Desde hace más de cien años Monsanto ha extendido su producción química contaminante a nivel mundial, una empresa de muerte.
por Sandra
Romero
Con el
crecimiento de la sociedad industrial en los años treinta Monsanto
adquirió privilegios económicos que se han extendido en su
beneficio hasta nuestros días.
Con la
fabricación de sacarina para Coca Cola en 1902 inicia su producción
de edulcorante artificial con efectos cancerígenos para la salud,
demostrados hasta los años setentas. En 1918 produce ácido fénico,
sustancia empleada en el pasado en antisépticos y en la síntesis de
la aspirina. En 1920 comercializa fluidos para refrigerantes donde
utiliza químicos orgánicos artificiales conocidos como
hidrocarburos clorados, prohibidos por su toxicidad hasta 1979.
Con el 50 % de la
empresa británica Graesser Chemical Works en los años treintas
comienza a invertir en las bolsas de Estados Unidos y produce resinas
sintéticas y plásticos, de los materiales no biodegradables más
peligrosos en el mundo. En 1936 como Monsanto Chemical Company
adquiere la empresa Thomas & Hochwalt Laboratories e instala en
Ohio un centro de investigación que será utilizado durante la
segunda guerra mundial por el Comité de Investigación y Defensa
Nacional de Estados Unidos para producir plutonio y refinar
sustancias para armamento nuclear.
Un monopolio
privilegiado
El poderío de
Monsanto se explica como parte inherente al capitalismo. En los años
cuarentas y las décadas siguientes la empresa se fusiona con
empresas y marcas claves de diversos ramos de alto consumo que traen
millonarias ganancias a la multinacional.
La adquisición
de Santobane inicia su expansión al mercado agrícola del combate de
plagas. En México surge Monsanto Mexicana S.A. en 1950, compra CIPSA
y acapara la fabricación nacional de juguetes con Mattel. En los
sesentas su extensión llega a América Latina y otros países del
mundo y en México se fusiona con la marca Resistol.
Desde 1974 gran
parte de sus utilidades provienen de la venta de “roundup”, el
herbicida de más venta en el mundo, una mezcla de glifosato como
ingrediente activo, un surfactante llamado “ingrediente inerte”
casi desconocido hasta 1997.
En cuatro décadas
se convirtió en líder del ramo alimenticio por la producción de la
hormona bovina de crecimiento, la investigación y creación de
biotecnología con control del 90 % de los organismos modificados
estandarizados y la creación de semillas transgénicas que proveen
alimento a la mayor parte del globo.
Monsanto mata,
igual que el capitalismo
A pesar de las
protestas más de 100 países autorizan el uso de herbicidas con
glifosato de Monsanto, usa su poder para sortear multas por violación
a las normas sanitarias, evadir protestas en su contra y manipular la
reglamentación industrial en gran parte del mundo. Y ante las
investigaciones se jacta de contar con la "supervisión"
sobre la salud del ser humano y el medio ambiente jamás compilada
para un plaguicida.
Un monopolio
respaldado por un sistema económico depredador del medio ambiente y
de las vidas de millones de personas para obtener grandes ganancias,
al mismo tiempo que le es funcional, como fue con la producción de
armas químicas durante la segunda guerra mundial o en la
intervención de Estados Unidos en Vietnam.
Una aberración
del capitalismo a la que algunos sectores se oponen mientras las
leyes del mercado lo imponen. Así se consolidó la industria
transgénica en América con la firma del Tratado de Libre Comercio
(TLC), que impulsó la privatización y el despojo agrario e instaló
este y otros monopolios en la producción agrícola.
Como fue con el
TLC, hoy el Acuerdo Transpacífico (TPP) firmado por México en
febrero de 2016 con once países, beneficiará a las transnacionales
y dará nuevo aliento a estas empresas de muerte. Entre los
redactores del TPP está Monsanto, junto a sectores de la industria
farmacéutica, automotriz, entre otros. Estos planes maniatan a los
defensores del medio ambiente, investigadores y organizaciones
sociales para futuras batallas legales contra Monsanto en tribunales
internacionales.
En 2016 se
concretaron las negociaciones para que la farmacéutica Bayer
adquiriera Monsanto, un convenio histórico por 66 mil millones de
dólares que se completará en unos años y varias etapas.
En 1990 surgió
un movimiento contra la multinacional con protestas en al menos 40
países, entre ellos México. El 21 de mayo fue declarado día
mundial contra Monsanto, con protestas y acciones de repudio. Estos
movimientos en Argentina y Chile ganan simpatía entre la población
y buscan echar a la empresa de su territorio, logrando algunas normas
que limitan su actuación.
En México
destacan el movimiento “Sin maíz no hay país” y organizaciones
ambientalistas que han logrado algunas resoluciones ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El tema llegó a
La Haya donde tribunales discuten la violación a los derechos
humanos y el ecocidio como un crimen de lesa humanidad. La apuesta es
instalar por primera vez la afectación a gran escala del medio
ambiente en esta perspectiva jurídica. Un largo proceso que podría
implicar la modificación de leyes internacionales inéditas.
El escenario es
incierto y la lucha legal tiene el límite de ser estos mismos
organismos judiciales que son intermediarios de los problemas de la
descomposición sociedad burguesa. La clave es potenciar una lucha
internacional iniciada y dirigirla contra el mercado de rapiña
ambiental en el mundo y los acuerdos financieros que lo respaldan.
Fuente:
Sandra Romero | @tklibera, Un siglo deveneno para el mundo con Monsanto, 22/12/16, La Izquierda Diario. Consultado 23/12/16.
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