domingo, 7 de agosto de 2016

Residuos nucleares: No acercarse en 100.000 años


Las agencias nucleares están buscando los signos, el lenguaje y las soluciones para advertir a nuestros descendientes que se mantengan alejados.

por Michael Stothard

Estamos en una jaula roja de metal que golpetea dentro de un pozo minero en su lento descenso hacia nuestro destino, medio kilómetro bajo tierra cerca de la pequeña ciudad de Bure, en el este de Francia. Por encima de nosotros hay campos de oleaginosas color amarillo. A continuación se observa el laberinto de túneles de hormigón armado que, en caso de obtener la aprobación final del gobierno francés, será a partir de 2025 el último lugar de descanso para los residuos más destructivos e indestructibles de la historia. Se trata de la instalación de almacenamiento geológico profundo de 25 mil millones de euros para los residuos radiactivos de alta y media actividad de Francia, el saldo de más de medio siglo de energía nuclear. Cuando el trabajo aquí está finalmente terminado, nadie deberá nunca hacer este viaje nuevamente, o al menos en 100.000 años.

Francia es el mayor exportador del mundo de electricidad y la nación nuclear más comprometida del mundo, con 58 reactores produce el 75 por ciento de la energía del país. Como resultado de ello, también produce suficientes residuos radiactivos tóxicos para llenar 120 colectivos de dos pisos por año (alrededor de 13.000 metros cúbicos, que equivale a 2 kg al año por cada uno de los franceses). El reto en Bure no es sólo construir un vertedero masivo de basura radiactiva, sino también resguardarla de la intervención humana por una cantidad imposible de tiempo -más de 4.000 generaciones humanas.

Nuestra jaula tartamudea y casi llega a su fin. Los trabajadores franceses que bajan conmigo continúan conversando sobre sus turnos, pero rápidamente comprueban el tanque de oxígeno de emergencia en mi cinturón. Cuando por fin llegamos al suelo de la caverna, estamos en el inicio de una tortuosa red de túneles de laboratorio de 1,6 kilometros. El aire es denso y polvoriento; docenas de hombres con mamelucos azules y grises perforan las paredes con máquinas del tamaño de un automóvil. Otros caminan registrando el equipo científico incrustado en la roca. Por encima de nosotros, los techos grises curvos están cubiertos por una densa maraña de cables y tubos que envían datos a los técnicos en la superficie.

Los residuos, que serán colocados en un cuarto de millón de contenedores sellados en túneles con ranuras horizontales de más de 100 metros de largo, son el subproducto de la quema de uranio en los reactores nucleares, e incluyen algunos de los radionucleidos más mortales y de larga duración en el mundo. El Cloro-36 tiene una vida media de 300.000 años, mientras que el neptunio-237 2 millones de años. La gente no suele entrar en contacto directo con estos materiales, salvo un accidente nuclear, pero los que sí entraron en contacto conocieron un horrible final. En 1987, unos ladrones robaron en Brasil una fuente sellada de radiación de alto nivel de un viejo hospital abandonado. Vendieron la fuente rota y abierta. Después de tres días, cuatro personas que la manipulaban comenzaron a sufrir hemorragias internas en sus extremidades, ojos y tracto digestivo, según los médicos. A continuación, se les cayó el cabello. En cuestión de semanas, estaban muertos.

Desde la primera planta de energía nuclear que Francia abrió en 1956, el país albergó sus residuos tóxicos de alto nivel en cuatro instalaciones nacionales de corto plazo y en la superficie: La Haya, en Normandía, Marcoule y Cadarache, al sur y Valduc, al norte de Dijon. Esto siempre fue visto como una solución para salir del paso. Los edificios tienen alta seguridad, pero no fueron diseñados para durar más de unas pocas décadas, y mucho menos para mantener los residuos aislados durante los 100.000 años y más que seguirán siendo peligrosos. En los años 1970 y 1980, las agencias nucleares de Francia y de todo el mundo jugaron con la idea de disparar los residuos al espacio en un cohete o depositarlos en las profundidades del océano. Ambas opciones fueron finalmente rechazadas por ser demasiado peligrosas, con el temor de que un cohete podría explotar en la atmósfera, y en el océano podría haber fugas radiactivas.

