Las agencias nucleares están buscando los signos, el lenguaje y las soluciones para advertir a nuestros descendientes que se mantengan alejados.
por Michael Stothard
Estamos en una jaula roja de metal que golpetea dentro de un pozo minero en su lento descenso hacia nuestro destino, medio kilómetro bajo tierra cerca de la pequeña ciudad de Bure, en el este de Francia. Por encima de nosotros hay campos de oleaginosas color amarillo. A continuación se observa el laberinto de túneles de hormigón armado que, en caso de obtener la aprobación final del gobierno francés, será a partir de 2025 el último lugar de descanso para los residuos más destructivos e indestructibles de la historia. Se trata de la instalación de almacenamiento geológico profundo de 25 mil millones de euros para los residuos radiactivos de alta y media actividad de Francia, el saldo de más de medio siglo de energía nuclear. Cuando el trabajo aquí está finalmente terminado, nadie deberá nunca hacer este viaje nuevamente, o al menos en 100.000 años.
Francia es el
mayor exportador del mundo de electricidad y la nación nuclear
más comprometida del mundo, con 58 reactores produce el 75 por
ciento de la energía del país. Como resultado de ello, también produce suficientes residuos radiactivos tóxicos para llenar 120 colectivos de dos pisos por año (alrededor de 13.000 metros
cúbicos, que equivale a 2 kg al año por cada uno de los franceses). El
reto en Bure no es sólo construir un vertedero masivo de basura
radiactiva, sino también resguardarla de la intervención
humana por una cantidad imposible de tiempo -más de 4.000
generaciones humanas.
Nuestra
jaula tartamudea y casi llega a su fin. Los trabajadores franceses
que bajan conmigo continúan conversando sobre sus turnos, pero
rápidamente comprueban el tanque de oxígeno de emergencia en mi
cinturón. Cuando por fin llegamos al suelo de la caverna, estamos en
el inicio de una tortuosa red de túneles de laboratorio de 1,6
kilometros. El aire es denso y polvoriento; docenas de hombres con mamelucos azules y grises perforan las paredes con máquinas del tamaño de
un automóvil. Otros caminan registrando el equipo científico
incrustado en la roca. Por encima de nosotros, los techos grises
curvos están cubiertos por una densa maraña de cables y tubos que envían datos a los técnicos en la superficie.
Los residuos, que
serán colocados en un cuarto de millón de contenedores sellados en túneles con ranuras horizontales de más de 100 metros de largo, son
el subproducto de la quema de uranio en los reactores nucleares, e
incluyen algunos de los radionucleidos más mortales y de larga
duración en el mundo. El Cloro-36 tiene una vida media de 300.000 años, mientras que el neptunio-237 2 millones de años. La gente no
suele entrar en contacto directo con estos materiales, salvo
un accidente nuclear, pero los que sí entraron en contacto conocieron un horrible final.
En 1987, unos ladrones robaron en Brasil una fuente sellada de radiación de
alto nivel de un viejo hospital abandonado. Vendieron la fuente rota y abierta. Después de tres días, cuatro personas que
la manipulaban comenzaron a sufrir hemorragias internas en sus extremidades,
ojos y tracto digestivo, según los médicos. A continuación, se les cayó el
cabello. En cuestión de semanas, estaban muertos.
Desde la primera
planta de energía nuclear que Francia abrió en 1956, el país albergó sus residuos tóxicos de alto nivel en cuatro instalaciones
nacionales de corto plazo y en la superficie: La Haya, en Normandía,
Marcoule y Cadarache, al sur y Valduc, al norte de Dijon. Esto siempre fue visto como una solución para salir del paso. Los edificios
tienen alta seguridad, pero no fueron diseñados para durar más de
unas pocas décadas, y mucho menos para mantener los residuos aislados durante los 100.000 años y más que seguirán siendo peligrosos. En los
años 1970 y 1980, las agencias nucleares de Francia y de todo el
mundo jugaron con la idea de disparar los residuos al espacio en un
cohete o depositarlos en las profundidades del océano. Ambas opciones fueron
finalmente rechazadas por ser demasiado peligrosas, con el temor de
que un cohete podría explotar en la atmósfera, y en el océano podría haber fugas radiactivas.
