Las tareas de exploración dentro de los reactores de la planta nuclear apenas ha
comenzado y ya se enfrenta a serias dificultades. Abe dijo que Fukushima estaba bajo control cuando fue al extranjero a promocionar la candidatura de los juegos olímpicos. En Japón todos podemos constatar que la situación no está bajo control”, cuenta un exingeniero nuclear. Nos gustaría
eliminar el agua contaminada en 2020”, afirma la empresa.
por Justin McCurry
Cuando no habían
completado ni una quinta parte de la misión, los ingenieros que
hacían el seguimiento del progreso de Escorpión tiraron la toalla.
El último robot que había sido enviado a las entrañas de uno de
los reactores dañados de Fukushima Daiichi, y cuyo seguimiento se
hacía por control remoto, dejó de enviar señales. El combustible
nuclear que se sobrecalentó cuando la planta sufrió una triple
fusión hace exactamente seis años impidió que el robot avanzara.
Hace un mes, este
robot de Toshiba, que tiene unos 60 centímetros de longitud y está
equipado con un par de cámaras y sensores capaces de medir los
niveles de radiación, fue abandonado a su suerte. El operador de la
planta nuclear, Tokyo Electric Power (Tepco), intentó restar
importancia al hecho de que otra misión de reconocimiento había
fracasado. Esta última tenía el objetivo de determinar el estado
actual y la ubicación exacta del combustible fundido.
Aunque la misión
no se completó, los responsables de la planta se limitaron a
indicar: “Hemos obtenido información de valor que nos ayudará a
determinar qué métodos son los más adecuados para eliminar los
contaminantes del combustible”.
Los contratiempos
de Escorpión, cuya misión debía durar diez horas y solo duró dos,
pusieron en evidencia lo complicado que es desmantelar Fukushima
Daiichi; una tarea sin precedentes. Un experto no ha dudado en
afirmar que el desmantelamiento “escapa a la comprensión humana”.
El 11 de marzo de
2011 la planta nuclear se convirtió en el escenario del peor
accidente nuclear desde Chernobyl, después de que un terremoto de
magnitud 9 y un tsunami sacudieran esa región de Japón. Se podrían
necesitar entre 30 y 40 años para desmantalerla, y el ministro de
industria y comercio de Japón ha calculado que los costes podrían
superar los 178.000 millones de euros.
Esta cifra, que
incluye las indemnizaciones que recibirán decenas de miles de
personas que fueron evacuadas tras el accidente nuclear,
prácticamente duplica la estimación realizada hace tres años.
Radioactividad
para matar a una persona en un minuto
El tsunami mató a casi 19.000 personas; la mayoría de ellas en la zona de Fukushima. Unas 16.000 personas que vivían cerca de la central nuclear se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Han pasado seis años y han sido pocas las que han podido volver a zonas que las autoridades consideran seguras.
Para Tepco está
resultando casi imposible fabricar robots que sean capaces de entrar
en las partes más peligrosas de los reactores de Fukushima Daiichi y
permanecer el tiempo necesario para recabar información de valor. El
escorpión, que se llama así porque lleva una cámara en su cola
abatible, “murió” después de quedar encallado en un carril
situado debajo del recipiente de presión del reactor. No pudo seguir
porque los posos de combustible y otros desechos le bloquearon el
paso.
Puede ser que
este robot y otros anteriores también hayan sufrido los efectos de
la radiación. Antes de perderse, su dosímetro indicaba que en el
tanque de contención número 2 los niveles de radiación eran de 250
sieverts por hora; suficiente para matar a un humano en un minuto.
El responsable de
la planta nuclear, Shunji Uchida, reconoce que Tepco ha conseguido
una información “limitada” sobre el estado del combustible
fundido. En declaraciones a the Guardian y a otros medios que
visitaron la planta nuclear, explicó que “de momento solo hemos
conseguido echar un vistazo y el último experimento con un robot no
ha funcionado”. Uchida admite que, por ahora, no tienen otro plan.
Problemas con los
robots al margen, el trabajo de exploración en los otros dos
reactores, cuyos niveles de radiación son incluso superiores al del
reactor número 2, ni siquiera ha empezado. Los responsables de la
planta quieren que un pequeño robot resistente al agua entre en el
reactor número 1 en las próximas semanas, pero todavía no se ha
fijado una fecha concreta para enviar a un robot al reactor número
3, que es el que está en peores condiciones.
Naohiro Masuda,
presidente de la sección de desmantelamiento de Fukushima Daiichi,
señala que quiere que se hagan nuevas investigaciones antes de
decidir cómo sacar el combustible fundido.
A pesar de todos
los contratiempos, Tepco, tras consultarlo este verano con las
autoridades gubernamentales, ha insistido en que empezará a extraer
todo el combustible nuclear fundido en el año 2021, cuando se cumpla
una década del desastre.
Sin embargo,
Shaun Burnie, un experto nuclear que trabaja para Greenpeace Alemania
y que está radicado en Japón, afirma que la planta nuclear se
enfrenta a un reto “sin precedentes y que prácticamente escapa a
la comprensión humana”. También asegura que las fechas que se
marcaron para el desmantelamiento “nunca han sido realistas ni
creíbles”.
La última
exploración fallida del reactor número 2 “no hace más que
confirmar esta realidad”, indica Burnie. “sin una solución
técnica de cómo lidiar con las unidades 1 y 3, se han centrado en
la unidad dos porque es la que parece menos difícil. La mayor parte
de la información que la empresa y el Gobierno han compartido con
los medios de comunicación y con el público es mera especulación y
un cúmulo de buenos deseos”.
"El
calendario actual para la eliminación de cientos de toneladas de
combustible nuclear fundido, cuya ubicación y condición todavía no
están claras, se basó en el calendario fijado por el primer
ministro [Shinzo] Abe en Tokio y por la industria nuclear, no se
basan en los hechos objetivos recabados sobre el terreno ni la
ingeniería de sonido o la ciencia”, indica el experto.
900.000 toneladas
de agua contaminada
Shunichi Tanaka, presidente de la Agencia de Regulación Nuclear Japonesa, no parece compartir el optimismo de Tepco en lo relativo a respetar el calendario fijado para el desmantelamiento. “Todavía es demasiado pronto para hablar en estos términos tan optimistas”, afirma. “De momento, seguimos avanzando a oscuras”.
A simple vista,
se han hecho muchos cambios en Fukushima Daiichi desde la anterior
visita de the Guardian, que tuvo lugar hace cinco años.
Por aquel
entonces, el sitio todavía estaba lleno de escombros. Las mangueras,
las tuberías y los materiales de construcción cubrían el sitio,
mientras que miles de trabajadores desafiaban los altos niveles de
radiación para devolver el orden a la escena de un desastre nuclear.
Han pasado seis
años y se han reforzado los edificios de los reactores dañados y ha
sido posible sacar más de 1.300 conjuntos de combustibles gastados
de la piscina de almacenamiento del reactor número 4. Han cubierto
el suelo con un revestimiento especial para evitar que el agua de la
lluvia se sume a los problemas de gestión de agua que ya tiene
Tepco.
Los trabajadores
que antes tenían que ponerse un equipo protector cuando se dirigían
hacia Fukushima Daiichi ahora pueden llevar ropa ligera y máscaras
quirúrgicas en muchas de las zonas de la planta nuclear. Los 6.000
trabajadores ya pueden comer un plato caliente y hacer turnos para
descansar en una caseta que fue habilitada para este uso en 2015.
Sin embargo,
cuando nos apartamos de la costa, las filas de tanques de acero son
un recordatorio de uno de los principales enemigos de los esfuerzos
de desmantelamiento: el agua contaminada. Los tanques frenan 900.000
toneladas de agua; una cantidad que pronto será de un millón de
toneladas.
Las paredes
subterráneas de hielo de Tepco, que en el pasado se creían
indestructibles y cuya construcción superó los 200.000 euros
anuales, no han conseguido hasta la fecha evitar que las aguas
subterráneas entren en los sótanos de los reactores y se mezclen
con el agua refrigerante radioactiva.
Yuichi Okamura,
un portavoz de Tepco, reconoce que la estructura, que congela el
suelo a una profundidad de 30 metros, todavía permite que a diario
150 toneladas de agua subterránea penetren en los sótanos del
reactor [y se contaminen].
Se han mantenido
abiertas expresamente cinco secciones para evitar que el agua de los
sótanos de los reactores suba y se escape. “Tendremos que cerrar
el muro de forma progresiva”, indica Okamura. “Nos gustaría que
en abril el flujo de agua subterránea no superara las 100 toneladas
diarias y nos gustaría haber conseguido eliminar el agua contaminada
en 2020”.
Los más críticos
con las tareas de desmantelamiento y de limpieza señalan que en 2020
Tokio será la ciudad anfitriona de los juegos olímpicos. Consiguió
convertirse en la sede olímpica después de que Abe afirmara ante el
Comité Olímpico Internacional que Fukushima estaba “bajo
control”.
Mitsuhiko Tanaka,
un exingeniero nuclear de Babcock-Hitachi, acusa a Abe y a otros
altos cargos del Gobierno de haber minimizado la ardua tarea de
desmantelamiento con el propósito de que el público apoye sus
planes de volver a poner en funcionamiento los reactores nucleares en
todo el país.
“Abe dijo que
Fukushima estaba bajo control cuando fue al extranjero a promocionar
la candidatura de los Juegos Olímpicos, pero nunca ha hecho una
afirmación parecida en Japón”, indica Tanaka. “En Japón todos
podemos constatar que la situación no está bajo control”.
“Si alguien
del prestigio de Abe repite esta afirmación a menudo, se convierte
en verdad”, lamenta Tanaka.
Traducido por
Emma Reverter
Fuentes:
Justin McCurry, Mueren los robots y la esperanza en las tareas de limpieza de Fukushima, 10/03/17, eldiario.es. Consultado 12/03/17.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "El yodo-131", del artista Harry Kent.
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