Finalmente, en la década de 1990, gobiernos y científicos parecen converger en la idea de enterrar los residuos radiactivos en instalaciones de almacenamiento diseñadas para durar para siempre. Los residuos se sellarían cientos de metros bajo tierra en formaciones geológicas de arcilla, sal de roca y granito que no se han movido durante millones de años. Dijeron que la eliminación subterránea profunda sería para proteger los residuos de la interferencia humana, los terremotos o el cambio climático. Sin embargo, Greenpeace y otros grupos ecologistas no estuvieron de acuerdo. Argumentaron -y siguen creyendo- que es imposible predecir si dicho almacenamiento podrá ofrecer suficiente protección contra un escape radiactivo en el largo plazo.

Sin embargo, el almacenamiento subterráneo profundo continúa siendo la solución favorita de los responsables políticos. El único sitio en los Estados Unidos es la Waste Isolation Pilot Plant (WIPP) (Planta piloto de aislamiento de desechos) en el sureste de Nuevo México, un depósito profundo para la eliminación de residuos radiactivos relacionados con las armas, que se abrió en 1999. Un sitio en Finlandia ya ha sido aprobado por los reguladores, mientras que en Suecia, Japón, Alemania y Francia los sitios geológicos han sido identificados, aunque no fueron confirmados. Las autoridades de residuos nucleares en Canadá y Gran Bretaña están buscando posibles sitios. La instalación WIPP fue cerrada temporalmente, después de un accidente en 2014, y está previsto que vuelva a abrir a finales de este año. La eventual ubicación de un sitio en Estados Unidos para los residuos nucleares de origen civil todavía está en discusión.

Sin embargo todas estas agencias nucleares tienen dos problemas a medida que tratan de idear esquemas para obtener la aprobación regulatoria para los depósitos geológicos profundos. El primero es diseñar un sitio que pueda durar para siempre, con placas tectónicas que se desplazan, y una nueva edad de hielo -que los científicos esperan que se produzca dentro de 100.000 años- que erosionará radicalmente la superficie terrestre. El escenario de pesadilla es que los elementos radiactivos se filtren en las aguas subterráneas, poco a poco, envenenando silenciosamente la vida silvestre y los seres humanos. En Alemania, la antigua mina de sal de Asse, donde 126.000 bidones de residuos nucleares fueron enterrados en la década de 1970, ya está colapsando, lo que obligó a las autoridades a desenterrar el material peligroso para colocarlo en otro lugar.

La segunda cuestión es que todas las agencias nucleares tienen el deber de tratar de evitar que los sitios radiactivos sean perturbados por las civilizaciones futuras, que pueden tomar la decisión de excavar una zona en la ignorancia, o incluso con la esperanza equivocada de encontrar algún tipo de tesoro enterrado bajo tierra. Con este fin, están tratando de encontrar una manera de comunicarse con el futuro lejano, con el fin de advertir a sus habitantes sobre lo que sucederá si son demasiado curiosos, y también para ayudar en la solución ante cualquier problema técnico en el sitio. Esto no sólo es una obligación moral. En los Estados Unidos, por ejemplo, existe una obligación legal para tratar de mantener la "memoria" viva del sitio, debido a que se puede controlar "a perpetuidad".

Esta es una tarea increíble. Hace unos 100.000 años Europa estaba poblada por una especie diferente de seres humanos, el Homo neanderthalensis. Sabemos que tenían rasgos faciales pronunciadamente ​​simiescos, y utilizaban herramientas básicas de caza, pero no tenemos conocimiento de la lengua que usaban. No tenemos idea de lo que sucederá en los próximos cien mil años, y qué tipo de sociedades poblarán el planeta, y mucho menos cómo podemos comunicarnos con ellos. ¿Van siquiera a entender nuestro idioma? Una gran parte de la lengua maya escrita, utilizada hasta el siglo 17 en América Central, es indescifrable para nosotros hoy en día.

