por
Orlando Milesi y Marianela Jarroud
Santiago,
10 may 2016 (IPS). La prohibición de extraer mariscos en Chiloé,
por un gravísimo brote de marea roja, generó un estallido social
que aisló parcialmente a miles de habitantes de ese archipiélago
del sur de Chile y reavivó las críticas a un modelo exportador que
mantiene pobres y marginados a los pescadores artesanales.
“Soy
nacido y criado en la isla. Soy hijo y nieto de pescadores artesanales. Mi padre, que hoy tiene 70 años, me enseñó a trabajar
en el mar, lo mismo que a mi hermano. Ninguno de nosotros sufrió
antes con la marea roja”, afirmó Carlos Villarroel, presidente del
sindicato de pescadores Mar Adentro, en el municipio de Ancud, 1.100
kilómetros al sur de Santiago.
Villarroel
y otros 5.000 pescadores de la región de Los Lagos viven hoy el
flagelo provocado por el fenómeno de la concentración
extraordinaria de organismos unicelulares, algas microscópicas, que
pese a su minúsculo tamaño contienen una toxicidad que puede
provocar la muerte en seres humanos y animales.
La
marea roja, cuya causa aún no está del todo clara y su solución es
aún objeto de estudio, comenzó en febrero y adquirió su actual
intensidad en abril, lo que llevó a las autoridades sanitarias
chilenas a prohibir la extracción de mariscos en una extensión de
1.000 kilómetros a lo largo de la costa austral del océano
Pacífico.
En
respuesta, los pescadores iniciaron el 3 de este mes una
movilización, que incluyó el bloqueo de carreteras, lo que dejó a
Chiloé sin suministro de combustibles y alimentos, sin transportes,
sin clases, con cientos de turistas aislados, el pago de pensiones
detenido, y serias dificultades en la labor de los hospitales.
A
la protesta se sumaron miles de habitantes del archipiélago, que se
manifiestan contra lo que denuncian como décadas de abandono, la
misma demanda que en 2012 motivó un estallido social parecido en la
también sureña región de Aysén.
El
lunes 9, además, comenzaron movilizaciones en Santiago y otras
ciudades del país, en solidaridad con las demandas de los habitantes
de Chiloé.
El
archipiélago de Chiloé posee 9.181 kilómetros cuadrados de
superficie y unos 167.600 habitantes, en este país de más de 6.435
kilómetros de costa y 17,6 millones de personas.
La
Isla Grande es el centro político, social y económico del
archipiélago, donde se ubican los dos principales municipios: Ancud
y la capital, Castro, conocida a nivel mundial por sus palafitos.
Chiloé es, además, protagonista de la cultura mitológica chilena.
La
acuicultura y la pesca son sustento base de la actividad económica
de la zona, junto con el cultivo de cereales y papas, y la artesanía
en fibra, lana y madera. Algunos cálculos indican que en la práctica
80 por ciento de la población del archipiélago depende de la pesca.
“Chiloé
tiene un significado que lo hace ser especialmente gravitante no en
la parte económica, política, social, sino de cómo el país se
imagina a sí mismo. Chiloé aparece con una mística e imagen muy
poderosa para el sello país”, explicó a IPS el antropólogo
social Juan Carlos Skewes.
Añadió
que el conflicto dejó al descubierto el abandono de esta zona de
Chile y las debilidades del modelo de desarrollo y ganancias generado
por las grandes empresas exportadoras del sector pesquero.
“Lo
que los chilotes vieron en estos años es que floreció la
salmonicultura, pero no pasó mucho con sus vidas”, comentó.
Añadió
que con este conflicto, “las comunidades han visto con mayor
claridad y nitidez el abandono, la vulnerabilidad y la operación
incontrolada de grupos de poder económico”.
“Pareciera
ser que una interrelación de esos factores, sumados a la pérdida de
uno de sus componentes fundamentales, como es el trabajo del mar,
provoca un estallido como el que estamos viendo”, señaló.
El
sindicato al que pertenece Villarroel reúne a 35 pescadores y tiene
cuatro áreas de manejo en el mar donde, desde el año 2001, explotan
principalmente choritos (Mytilus chilensis), locos (Concholepas
concholepas), almejas (Mercenaria mercenaria) y machas (Mesodesma
donacium).
