Hace
más de un siglo el Estado turco llevó a cabo uno de los primeros
grandes genocidios del siglo veinte, durante el mismo fueron
desaparecidos, exterminados, deportados, o de algún otro modo,
eliminados físicamente más de 1.500.000 armenios. Ese crimen de
lesa humanidad no sólo permanece impune sino que también Turquía
lo desconoce de manera sistemática.
por Alejandro
Schneider
Contexto
histórico
La
existencia de los armenios en la estratégica región de los mares
Caspio, Negro y Mediterráneo se menciona en diversas fuentes desde
el siglo VI antes de Cristo. Un milenio más tarde, la mayor parte de
los territorios que ocupaban fueron incorporados al Imperio Otomano,
siendo incluidos en una sociedad multiétnica y multireligiosa. Si
bien podían profesar su religión, su lengua y su cultura, en cambio
tenían un estado de inferioridad en numerosas cuestiones.
A
raíz de una serie de transformaciones operadas durante el desarrollo
capitalista del imperio en el último cuarto del siglo XIX, los
armenios comenzaron a cuestionar su lugar dentro del Estado otomano.
Como réplica a estas impugnaciones, el sultanato implementó una
drástica y sistemática represión sobre distintas comarcas
habitadas por armenios en Zeitun y Sasun, entre 1894 y 1896;
posteriormente, las persecuciones se extendieron a Van, Urfa y
Constantinopla. El saldo de víctimas de estas masacres se estimó
entre doscientos mil y trescientas mil personas.
Estos
asesinatos no fueron los únicos. Esta situación sobre la población
armenia tendió a agravarse en un contexto signado por la revolución
encabezada por el Comité para la Unión y el Progreso (conocidos
como los “Jóvenes Turcos”) y por los sucesivos fracasos en la
participación turca en el conflicto de los Balcanes y en la Primera
Guerra Mundial. En ese escenario el movimiento de los Jóvenes
Turcos, tras el golpe de Estado de 1913, adoptó un claro sesgo
nacionalista.
En
esa coyuntura, por un lado, la nueva dictadura buscó implantar por
la fuerza un imperio homogéneo bajo la concepción de una nación
étnicamente uniforme, rechazando, negando y exterminando la
presencia de otras minorías en su territorio. Por otro lado, a
partir de este brutal proceso de expoliación comenzó a edificar un
nuevo aparato estatal (el actual Estado turco) sobre la base de un
extendido proceso de acumulación originaria de capital sobre la base
de la aniquilación de poblaciones enteras y la apropiación de sus
bienes.
La
implementación del genocidio
En la
actualidad existe una plena certeza dentro del ámbito académico
internacional sobre el planificado exterminio sobre la comunidad
armenia por parte de los Jóvenes Turcos. A grandes rasgos se observa
que el primer objetivo fue el de masacrar a la población masculina.
Como se ha mencionado en reiteradas oportunidades, el propósito de
asesinar a los hombres fue tanto para evitar el nacimiento de una
nueva generación de miembros como para facilitar la rápida
aniquilación sobre el resto de la colectividad. En segundo lugar, en
forma paralela, el gobierno arrestó a los líderes de la comunidad:
clérigos, profesores, activistas políticos y comerciantes. En la
noche del 24 de abril de 1915 se detuvo a más de dos mil dirigentes
en Constantinopla (la actual Estambul), la mayoría de ellos fueron
ejecutados de forma sumaria, sin ningún tipo de acusación y de
juicio. Con el asesinato de la población masculina y de los líderes,
el plan genocida pudo seguir su curso contra el resto de la
colectividad en el Imperio; como lo ordenó Talaat, el Ministro del
Interior de Turquía:
Mayo
15, 1915
Ha
sido precedentemente comunicado que el gobierno, por orden de la
Asamblea, ha decidido exterminar totalmente a los armenios que viven
en Turquía. Quienes se opongan a esta orden no pueden ejercer
función alguna de gobierno. Sin miramientos hacia mujeres, niños e
inválidos, por trágicos que sean los medios de traslado, se debe
poner fin a sus existencias.
Talaat
Ministro
del Interior
El
documento testifica la responsabilidad del Estado turco en la
planificación y ejecución del genocidio. De esta manera, el
gobierno de Turquía fue el ejecutor de un plan sistemático de
exterminio, desde sus más altas esferas, contra sus propios
ciudadanos. Así, una vez descabezada y desmovilizada la
colectividad, el plan genocida pudo seguir su curso contra el resto
de la población esparcida en Anatolia y Armenia. Esta operación se
hizo por medio de deportaciones masivas y aniquilando a cientos de
personas. La gran mayoría de la comunidad fue forzosamente removida
a través de penosas caravanas desde esos territorios a Siria y a la
Mesopotamia, una gran parte de los individuos murieron de hambre y de
sed en los desiertos. Además de las marchas interminables, numerosas
aldeas fueran quemadas. Familias enteras fueron calcinadas dentro de
sus iglesias cristianas mientras los soldados rodeaban los edificios
en llamas y disparaban a los que intentaban escapar. Las mujeres y
los niños fueron raptados y brutalmente abusados, al mismo tiempo
que sus propiedades fueron tomadas por los gobernantes. En ese
sentido, los testimonios recogidos de esos años fueron elocuentes:
“R.:
Teníamos casas... los turcos las incendiaron...
P.:
¿Cómo escaparon de allí?
R.:
Nosotros, ¿cómo huimos? Nos cambiamos el nombre.
P.:
¿La habían llevado varias veces o una sola vez la llevaron?
R.:
No, lo llevaron una sola vez, pero en esa sola vez murió la madre
que la tiraron en un basurero por que no podían, no le daban de
comer y pasto, comían pasto. Porque iban caminando y arrancaban
pasto así, ponían para masticarlo, porque no es un día. Semanas,
meses. Y agua no podían agacharse, porque les pegaban con la
bayoneta, digamos en la cabeza y quedaba ahí. Y mi abuela fue una de
esas que se agachó para tomar un poco agua de un arroyo y justo la
vieron y vino corriendo con el caballo el que la vio y le pegó en la
nariz quedo destartalada, con hambre, con frío, con sed y todo eso.
(...)
P.:
¿Le habían robado todo? ¿El comercio, al almacén, le robaron todo
cuando fueron al pueblo?
R.:
El almacén ni sueñes, no tuvo nada.
P.:
Fueron saqueados.
R.:
Sí
P.: O
sea, no solamente deportados sino que saqueaban.... (...)
P.:
¿Con las caravanas llegaron al Desort Cheli? ¿Llegaron?
R.:
No, llegaron a distintos pueblos, porque variaban. Iban en la marcha
veinte kilómetros en ese pueblo había otros soldados, seis soldados
y esos los llevaban, digamos, para ahí, el límite decía Desort,
pero era camino a eso, ¿no? Y siempre caminando, caminando, con
lluvia, con viento, con frío, con nieve, con calor.
P.:
¿Lo buscaban desgastar, desmoralizar?
R.:
Claro querían aniquilarlo así: ‘yo no lo maté. Se mató solo’.
Es una forma de asesinato.
P.:
Seguro.
R.:
No sé... pero a lo de mi abuela fue un asesinato, porque con una que
no ha comido, no tomado, no tomó, cansada, mujer grande, todo eso y
caminar, días y días, no se terminaba nunca, semanas, meses, es
claro: pegarle una cosa así en la cabeza, es morirse y ellos la
dejaron agonizando en un basurero, cuando llegaron a un pueblo la
tiraron ahí y a otros también”.
“R.:
Un día mi padre entró en casa y dijo a mi madre: ‘Sabel, quides
(sabes) hacen genocidio,’ dijo. Esto recuerdo, tenía cuatro años.