La estructura de trébol, el símbolo internacional de alerta para la radiación -tres hojas negras sobre un fondo amarillo- fue creada en 1946 y todavía no se conoce bien. En 2007, después de un estudio de cinco años en 11 países, la Agencia Internacional de Energía Atómica encontró que el símbolo "no tiene un significado intuitivo y poco reconocimiento más allá de los educados en su significado"; sólo el 6 por ciento de los encuestados en Kenia, India y Brasil sabían lo que significaba. Un signo más complejo, de color rojo, que muestra las ondas que irradian desde el trébol, una calavera y una figura corriendo, diseñado para ser más intuitivo, se introdujo en 2007. Sin embargo, ¿Se puede entender esto como un símbolo para el peligro en 100.000 años? Lo más preocupante, ¿Prestarán atención a la advertencia las futuras generaciones, incluso si la pueden entender?

...

Patrick Charton es uno de los principales expertos del mundo sobre este problema cuasi-filosófico. Es jefe de una división especial "memoria" dentro de la agencia nuclear francesa, Andra, responsable de buscar formas con las que podemos mantener viva la memoria de las instalaciones de almacenamiento nuclear. Su trabajo es, efectivamente, comunicarse con el futuro.

"Tenemos el deber de cuidar y tratar de preservar el sitio del olvido, para advertir a las generaciones futuras sobre lo que hay allí", dice, en una tarde lluviosa en su oficina en las afueras de París. "Es evidente que no es fácil, no obstante... ¿Cómo se escribe un mensaje para que dure miles de años? ¿Qué idioma se utiliza? ¿Qué se puede decir?"

Los primeros intentos de responder a esta difícil pregunta datan de finales de los 80 y principios de los 90 en los Estados Unidos. Reconociendo los límites de los científicos puros para resolver el problema, el Departamento de Energía encomendó a un grupo de sociólogos, escritores de ciencia ficción, futurólogos y artistas, para ayudar a crear un diseño de una advertencia a largo plazo para colocar en la parte superior del depósito de la WIPP en Nuevo Méjico. Los cuales llevaron a cabo una serie de recomendaciones. En primer lugar, construir un "muro de mensajes" en granito en la parte superior del sitio, y cincelar un mensaje -en siete idiomas del chino al Navajo- en las losas. El mensaje propuesto, una larga explicación, fue diseñado para infundir miedo a los que pudieran entenderlo. En parte se lee:

"Este lugar no es un lugar de honor... ninguna hazaña se conmemora aquí... nada valioso hay aquí.

Lo que hay aquí era peligroso y repugnante para nosotros. Este mensaje es una advertencia sobre el peligro.

El peligro está en un lugar determinado... que aumenta hacia un centro... el centro del peligro está aquí... de un tamaño y forma particular, y por debajo de nosotros.

El peligro todavía está presente, en su tiempo, como lo fue en el nuestro.

El peligro es para el cuerpo, y puede matar.

La forma del peligro es una emanación de energía.

El peligro se libera sólo si se perturba físicamente este lugar de una manera considerable. Este lugar es el más rechazado y fue deshabitado".

También se sugirió que una serie más amplia de "marcadores" debían levantarse en el sitio -una señal imponente, más allá de la palabra escrita, que debería ser "antinatural, siniestra y repulsiva"- para el caso de que nuestras lenguas no sobrevivan. Se propuso una serie de diseños terribles, uno de los cuales era cubrir toda la superficie del predio con puntas de concreto gigantes. Las puntas y sus sombras, se pensaba, siempre comunicarían peligro. Se propuso el rostro desencajado de la pintura de Edvard Munch "El grito" entre las señales de advertencia que iban a ser repartidos por todo el sitio.