Todos
estos productos presentan hoy altos niveles de contaminación.
En
oportunidades anteriores con marea roja “las algas no habían sido
contaminadas, pero hoy lo están. Nunca se había escuchado esto”,
enfatizó Villarroel en diálogo telefónico con IPS.
Para
este pescador y sindicalista, las empresas salmoneras “han
destruido el sistema y el fondo marino”.
Las
protestas, que incluyen quema de neumáticos y enfrentamientos con la
policía, preocupan al gobierno de la socialista Michelle Bachelet,
que ofreció un bono equivalente a 1.100 dólares para los más de
5.500 pescadores artesanales de la región, pagadero en cuatro cuotas
y sujeto a la evolución de la marea roja.
La
compensación, que también incluyó una canasta de alimentos
avaluada en 37 dólares, fue rechazada por los dirigentes como
altamente insuficiente, por su monto y por beneficiar solo a parte de
los pescadores afectados.
En
un nuevo petitorio de 28 puntos, los pescadores exigieron un bono de
2.650 dólares en seis cuotas, que se declare “zona de catástrofe”
a una amplia zona de Chiloé y que se le condonen sus deudas
bancarias.
Además,
solicitaron la regionalización de los recursos naturales, la
disminución del precio de los combustibles, un salario mínimo
regional, garantía de salud pública y una universidad regional,
entre otros.
La
mayor parte de los científicos atribuye las causas de la marea roja
al cambio climático, que aumentó la temperatura del mar modificando
la Corriente del Niño provocando un incremento de algas y toxinas.
Pero
los pescadores y varios especialistas insisten en culpar a las
industrias salmoneras por botar al Pacífico casi 5.000 toneladas de
peces descompuestos.
Para
SalmónChile, la asociación de industriales del sector, este hecho
“no tiene ninguna relación” con la actual marea roja, porque “lo
que está pasando hoy se ha dado normalmente hace mucho tiempo en la
zona”, aunque con menor intensidad.
El
gobierno encargó una investigación sobre el origen del problema, la
que podría aclarar otros fenómenos extraordinarios ocurridos en los
últimos meses, como el varamiento de 330 ballenas en el golfo de
Penas, en el extremo sur de Chile, en 2015 y principios de 2016, o la
llegada en enero de unos 10.000 calamares muertos a las costas frente
a la sureña región de Bío Bío.
En
la primera semana de mayo, unas 20 toneladas de sardinas vararon en
comunas costeras de la también sureña región de la Araucanía
repitiéndose un fenómeno sucedido a mediados de abril.
Enrique
Calfucura, experto en economía de los recursos naturales de la
Universidad Diego Portales, dijo a IPS que el fenómeno de la marea
roja “podría explicarse por la acción de El Niño durante este
año, más intenso que en 2015, lo que aumentó las temperaturas en
el Pacifico y aguas interiores”.
En
ese sentido, advirtió que este mismo año se observó un aumento de
la temperatura de las aguas del seno de Reloncavi, en Isla Grande, de
entre dos y cuatro grados centígrados, lo que provocó proliferación
de algas nocivas en esa zona.
Respecto
a los efectos de la industria salmonera, Calfucura aseveró que “se
sospecha que la carga en el mar de fósforo y nitrógeno, entre
otros, reduce la disponibilidad de oxígeno y fomenta la floración
de algas nocivas”.
Sin
embargo, dijo, “falta aún estudiar de manera científica otros
factores humanos que podrían incidir en la generación y extensión
de marea roja”.
El
experto recordó que en el mundo se ha intentado implementar medidas
para controlar la marea roja “pero han sido poco efectivas y
eventualmente generarían también impactos negativos sobre los
ecosistemas”.
En
medio de los esfuerzos de gobierno y científicos por controlar la
contaminación, los chilotes se mantienen firmes por conseguir una
ayuda acorde a la catástrofe y, de paso, resolver demandas
históricas que, dicen, los tienen postergados.
Editado
por Estrella Gutiérrez
Fuente:
Fuente:
Orlando Milesi, Marianela Jarroud, Contaminación marina provoca estallido social en el sur de Chile, 10/05/16, Inter Press Service.
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