Finalmente, en la
década de 1990, gobiernos y científicos parecen converger en la idea de enterrar los residuos radiactivos en
instalaciones de almacenamiento diseñadas para durar para siempre.
Los residuos se sellarían cientos de metros bajo tierra en
formaciones geológicas de arcilla, sal de roca y granito que no se
han movido durante millones de años. Dijeron que la eliminación subterránea
profunda sería para proteger los residuos de la interferencia
humana, los terremotos o el cambio climático. Sin embargo,
Greenpeace y otros grupos ecologistas no estuvieron de acuerdo. Argumentaron -y
siguen creyendo- que es imposible predecir si dicho almacenamiento podrá ofrecer suficiente protección contra un escape radiactivo
en el largo plazo.
Sin embargo, el almacenamiento subterráneo profundo continúa siendo la solución
favorita de los responsables políticos. El único sitio en los Estados Unidos es la Waste Isolation Pilot Plant (WIPP) (Planta piloto de aislamiento de desechos) en el sureste de Nuevo
México, un depósito profundo para la eliminación de residuos
radiactivos relacionados con las armas, que se abrió en 1999. Un
sitio en Finlandia ya ha sido aprobado por los reguladores, mientras que en
Suecia, Japón, Alemania y Francia los sitios geológicos han sido
identificados, aunque no fueron confirmados. Las autoridades de
residuos nucleares en Canadá y Gran Bretaña están buscando
posibles sitios. La instalación WIPP fue cerrada temporalmente,
después de un accidente en 2014, y está previsto que vuelva a abrir
a finales de este año. La eventual ubicación de un sitio en Estados
Unidos para los residuos nucleares de origen civil todavía está en discusión.
Sin embargo todas estas
agencias nucleares tienen dos problemas a medida que
tratan de idear esquemas para obtener la aprobación regulatoria
para los depósitos geológicos profundos. El primero es diseñar un sitio que pueda durar para siempre, con placas tectónicas que se
desplazan, y una nueva edad de hielo -que los científicos esperan
que se produzca dentro de 100.000 años- que erosionará radicalmente la
superficie terrestre. El escenario de pesadilla es que los elementos
radiactivos se filtren en las aguas subterráneas, poco a
poco, envenenando silenciosamente la vida silvestre y los seres
humanos. En Alemania, la antigua mina de sal de Asse, donde 126.000
bidones de residuos nucleares fueron enterrados en la década de
1970, ya está colapsando, lo que obligó a las autoridades a
desenterrar el material peligroso para colocarlo en otro lugar.
La segunda
cuestión es que todas las agencias nucleares tienen el deber de
tratar de evitar que los sitios radiactivos sean perturbados por las
civilizaciones futuras, que pueden tomar la decisión de excavar una
zona en la ignorancia, o incluso con la esperanza equivocada de
encontrar algún tipo de tesoro enterrado bajo tierra. Con este fin, están tratando de encontrar una manera de comunicarse con el
futuro lejano, con el fin de advertir a sus habitantes sobre lo que
sucederá si son demasiado curiosos, y también para ayudar en la solución ante cualquier problema técnico en el sitio.
Esto no sólo es una obligación moral. En los Estados Unidos, por ejemplo,
existe una obligación legal para tratar de mantener la "memoria"
viva del sitio, debido a que se puede controlar "a
perpetuidad".
Esta es una tarea increíble. Hace unos 100.000 años Europa estaba poblada por una
especie diferente de seres humanos, el Homo neanderthalensis. Sabemos
que tenían rasgos faciales pronunciadamente simiescos, y utilizaban
herramientas básicas de caza, pero no tenemos conocimiento de la
lengua que usaban. No tenemos idea de lo que sucederá en los
próximos cien mil años, y qué tipo de sociedades poblarán el
planeta, y mucho menos cómo podemos comunicarnos con ellos. ¿Van
siquiera a entender nuestro idioma? Una gran parte de la lengua maya
escrita, utilizada hasta el siglo 17 en América Central, es
indescifrable para nosotros hoy en día.
La estructura de
trébol, el símbolo internacional de alerta para la radiación -tres hojas negras sobre un fondo amarillo- fue creada en 1946 y
todavía no se conoce bien. En 2007, después de un estudio de cinco
años en 11 países, la Agencia Internacional de Energía Atómica
encontró que el símbolo "no tiene un significado intuitivo y
poco reconocimiento más allá de los educados en su significado";
sólo el 6 por ciento de los encuestados en Kenia, India y Brasil
sabían lo que significaba. Un signo más complejo, de color rojo, que
muestra las ondas que irradian desde el trébol, una calavera y una
figura corriendo, diseñado para ser más intuitivo, se introdujo en
2007. Sin embargo, ¿Se puede entender esto como un símbolo para el
peligro en 100.000 años? Lo más preocupante, ¿Prestarán atención a la advertencia las futuras generaciones, incluso si la pueden entender?
...
Patrick Charton
es uno de los principales expertos del mundo sobre este problema cuasi-filosófico. Es jefe de una división especial "memoria"
dentro de la agencia nuclear francesa, Andra, responsable de buscar
formas con las que podemos mantener viva la memoria de las
instalaciones de almacenamiento nuclear. Su trabajo es, efectivamente, comunicarse con el futuro.
"Tenemos el
deber de cuidar y tratar de preservar el sitio del olvido, para
advertir a las generaciones futuras sobre lo que hay allí",
dice, en una tarde lluviosa en su oficina en las afueras de París.
"Es evidente que no es fácil, no obstante... ¿Cómo se escribe un mensaje para que dure miles de años? ¿Qué idioma se utiliza?
¿Qué se puede decir?"
Los primeros
intentos de responder a esta difícil pregunta datan de
finales de los 80 y principios de los 90 en los Estados Unidos. Reconociendo los
límites de los científicos puros para resolver el problema, el
Departamento de Energía encomendó a un grupo de sociólogos,
escritores de ciencia ficción, futurólogos y artistas, para ayudar a
crear un diseño de una advertencia a largo plazo para colocar en
la parte superior del depósito de la WIPP en Nuevo Méjico. Los cuales llevaron a cabo una serie de recomendaciones. En primer lugar,
construir un "muro de mensajes" en granito en la parte
superior del sitio, y cincelar un mensaje -en siete idiomas del
chino al Navajo- en las losas. El mensaje propuesto, una larga
explicación, fue diseñado para infundir miedo a los que pudieran
entenderlo. En parte se lee:
"Este lugar
no es un lugar de honor... ninguna hazaña se conmemora
aquí... nada valioso hay aquí.
Lo que hay aquí era
peligroso y repugnante para nosotros. Este mensaje es una advertencia
sobre el peligro.
El peligro está
en un lugar determinado... que aumenta hacia un centro... el centro
del peligro está aquí... de un tamaño y forma particular, y por
debajo de nosotros.
El peligro todavía está presente, en su tiempo, como lo fue en el nuestro.
El peligro es para
el cuerpo, y puede matar.
La forma del
peligro es una emanación de energía.
El peligro se libera sólo si se perturba físicamente este lugar de una manera considerable. Este lugar es el más rechazado y fue deshabitado".
También se
sugirió que una serie más amplia de "marcadores" debían levantarse en el sitio -una señal imponente, más allá de la palabra
escrita, que debería ser "antinatural, siniestra y repulsiva"- para el caso de que nuestras lenguas no sobrevivan. Se propuso una
serie de diseños terribles, uno de los cuales era cubrir toda
la superficie del predio con puntas de concreto gigantes. Las puntas y sus sombras, se pensaba, siempre comunicarían peligro. Se
propuso el rostro desencajado de la pintura de Edvard Munch "El
grito" entre las señales de advertencia que iban a ser repartidos
por todo el sitio.
Los diseños
finales de los marcadores de advertencia no necesitan ser presentados
al gobierno de Estados Unidos hasta alrededor de 2035, ya que la
instalación no se cerrará hasta alrededor de 2050. Hoy en día, la
propuesta oficial es tener 48 monumentos de granito en todo el sitio,
cada uno de pie ocho metros de altura y un peso de 20 toneladas. Pero
la idea de gigantes bloques de granito -tratando de lograr el acatamiento asustando en un
futuro- ya está pasando de moda. Charton lo llama
una "solución clásica americana" -"muy grande",
pero también fea, y "siempre hay un riesgo de que las cosas feas sean
destruidas" por los locales.
Otra crítica es
más fundamental. La historia de la arqueología y las incrusiones en las tumbas
sugiere que las advertencias tienden a ser
ignoradas o, peor aún, incitan la curiosidad. Las tumbas de los
faraones en Egipto, profundamente ocultas debajo del desierto, fueron profanadas a pesar de las terribles maldiciones de advertencia en contra. Indiana Jones es un héroe por romper las reglas, no
mantenerlas. "Los seres humanos son curiosos por naturaleza,"
dice Charton. "Las advertencias son una invitación".
Abraham Van Luik,
un geocientífico con orientación filosófica que trabaja en la instalación WIPP, está de acuerdo en que la idea de asustar a las generaciones
futuras es defectuosa y que las presentaciones finales de diseño
para el sitio serán muy diferentes. "Los padres intentan
controlar a los niños con emociones como la culpa o el miedo, con
resultados variados e impredecibles", dice. "Si le se le dice a
la gente que no debe tocar el botón rojo, pero no se dice por qué, ¿Qué van
a hacer?. Nosotros pensamos que tratamos a las generaciones futuras como adultos y sólo les damos datos para
prevenir que hagan algo que ignoran. Añade que las losas de
granito gigantes serían "monstruosamente" caras.
Mientras que los
americanos han estado experimentando con diseños para infundir miedo
a gran escala, los países escandinavos adoptaron por un enfoque más
tranquilo. El almacenamiento geológico profundo en Onkalo, en la
costa oeste de Finlandia, que comenzará a operar en 2023, es por el
momento diseñado para no dejar huellas en el paisaje. En la tundra
helada -por lo que los planes quedan- lejos de cualquier combustible o
mineral precioso, ¿Cuáles son las posibilidades de que alguien
pudiera elegir excavar 400 metros bajo tierra? "La idea es
que la instalación esté a salvo para siempre, incluso si se
pierde la memoria", dice Kai Hämäläinen de la autoridad de
seguridad nuclear finlandesa. "No hay ningún requisito en la
legislación para algún tipo de señal".
Tanto este enfoque,
como el americano, han sufrido una violenta reacción. El argumento
tiene un defecto fatal, dicen sus críticos. ¿Cómo puede asegurarse que la gente no olvidará la ubicación? ¿Cómo se garantiza
que, generación tras generación, el conocimiento del sitio permanecerá en la memoria colectiva? ¿Tal vez después de 1.000 años,
la gente recordará que hay algo ahí abajo -algo que no
molesta, algo peligroso y prohibido, ¿Tal vez incluso valioso?. Esta
fue la pregunta planteada en Into Eternity, una película de 2010 del
director de documentales danés Michael Madsen, que analizó el futuro de
repositorios como Onkalo. "¿Cómo se recuerda no olvidar?", preguntó.
Hoy en día, un
nuevo y frágil consenso se está desarrollando en todo el mundo. Bajo
el paraguas de la Agencia de Energía Nuclear (AEN) de París, 17
organizaciones de 13 países se unieron en 2011 para formar la
iniciativa RK & M, de conservación de documentos, conocimiento
y memoria a través de las generaciones. En una histórica conferencia en
2014 en Verdun, Francia, se acordó que debe haber alguna forma
de señalar un sitio de desechos nucleares para advertir a las
generaciones futuras. El marcador debería tener información básica
sobre lo que está enterrado, no sólo mensajes emotivos para
impedir la entrada, y esta información también debería ser archivada
en todo el mundo para maximizar la probabilidad de que no será
olvidada.
Sin embargo,
todavía no existe un consenso absoluto acerca de lo que se debería escribir ni las señales que se deberían usar. De hecho, hay un temor
creciente de que no exista una forma infalible para hablar con el
futuro. El problema, según Simon Wisbey del UK’s Radioactive Waste Management Directorate (RWMD) (Dirección del Reino Unido para la
gestión de desechos radiactivos), es la
constatación de que definitivamente no hay señales que hayan durado incluso
10.000 años; nada asegura que no va a ser demolida por
las civilizaciones futuras, y no hay mensajes que con confianza
podamos asumir que otra civilización vaya a entender, por simples que
sean.
Un diagrama de un
hombre caminando hasta un barril de residuos radiactivos y que después cae enfermo, podría por ejemplo, si se lee al revés, interpretarse como un hombre enfermo que va hasta el barril de residuos
y mejora, dice Wisbey. "Incluso hoy en día muchas
culturas leen de derecha a izquierda. No podemos saber cómo las
personas podrían interpretar tales advertencias en un futuro lejano". Un estudio NEA examinó la eficacia de las piedras del tsunami japonés,
marcas escritas hace más de 1.000 años, de advertencia
para las generaciones futuras de no construir casas cerca del mar. La conclusión:
Aunque la función de las piedras se pudo entender, su mensaje fue a
menudo ignorado.
Incluso preservar
un registro de las señales es un problema. La vida útil de los CD y
unidades de disco duro es de unas pocas décadas en el mejor de los casos. En
París, Charton ha sido líder en la creación de un "disco de
zafiro" -la información es grabada en dos placas delgadas de
zafiro industrial- un medio que potencialmente podría durar un
millón de años. Pero incluso esto está lejos de ser infalible,
dice. "Tiene una duración de un millón de años, pero si nadie
puede leerlo porque nadie más lee el francés o el inglés, ¿para
qué sirve? Y si una persona lo golpea con un martillo, o justo un mandril da en el compartimiento, todo se habrá terminado. Nada dura para
siempre".
El temor de que
no haya manera definitiva de crear un mensaje eterno ha obligado a
los organismos nucleares a desarrollar un segundo pilar para su
investigación. La segunda conclusión de la conferencia de Verdún de 2014 fue que cualquier plan para "dictar" información a
un futuro lejano con marcadores y mensajes muy probablemente
falle. Erik Van Hove, profesor de la Universidad de Amberes, resumió
la conferencia diciendo que la humanidad necesita centrarse en
la creación de una cultura duradera en todo los depositorios de
residuos nucleares para fomentar que las generaciones futuras se cuiden de ellos.
Como resultado de
este cambio intelectual, la mayoría de las agencias nucleares en el
mundo occidental, entre ellos las de Francia y Estados Unidos, están
mirando más allá de señaladores y mensajes, para crear una
cultura local en torno a un sitio para mantener viva la memoria de su
contenido. Están recurriendo a pintores, poetas y
compositores por inspiración donde ingenieros, científicos y
geólogos están debatiendo.
El año pasado,
en Francia, Andra puso en marcha un concurso para artistas -con un
premio en efectivo de 6 mil euros- para propuestas que
podrían mantener esta memoria viva. El NEA está mirando disciplinas
cruzadas, ayudando a desarrollar una comunidad de filósofos y mentes creativas, a generar ideas que la agencia podría implementar algún
día. El número de artistas que participan en el trabajo ha crecido
considerablemente en los últimos años, con las ideas que van desde lo común a lo fantástico.
Cécile Massart,
ex profesor de grabados en la Academia Ixelles de Bruselas, es uno
de los pioneros en este campo. Desde 1994, ha estado explorando
maneras de asegurar que perdure el recuerdo de una instalación de residuos
nucleares. Su idea principal es la construcción de un
"laboratorio" creativo por encima del lugar, en el cual cada
generación pueda encontrar formas de explicarse a sí misma los peligros nucleares. Hablando por teléfono desde su estudio en Bruselas,
ella dice que quiere artistas que trabajen en el laboratorio, pero también que sus trabajos sean temporales -actualizados con cada
generación. "Cuando el espacio esté lleno, los artistas van a
derribar los antiguos trabajos y construirán nuevas piezas, por lo que el
sitio estará constante evolución".