Los diseños finales de los marcadores de advertencia no necesitan ser presentados al gobierno de Estados Unidos hasta alrededor de 2035, ya que la instalación no se cerrará hasta alrededor de 2050. Hoy en día, la propuesta oficial es tener 48 monumentos de granito en todo el sitio, cada uno de pie ocho metros de altura y un peso de 20 toneladas. Pero la idea de gigantes bloques de granito -tratando de lograr el acatamiento asustando en un futuro- ya está pasando de moda. Charton lo llama una "solución clásica americana" -"muy grande", pero también fea, y "siempre hay un riesgo de que las cosas feas sean destruidas" por los locales.

Otra crítica es más fundamental. La historia de la arqueología y las incrusiones en las tumbas sugiere que las advertencias tienden a ser ignoradas o, peor aún, incitan la curiosidad. Las tumbas de los faraones en Egipto, profundamente ocultas debajo del desierto, fueron profanadas a pesar de las terribles maldiciones de advertencia en contra. Indiana Jones es un héroe por romper las reglas, no mantenerlas. "Los seres humanos son curiosos por naturaleza," dice Charton. "Las advertencias son una invitación".

Abraham Van Luik, un geocientífico con orientación filosófica que trabaja en la instalación WIPP, está de acuerdo en que la idea de asustar a las generaciones futuras es defectuosa y que las presentaciones finales de diseño para el sitio serán muy diferentes. "Los padres intentan controlar a los niños con emociones como la culpa o el miedo, con resultados variados e impredecibles", dice. "Si le se le dice a la gente que no debe tocar el botón rojo, pero no se dice por qué, ¿Qué van a hacer?. Nosotros pensamos que tratamos a las generaciones futuras como adultos y sólo les damos datos para prevenir que hagan algo que ignoran. Añade que las losas de granito gigantes serían "monstruosamente" caras.

Mientras que los americanos han estado experimentando con diseños para infundir miedo a gran escala, los países escandinavos adoptaron por un enfoque más tranquilo. El almacenamiento geológico profundo en Onkalo, en la costa oeste de Finlandia, que comenzará a operar en 2023, es por el momento diseñado para no dejar huellas en el paisaje. En la tundra helada -por lo que los planes quedan- lejos de cualquier combustible o mineral precioso, ¿Cuáles son las posibilidades de que alguien pudiera elegir excavar 400 metros bajo tierra? "La idea es que la instalación esté a salvo para siempre, incluso si se pierde la memoria", dice Kai Hämäläinen de la autoridad de seguridad nuclear finlandesa. "No hay ningún requisito en la legislación para algún tipo de señal".

Tanto este enfoque, como el americano, han sufrido una violenta reacción. El argumento tiene un defecto fatal, dicen sus críticos. ¿Cómo puede asegurarse que la gente no olvidará la ubicación? ¿Cómo se garantiza que, generación tras generación, el conocimiento del sitio permanecerá en la memoria colectiva? ¿Tal vez después de 1.000 años, la gente recordará que hay algo ahí abajo -algo que no molesta, algo peligroso y prohibido, ¿Tal vez incluso valioso?. Esta fue la pregunta planteada en Into Eternity, una película de 2010 del director de documentales danés Michael Madsen, que analizó el futuro de repositorios como Onkalo. "¿Cómo se recuerda no olvidar?", preguntó.

Hoy en día, un nuevo y frágil consenso se está desarrollando en todo el mundo. Bajo el paraguas de la Agencia de Energía Nuclear (AEN) de París, 17 organizaciones de 13 países se unieron en 2011 para formar la iniciativa RK & M, de conservación de documentos, conocimiento y memoria a través de las generaciones. En una histórica conferencia en 2014 en Verdun, Francia, se acordó que debe haber alguna forma de señalar un sitio de desechos nucleares para advertir a las generaciones futuras. El marcador debería tener información básica sobre lo que está enterrado, no sólo mensajes emotivos para impedir la entrada, y esta información también debería ser archivada en todo el mundo para maximizar la probabilidad de que no será olvidada.

