto a la disponibilidad del libro, tengo entendido que hay versiones que circulan por Google. E, incluso, no hace mucho me topé con un archivo de YouTube donde Envenenados aparece en formato de audio. O sea, leído de forma completa por lo que imagino es un programa de software. Cómo llegó ahí es un misterio.

Fuente:
“Envenenados”, El libro censurado que denuncia los daños a la salud de los agrotóxicos, 26/05/15, Apa Prensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario