Valeria Katzman tuvo cáncer en el sistema linfático; su yegua y su perra, también. Foto: Ricardo Pristupluk/ La Nación |
Varios médicos y organizaciones provinciales piden regular el uso de pesticidas cerca del trazado urbano de los pueblos, y alertan sobre la multiplicación de problemas de salud entre quienes viven cerca de las zonas fumigadas.
por Teresa Sofía
Buscaglia
En el país los
campos se fumigan con pesticidas, como en la mayor parte del planeta.
Pero aquí tenemos una particularidad: el mapa de salud de los
pueblos fumigados está manifestando grandes diferencias con el mapa
epidemiológico nacional.
El Dr. Damián
Verzeñassi, Profesor Titular de la Práctica Final de la carrera de
Medicina en la Universidad de Rosario, viene visitando 26 localidades
desde 2010 y observó algo inusual: los perfiles epidemiológicos se
repiten entre ellas. Mientras que a nivel nacional la primera causa
de muerte son los problemas cardiovasculares, en estas regiones un
tercio de las muertes llega por alguna forma de cáncer, lo que
representa un 50 % más que en el resto del país. Estos estudios
fueron presentados como prueba en juicios, en congresos nacionales e
internacionales y ante toda autoridad científica que lo ha
requerido.
"Cuando
estudiamos qué ejes en común unían a todas estas localidades,
observamos que eran pueblos que habían comenzado con la producción
sojera a gran escala hace 20 años. De hecho, muchos de ellos tenían
tradición ganadera, pero con las perspectivas de rendimiento que
prometía la soja y las políticas ganaderas tan poco favorables del
gobierno anterior, se aseguraban una rentabilidad muy alta a corto
plazo con el ingreso de los transgénicos. Por ello, cambiaron su
cultura centenaria de producción por el monocultivo sin rotación.
Las enfermedades que prevalecen en estas localidades, según los
datos observados, coinciden con los problemas de salud asociados a
los agrotóxicos, de uso obligatorio en el paquete de transgénicos",
dice Verzeñassi.
Casos que se
multiplican
En 2010 se formó
la Red Universitaria de Ambiente y Salud, para coordinar y potenciar
el trabajo de investigación científica, asistencia sanitaria y
divulgación de los médicos de pueblos fumigados. Es una situación
que no afecta sólo a la cuenca sojera, sino también a otras
provincias como Chaco, Santiago del Estero, Salta y Formosa. El Dr.
Medardo Ávila es coordinador general de la red y su posición es
clara. "Los agrotóxicos no sólo afectan la soja, sino también
el arroz, la yerba y el algodón. Durante el gobierno anterior nos
cortaron los subsidios a la universidad para realizar estas
investigaciones y apoyaron la construcción de una nueva planta de
Monsanto en la provincia. Finalmente, se fueron, hicimos un bloqueo
en la puerta que no permitió entrar ni un ladrillo", denuncia
Ávila, y lista algunos casos conocidos.
Leila Derudder
falleció de leucemia en el hospital Garrahan a los 14 años. Los
profesionales relacionaron su enfermedad a las reiteradas
exposiciones a las fumigaciones. Nicolás Arévalo, de 4 años, murió
por envenenamiento tras pisar descalzo un charco de agroquímicos
entre las tomateras de Lavalle, provincia de Corrientes (hay un
juicio en marcha por ese fallecimiento). También resultó envenenada
Celeste, la prima de Nicolás. Y un año después murió José Carlos
Rivero, de 4 años, en el mismo lugar y por la misma causa.
Los médicos
también evalúan a diario niños con malformaciones, abortos
espontáneos, problemas endócrinos, dificultades respiratorias y
problemas de desarrollo. "Tengo pacientes que son hijos de
productores; ellos tratan de pensar que las enfermedades o, inclusive
la muerte de sus hijos, son por algo ajeno a esta problemática, que
les podría haber pasado en otro lugar, siguen creyendo en el
discurso de la industria, pero desde hace algún tiempo también
tienen que escucharnos a nosotros", agrega.
Fabián Tomasi,
de Basavilbaso, Entre Ríos, tiene una pensión otorgada por la Anses
tras constatarse que sufre una polineuropatía tóxica por efecto de
cargar agroquímicos en los aviones fumigadores. Los casos se
multiplican y están muy cerca. Fueron expuestos ante la Cámara de
Diputados de la Nación, este año, por Patricio Eleisegui, autor del
libro Envenenados, una investigación sobre los efectos de las
fumigaciones en el país. Fue invitado para disertar en las Jornadas
por la primera Ley Nacional de Agroquímicos.
Valeria Katzman
vive al lado de una chacra pequeña que hasta hace pocos meses se
fumigaba sin control, intoxicando a los vecinos. "Yo sabía los
daños que provocaban los agrotóxicos, pero mi vecino me decía que
no pasaba nada. En 2012, a mí me detectaron cáncer en el sistema
linfático; al tiempo, mi yegua tenía un cáncer en la vulva y una
de mis perras, cáncer en la pata. Mi vecino suspendió las
fumigaciones temporalmente, ante las numerosas denuncias que se
venían acumulando, pero un día volvió clandestinamente mientras yo
estaba con quimioterapia. Lo denuncié y lo multaron. Finalmente,
abandonó el campo, aunque nunca supe qué químicos usaba. Mis
vecinas, que trabajaban en ese campo, tienen trastornos tiroideos. Es
demasiada población enferma en un radio reducido para ser
coincidencia", cuenta Katzman.
Los chicos,
afectados
Las escuelas
rurales son afectadas en forma directa por las fumigaciones de
agrotóxicos, en horarios de clase y sin previo aviso. "Paren de
fumigar escuelas" decían los carteles de asociaciones docentes,
padres y organizaciones ambientalistas que se movilizaron contra esta
práctica. Al igual que Ana Zabaloy, también la docente Estela Lemes
sufrió fumigaciones mientras daba clases en la escuela Bartolito
Mitre, en Gualeguaychú, en 2012. Luego de eso, comenzó a padecer
mareos, problema de respiración y dolor en los músculos. Los
estudios realizados detectaron glifosato en sangre, lo que sería la
causa de su problema neurológico. Tres años después, sigue en
discusión con la ART para que le cubra el tratamiento, ya que no
reconocen el diagnóstico.
Un informe
realizado entre 2014 y 2015 por el sindicato docente en la provincia
de Entre Ríos destaca que sobre 82 escuelas, con un total de 447
docentes, 82 de personal no docente y bajo una población de 2452
alumnos, aseguran haber sido fumigadas en horarios de clase y la
mayoría de los casos no son denunciados. En el departamento de
Uruguay sufrieron aspersiones 15 escuelas de las 28 censadas. En
Nogoyá, 18 sobre 23. Y en Gualeguaychú fueron fumigadas 19 escuelas
sobre 23 relevadas. Confirmaron casos de afecciones en la piel y vías
respiratorias de chicos y maestros, vómitos y problemas
gastrointestinales.
Lo mismo sucede
en Córdoba, según Medardo Ávila, donde hay 1500 escuelas a menos
de 1000 metros de campos fumigados, con 12 mil alumnos y 900 maestros
que están expuestos a los agrotóxicos. Esta realidad se repite en
todas las provincias expuestas a fumigaciones de este tipo. Todos los
que luchan por cambiar esta realidad coinciden en que algunas leyes
se van logrando a nivel municipal, pero no se cumplen y los docentes
tienen miedo a denunciarlo.
Cañuelas, un
caso emblemático
Diana Iceruk es
periodista. Se mudó a Cañuelas en el 2006 para formar parte del
Canal 5 de esa ciudad. Al lado de la escuela donde concurría su hija
había campos donde se sembraba soja y se fumigaba en horario
escolar. Al lado de la casa donde ellos vivían también sucedía lo
mismo. Entre 2008 y 2013, toda la familia pasó por un episodio de
salud relacionado a las enfermedades que provoca el contacto con
agrotóxicos: el marido tuvo cáncer de colon, ella tuvo problemas
endócrinos y su hija, luego de una fumigación durante horario de
clases, tuvo una intoxicación aguda con derrame ocular.
En 2010 en
Cañuelas promulgaron una ordenanza que prohíbe las fumigaciones
aéreas y otorga un resguardo de 20 cuadras para fumigar por vía
terrestre. Fue muy difícil lograr el apoyo de la gente, cuentan,
porque los mismos que se enferman viven de lo que les produce la
enfermedad y prefieren no denunciar por miedo a perder su trabajo.
Recuerda Eliana Muñoz, vecina de la zona: "Nos fumigaban al
lado de donde estábamos comiendo asado o con los chicos, en las
piletas. Uno asocia después las cosas y se pregunta por qué tantos
enfermos de cáncer tan cerca. Así fue cómo empezamos a
movilizarnos".
Legislación y
agroecología
El actual
gobierno carece de estadísticas oficiales. Ha recibido a
organizaciones vecinales, profesionales, docentes y voluntarios que
trabajan hace años para denunciar estas realidades y redactan
proyectos de leyes para proteger la salud de la población. Diego
Moreno, el Secretario Nacional de Medio Ambiente, le manifestó a La Nación su compromiso por cambiar el rumbo de esta tendencia. "Creo
que tenemos que ir a sistemas biodiversificados de producción. No es
lo mismo producir cerca de lugares poblados y tendríamos que tener
sistemas productivos que requieran menos uso de insumos agrotóxicos.
Hemos presentado un proyecto para trabajar el ordenamiento medio
ambiental del territorio y eso incluye al tema de las fumigaciones en
zonas urbanas y periurbanas.", afirma.
Mientras que en
Europa se está discutiendo prohibir las fumigaciones aéreas en
todos los países de la comunidad, acá recién se está estudiando
redactar una ley nacional que unifique los criterios para las
legislaciones provinciales y municipales. En la Cámara de Diputados
de la Provincia de Buenos Aires se está analizando la propuesta del
senador Carlos Coll Areco, rechazada por los ambientalistas:
"definimos una especie de división de zonas y de
amortiguamiento, de acuerdo a su cercanía al casco urbano, escuelas
y hospitales. La distancia de fumigación es lo menos importante. Las
diferencias están dadas en el tipo de producto a utilizar y cómo lo
clasifica las OMS y en las condiciones climáticas del día de la
aplicación.El productor tiene que pedir permiso al municipio para
hacerlo y ese día tiene que ir un inspector a verificar que se
cumpla la ley", explica Coll Areco.
En la ciudad de
Buenos Aires, la ley prohíbe fumigar los parques y jardines
públicos; la Cámara de Diputados de la Nación, luego de 20 años,
se apresta a debatir la primera ley nacional de agrotóxicos
Parte de la
discusión está en definir con certeza el impacto de los agrotóxicos
en la salud, sobre todo cuando se usan cerca de los poblados. Son
múltiples las organizaciones que piden que se prohíba su uso cerca
de plazas, jardines, escuelas o donde haya chicos.
En 2015, la
Agencia Internacional del Cáncer (IARC), que pertenece a la
Organización Mundial de la Salud, recategorizó al glifosato como
"probablemente cancerígeno"; es el mismo status que tiene
tomar mate (en ese caso, el problema viene por la temperatura del
agua y su efecto sobre la laringe). Pero ese mismo año la Autoridad
Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) desautorizó al IARC:
considera que el glifosato no es ni carcinogénico ni mutagénico.
El 29 de junio
último, un mes después de que la Organización Mundial de la Salud
y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura publicaran un estudio conjunto en el que sostienen que el
glifosato no es cancerígeno, la Comisión Europea renovó el permiso
de uso del glifosato en su continente hasta el último día de 2017;
para entonces la Agencia Europea de Productos Químicos tendrá -se
espera- una conclusión definitiva sobre el efecto de esta sustancia
en las personas.
La agroecología,
una solución sustentable
Es claro que el
uso de agrotóxicos responde a una necesidad de generar más
alimentos, con más eficiencia y menores costos. Ese es el argumento
más importante que sostienen quienes los defienden.
La agroecología
es una alternativa posible. No se trata de soluciones hippies a
problemas serios, sino de soluciones científicas a problemas de
salud y al deterioro del suelo y del medio ambiente cuya reparación
llevaría muchas décadas. El ingeniero agrónomo Javier Souza es
investigador y un referente en este tema. "Desde siempre, la
humanidad pudo alimentarse sin usar plaguicidas. Hoy tenemos
estrategias que se basan en la diversidad biológica y en cómo
trabajar la nutrición adecuada de los suelos. La rentabilidad es
lícita, pero debe ser razonable y sustentable. La agroecología te
propone trabajar, planificar y pensar en las futuras generaciones,
como hicieron muchos siglos antes los productores de todo el mundo.
Luego de la revolución tecnológica, se tendrá que volver a estas
soluciones porque son mucho más viables desde una mirada humana,
donde se pone al ser humano por delante de las ganancias",
reflexiona Souza.
Fuente:
Fuente:
Teresa Sofía Buscaglia, Preocupación en los médicos rurales por el uso de agrotóxicos cerca de los pueblos, 10/11/16, La Nación.
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