Sin embargo, todavía no existe un consenso absoluto acerca de lo que se debería escribir ni las señales que se deberían usar. De hecho, hay un temor creciente de que no exista una forma infalible para hablar con el futuro. El problema, según Simon Wisbey del UK’s Radioactive Waste Management Directorate (RWMD) (Dirección del Reino Unido para la gestión de desechos radiactivos), es la constatación de que definitivamente no hay señales que hayan durado incluso 10.000 años; nada asegura que no va a ser demolida por las civilizaciones futuras, y no hay mensajes que con confianza podamos asumir que otra civilización vaya a entender, por simples que sean.

Un diagrama de un hombre caminando hasta un barril de residuos radiactivos y que después cae enfermo, podría por ejemplo, si se lee al revés, interpretarse como un hombre enfermo que va hasta el barril de residuos y mejora, dice Wisbey. "Incluso hoy en día muchas culturas leen de derecha a izquierda. No podemos saber cómo las personas podrían interpretar tales advertencias en un futuro lejano". Un estudio NEA examinó la eficacia de las piedras del tsunami japonés, marcas escritas hace más de 1.000 años, de advertencia para las generaciones futuras de no construir casas cerca del mar. La conclusión: Aunque la función de las piedras se pudo entender, su mensaje fue a menudo ignorado.

Incluso preservar un registro de las señales es un problema. La vida útil de los CD y unidades de disco duro es de unas pocas décadas en el mejor de los casos. En París, Charton ha sido líder en la creación de un "disco de zafiro" -la información es grabada en dos placas delgadas de zafiro industrial- un medio que potencialmente podría durar un millón de años. Pero incluso esto está lejos de ser infalible, dice. "Tiene una duración de un millón de años, pero si nadie puede leerlo porque nadie más lee el francés o el inglés, ¿para qué sirve? Y si una persona lo golpea con un martillo, o justo un mandril da en el compartimiento, todo se habrá terminado. Nada dura para siempre".

El temor de que no haya manera definitiva de crear un mensaje eterno ha obligado a los organismos nucleares a desarrollar un segundo pilar para su investigación. La segunda conclusión de la conferencia de Verdún de 2014 fue que cualquier plan para "dictar" información a un futuro lejano con marcadores y mensajes muy probablemente falle. Erik Van Hove, profesor de la Universidad de Amberes, resumió la conferencia diciendo que la humanidad necesita centrarse en la creación de una cultura duradera en todo los depositorios de residuos nucleares para fomentar que las generaciones futuras se cuiden de ellos.

Como resultado de este cambio intelectual, la mayoría de las agencias nucleares en el mundo occidental, entre ellos las de Francia y Estados Unidos, están mirando más allá de señaladores y mensajes, para crear una cultura local en torno a un sitio para mantener viva la memoria de su contenido. Están recurriendo a pintores, poetas y compositores por inspiración donde ingenieros, científicos y geólogos están debatiendo.

El año pasado, en Francia, Andra puso en marcha un concurso para artistas -con un premio en efectivo de 6 mil euros- para propuestas que podrían mantener esta memoria viva. El NEA está mirando disciplinas cruzadas, ayudando a desarrollar una comunidad de filósofos y mentes creativas, a generar ideas que la agencia podría implementar algún día. El número de artistas que participan en el trabajo ha crecido considerablemente en los últimos años, con las ideas que van desde lo común a lo fantástico.

Cécile Massart, ex profesor de grabados en la Academia Ixelles de Bruselas, es uno de los pioneros en este campo. Desde 1994, ha estado explorando maneras de asegurar que perdure el recuerdo de una instalación de residuos nucleares. Su idea principal es la construcción de un "laboratorio" creativo por encima del lugar, en el cual cada generación pueda encontrar formas de explicarse a sí misma los peligros nucleares. Hablando por teléfono desde su estudio en Bruselas, ella dice que quiere artistas que trabajen en el laboratorio, pero también que sus trabajos sean temporales -actualizados con cada generación. "Cuando el espacio esté lleno, los artistas van a derribar los antiguos trabajos y construirán nuevas piezas, por lo que el sitio estará constante evolución".

William Verstraeten, un artista holandés, tiene ideas similares trabajando para la cultura local. En 2001 fue elegido por COVRA, la compañía holandesa de procesamiento de residuos radiactivos, para rediseñar sus instalaciones de residuos nucleares de corto plazo en Vlissingen, una cámara por encima del suelo, donde los residuos se enfriarán durante 100 años antes de ser enterrados. Él recubr el edificio con capas de pintura naranja brillante, y estampó una gran versión de la ecuación de Albert Einstein, E = mc2, en sus paredes externas, y el lugar quedó como un museo de arte. A medida que los contenidos se enfrían, el color se desvanece; en 100 años, será blanco.

"El sitio fue rechazado, y ahora tenemos decenas de miles de visitantes al año, porque ven algo positivo allí", dice Verstraeten. "La reina [Beatriz de los Países Bajos] lo inauguró. Los estadounidenses están equivocados. [El sitio] Puede ser un lugar de honor. Los residuos nucleares son peligrosos, sí, pero también son monumento a lo que hemos sido capaces de lograr".

Entre los participantes a la competencia de Andra, Rossella Cecili, una artista belga-italiana que vive en París, y la compositora italiana Valentina Gaia, trabajan juntas para obtener una canción infantil que cuente la historia del lugar donde está enterrado el desperdicio francés. También instan a los adultos a confiar en los niños, y a confiar en sus canciones, ya que contienen información que puede salvar vidas. "Hay canciones que hemos estado cantando desde hace cientos de años, y melodías que son aún más aniguas", dice Cecili en un café de París. "La nuestra es acerca de dónde está el sitio y lo que está enterrado debajo. Creo que el hormigón o cualquier cosa que esté ahí se erosionará y morirá, pero si a la cultura le gusta esta canción quizá podría sobrevivir".

Hans Codee, químico y ex director de COVRA, está de acuerdo en que las canciones y las historias podrían ser clave para estas cuestiones. "Contar historias es un arte antiguo y poderoso para transmitir la información al futuro", escribe en un reciente artículo de investigación. "Hoy en día, todavía disfrutamos de la Ilíada y la Odisea, que nos hablan de los acontecimientos que tuvieron lugar alrededor de 1200 AC. Es decir hace unos 3.000 años". El arte puede durar incluso más tiempo: los dibujos más antiguos en el mundo, dice, se encuentran en el sur de Francia; dibujos de animales de entre 30.000 a 32.000 años. "Cuando las pinturas y esculturas que cuentan una historia, además están pensadas para ser bellas, hay una razón para mantenerlas siempre".

Stéfane Perraud, otro artista francés que participó en el concurso Andra, ha llegado a una solución biológica. Su plan es cubrir el sitio de Bure con las plantas modificadas genéticamente para verse azules. Él cree que el color parecerá tan extraño en el paisaje, que se verá como un lugar místico por los seres humanos del futuro, que estudiarán la zona y por su propio esfuerzo sabrán que hay materiales nucleares abajo -en lugar de serles contado.

En el Reino Unido, Bryan McGovern Wilson, artista de Estados Unidos, y Robert Williams, profesor de bellas artes en la Universidad de Cumbria, en el norte de Inglaterra, han estado explorando la relación entre las industrias nucleares de Cumbria y Lancashire norte, y el paisaje local. Su trabajo se centra en la creación de lo que ellos llaman "objetos populares atómicos", que incluyen trajes, historias, objetos y rituales destinados a crear una tradición oral en torno a los sitios nucleares para que nunca sean olvidados.

Algunas de las ideas para la creación de una cultura de la memoria en sitios de desechos nucleares han sido más alegres. En uno de los primeros proyectos, que data de la década de 1980, a los filósofos Françoise Bastide y Paolo Fabbri se les ocurrió la idea del "gato Ray", un gato genéticamente modificado que se ilumina en la proximidad de la radiación. En una cultura donde se adora a los gatos, los gatos que cambien de color significarían peligro. "Queríamos encontrar un medio que siguiera siendo importante para los seres humanos por siempre", dice Fabbri, profesor de semiótica en la Universidad de Urbino en Italia. "Los símbolos, el lenguaje, todo va a cambiar, pero los gatos siempre han sido importantes para nosotros. Podemos hacer una suposición razonable que van a importar a los futuros seres humanos", dice, añadiendo que era un "experimento mental" y claramente no es probable que suceda en la práctica.

Para los funcionarios nucleares, las maneras más simples y de mejor costo-beneficio para crear participación de la comunidad son a menudo las más convincentes. Los museos son una de las ideas más populares. Van Luik del WIPP dice que quiere un arquitecto para crear un museo en el desierto de los Estados Unidos, que será una atracción turística que va a mantener la memoria viva del sitio por generaciones. Pero el punto clave, dice, es que los funcionarios como él están llegando a la conclusión de que la participación de la comunidad local es esencial, y que en el futuro los seres humanos tendrán que ser animados a tomar su propia responsabilidad en los residuos. "Al final, si alguien quiere excavar en busca de petróleo allí, y toda la civilización ha colapsado, la comunidad local es la que probablemente esté allí para advertirles. Pero tienen que estar involucrados con su entorno, es necesario que haya una memoria viva de lo que está allí. Si algo importante puede hacerse a nivel local, puede continuar durante mucho tiempo".

Los 82 residentes de la tranquila localidad de Bure parecen no ser conscientes de organizar la respuesta a esta espinosa cuestión, o de que puedan ser capaces de crear una historia oral más duradera que las losas de ultra-larga duración de hormigón. Mireille, que ha vivido en la zona durante 20 años y trabaja en una cafetería cerca del sitio Andra, parece un poco preocupada por la idea. "Nunca había pensado en eso" dice, "pero supongo que le voy a decir a mis hijos al respecto. No estoy seguro de que puedan confiar en nosotros sin embargo. Podríamos alejarnos, ya sabes, o algo por el estilo".

En el centro de Bure está la Maison de la Résistance, una casa destartalada cubierta de señales anti-nucleares. Entré con recelo, aunque al final me ofrecieron café y vino artesanal. Los residentes están en una campaña en Bure -aparentemente como una forma de vida- contra el sitio de desechos nucleares. Un hombre que responde al nombre de Michel, se lanza a una explicación sobre la geología de la roca y cómo la radiación se filtra hacia fuera -que es una de las principales críticas de los grupos ecologistas antinucleares. Una de las mujeres, Michelle, sirve el café negro grueso y dice que las generaciones futuras desenterrarán los residuos nucleares por error: "¿Cuando el hombre ha dejado algo solo?".

Sugiero a Michelle y Michel que son una parte de la solución para mantener la memoria del sitio vivo. A pesar de ser el blanco de la ira de los defensores, varios funcionarios de Andra me hablaron de la Maison de la Résistance, casi como si estuvieran contentos de tener otra señal -otra huella en la cultura- que le da una mayor posibilidad de que el sitio no será olvidado. Charton dice: "Necesitamos de todo -marcadores a largo plazo sobre el sitio, los discos de zafiro, panfletos distribuidos en todo el mundo. Pero, sobre todo, necesitamos que la comunidad recuerde. Ellos son parte del plan".

Pero Michelle no está convencida de que las autoridades deban confiar en ellos, o que la memoria comunal local sobreviva 100.000 años de calentamiento global, guerra y enfermedades. "Que montón de boludeces" dijo ella, tomando un trago de vino. "Ellos confían en nosotros! El sitio será olvidado, y se va a excavar de nuevo y toda la zona será envenenada... Es el regalo precioso que nuestra cultura está dejando para el futuro, ¿Verdad?"

Michael Stothard es corresponsal en París del FT

Fotografías: Nicolas Guiraud

Este artículo ha sido modificado desde la publicación original para aclarar que el aislamiento de desechos Planta Piloto (WIPP) está temporalmente cerrada

Fuente: 
Michael Stothard, Nuclear waste: keep out for 100,000 years, 14/07/16, Financial Times.

No hay comentarios:

Publicar un comentario