William
Verstraeten, un artista holandés, tiene ideas similares trabajando para la cultura local. En 2001 fue elegido por COVRA, la
compañía holandesa de procesamiento de residuos radiactivos, para
rediseñar sus instalaciones de residuos nucleares de corto plazo en
Vlissingen, una cámara por encima del suelo, donde los residuos se
enfriarán durante 100 años antes de ser enterrados. Él recubrió el
edificio con capas de pintura naranja brillante, y estampó
una gran versión de la ecuación de Albert Einstein, E = mc2, en sus
paredes externas, y el lugar quedó como un museo de arte. A
medida que los contenidos se enfrían, el color se
desvanece; en 100 años, será blanco.
"El sitio
fue rechazado, y ahora tenemos decenas de miles de visitantes al año,
porque ven algo positivo allí", dice Verstraeten. "La
reina [Beatriz de los Países Bajos] lo inauguró. Los estadounidenses están
equivocados. [El sitio] Puede ser un lugar de honor. Los residuos
nucleares son peligrosos, sí, pero también son monumento a lo que
hemos sido capaces de lograr".
Entre los
participantes a la competencia de Andra, Rossella Cecili, una artista
belga-italiana que vive en París, y la compositora italiana Valentina
Gaia, trabajan juntas para obtener una canción infantil que cuente la
historia del lugar donde está enterrado el desperdicio francés.
También instan a los adultos a confiar en los niños, y a confiar
en sus canciones, ya que contienen información que puede salvar
vidas. "Hay canciones que hemos estado cantando desde hace
cientos de años, y melodías que son aún más aniguas", dice Cecili en un café de París. "La nuestra es acerca de dónde está el
sitio y lo que está enterrado debajo. Creo que el hormigón
o cualquier cosa que esté ahí se erosionará y morirá, pero si a la cultura
le gusta esta canción quizá podría sobrevivir".
Hans Codee, químico y ex director de COVRA, está de acuerdo en que las
canciones y las historias podrían ser clave para estas cuestiones.
"Contar historias es un arte antiguo y poderoso para transmitir
la información al futuro", escribe en un reciente artículo de
investigación. "Hoy en día, todavía disfrutamos de la
Ilíada y la Odisea, que nos hablan de los acontecimientos que
tuvieron lugar alrededor de 1200 AC. Es decir hace unos 3.000 años".
El arte puede durar incluso más tiempo: los dibujos más antiguos en
el mundo, dice, se encuentran en el sur de Francia; dibujos de
animales de entre 30.000 a 32.000 años. "Cuando las pinturas y
esculturas que cuentan una historia, además están pensadas para ser bellas, hay una razón para mantenerlas siempre".
Stéfane Perraud,
otro artista francés que participó en el concurso Andra, ha
llegado a una solución biológica. Su plan es cubrir el sitio de
Bure con las plantas modificadas genéticamente para verse azules. Él cree que el color parecerá tan extraño en el
paisaje, que se verá como un lugar místico por los seres humanos del futuro,
que estudiarán la zona y por su propio esfuerzo sabrán que hay materiales
nucleares abajo -en lugar de serles contado.
En el Reino
Unido, Bryan McGovern Wilson, artista de Estados Unidos, y
Robert Williams, profesor de bellas artes en la Universidad de
Cumbria, en el norte de Inglaterra, han estado explorando la relación
entre las industrias nucleares de Cumbria y Lancashire norte, y el
paisaje local. Su trabajo se centra en la creación de lo que ellos
llaman "objetos populares atómicos", que incluyen trajes,
historias, objetos y rituales destinados a crear una tradición oral
en torno a los sitios nucleares para que nunca sean olvidados.
Algunas de las
ideas para la creación de una cultura de la memoria en sitios de
desechos nucleares han sido más alegres. En uno de los primeros
proyectos, que data de la década de 1980, a los filósofos Françoise
Bastide y Paolo Fabbri se les ocurrió la idea del "gato Ray",
un gato genéticamente modificado que se ilumina en la proximidad de
la radiación. En una cultura donde se adora a los gatos, los gatos
que cambien de color significarían peligro. "Queríamos encontrar
un medio que siguiera siendo importante para los seres humanos
por siempre", dice Fabbri, profesor de semiótica en la Universidad
de Urbino en Italia. "Los símbolos, el lenguaje, todo va a
cambiar, pero los gatos siempre han sido importantes para nosotros.
Podemos hacer una suposición razonable que van a importar a los
futuros seres humanos", dice, añadiendo que era un "experimento mental" y claramente no es probable que suceda en la
práctica.
Para los
funcionarios nucleares, las maneras más simples y de mejor costo-beneficio para crear participación de la comunidad son a menudo las
más convincentes. Los museos son una de las ideas más populares.
Van Luik del WIPP dice que quiere un arquitecto para crear un museo
en el desierto de los Estados Unidos, que será una
atracción turística que va a mantener la memoria viva del sitio
por generaciones. Pero el punto clave, dice, es que los
funcionarios como él están llegando a la conclusión de que la
participación de la comunidad local es esencial, y que en el futuro
los seres humanos tendrán que ser animados a tomar su propia
responsabilidad en los residuos. "Al final, si alguien quiere
excavar en busca de petróleo allí, y toda la civilización
ha colapsado, la comunidad local es la que probablemente
esté allí para advertirles. Pero tienen que estar involucrados con su entorno, es necesario que haya una memoria viva de lo que está allí.
Si algo importante puede hacerse a nivel local, puede continuar
durante mucho tiempo".
Los 82 residentes
de la tranquila localidad de Bure parecen no ser conscientes de organizar la respuesta a esta espinosa cuestión, o de que puedan ser
capaces de crear una historia oral más duradera que las losas de
ultra-larga duración de hormigón. Mireille, que ha vivido en la
zona durante 20 años y trabaja en una cafetería cerca del sitio
Andra, parece un poco preocupada por la idea. "Nunca había
pensado en eso" dice, "pero supongo que le voy a decir a mis
hijos al respecto. No estoy seguro de que puedan confiar en nosotros
sin embargo. Podríamos alejarnos, ya sabes, o algo por el estilo".
En el centro de
Bure está la Maison de la Résistance, una casa destartalada cubierta de
señales anti-nucleares. Entré con recelo,
aunque al final me ofrecieron café y vino artesanal. Los
residentes están en una campaña en Bure -aparentemente como una forma de
vida- contra el sitio de desechos nucleares. Un hombre que responde al
nombre de Michel, se lanza a una explicación sobre la geología de
la roca y cómo la radiación se filtra hacia fuera -que es una de
las principales críticas de los grupos ecologistas antinucleares.
Una de las mujeres, Michelle, sirve el café negro grueso y dice que
las generaciones futuras desenterrarán los residuos nucleares por
error: "¿Cuando el hombre ha dejado algo solo?".
Sugiero a
Michelle y Michel que son una parte de la solución para mantener la
memoria del sitio vivo. A pesar de ser el blanco de la ira de los
defensores, varios funcionarios de Andra me hablaron de la Maison
de la Résistance, casi como si estuvieran contentos de tener otra señal -otra huella en la cultura- que le da una mayor
posibilidad de que el sitio no será olvidado. Charton dice:
"Necesitamos de todo -marcadores a largo plazo sobre el sitio,
los discos de zafiro, panfletos distribuidos en todo el mundo. Pero,
sobre todo, necesitamos que la comunidad recuerde. Ellos son parte del
plan".
Pero Michelle no
está convencida de que las autoridades deban confiar en ellos, o que
la memoria comunal local sobreviva 100.000 años de calentamiento
global, guerra y enfermedades. "Que montón de boludeces" dijo ella, tomando un trago de vino. "Ellos
confían en nosotros! El sitio será olvidado, y se va a excavar
de nuevo y toda la zona será envenenada... Es el regalo precioso que
nuestra cultura está dejando para el futuro, ¿Verdad?"
Michael Stothard
es corresponsal en París del FT
Fotografías:
Nicolas Guiraud
Este artículo ha
sido modificado desde la publicación original para aclarar que el
aislamiento de desechos Planta Piloto (WIPP) está temporalmente
cerrada
Fuente:
Fuente:
Michael Stothard, Nuclear waste: keep out for 100,000 years, 14/07/16, Financial Times.
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