P.: Y
usted cuando se enteraron de eso, de que mataban, ¿Qué hicieron?
R.:
¿Hacer? Tuvimos miedo.
P.:
Miedo.
R.:
Miedo. No podíamos hacer nada, ¿quién nos defendería a nosotros?
Nadie. (...) Estamos en las manos de ellos. (...) No había ni una
nación para protegernos. Ellos hicieron lo que querían, tenía
cuatro años, recuerdo. Todos sacaron de las casas, mataron, horas,
días, años, caminando, caminando, los más, hay mujeres que no
podían llevar, los, sus bebes, dejaron, no podían más”.
“P.:
¿Qué pasó con esas familias que no se pudieron ir? ¿Qué pasó
con las familias que no se pudieron ir? Ustedes vivían ahí en
Konia, sus vecinos....
R.:
Vinieron.... a algunos los mandaron a Siria a Dier-Zor (...) Yo sé
que murieron dos primas de hor eigpor agchig (las hijas de mi tío)
de mamá se tiraron al Éufrates para no pasar a manos de los
soldados o las personas...”.
El
régimen turco deportó entre 1916 y 1918 alrededor de dos millones
de armenios hacia los desiertos del sur de la Mesopotamia; en el
camino, cientos de miles murieron por inanición y por asesinatos.
Tras
la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, comenzó
a surgir un movimiento nacionalista liderado por Mustafá Kemal
Atatürk con el fin de establecer la actual república de Turquía. A
pesar de ello, el genocidio prosiguió con las atrocidades. El nuevo
gobierno se constituyó con oficiales militares y burócratas del
antiguo régimen. La adopción de medidas dictatoriales se convirtió
en un mecanismo indispensable para llevar a cabo la reconstrucción
nacional del Estado turco. Entre 1920 y 1922 la administración
kemalista aniquiló a las pocas poblaciones que aún sobrevivían en
Esmirna, Marash, Hadjin Aintab, entre otras comarcas. Al respecto,
una sobreviviente nos relató:
“En
una pieza dormíamos casi diez o doce chicos, de diez, doce, ocho
años y había una señora vieja sentada para cuidarnos si queríamos
ir al baño o si estábamos destapados para taparnos. Abre la puerta
Lofner (…) y dice: ‘¿quién está despierta?’ (ruido de
palmas), ‘nosotros’, nos despertamos, algunos chicos que teníamos
ocho o diez años. ‘Vengan, vengan, vengan para ver por última vez
los turcos cómo han puesto los fuegos’. Nos lleva al balcón.
Empezó. De una orilla de Esmirna, boom, había hecho ya la llama no
sé cuánto y del otro lado, otro boom, había hecho. Después,
cuando nosotros llegamos, un boom que no sé cuántos metros llegó
el fuego, en el medio de Esmirna. Porque Cordelió era justo enfrente
de Esmirna. Justo, justo, al enfrente. Entonces, con eso veíamos a
las personas en la orilla del mar, que corrían. (…) Nosotros boca
abierta, vemos. (...). A la una de la mañana era eso, una y media,
cuando nos despertó el alemán. Entonces ahora mi tío, el padre de
Mary, vivía en Esmirna. Cuando escuchó el boom se levantó, agarró,
Mary de dos años y Lucy de cuatro años y su mujer, salió a la
calle. Al salir a la calle ve, había todos balcones con madera, con
vidrios. Con el boom, boom, se caía todo. Era vieja también
Esmirna. Y no podían pasar. Porque las maderas se quemaban. Los
vidrios eran... bien calientes…”.
Es
evidente que, pese al paso de los años, los recuerdos de la infancia
marcaron profundamente a toda una generación que sobrevivió al
genocidio y que intentó preservarlo para el conocimiento de sus
descendientes.
Silencio
y complicidad de los países imperialistas
Valga
observar que el genocidio perpetrado durante todos esos años se hizo
en abierta complicidad y con el silencio de la iglesia católica y de
las potencias europeas; en particular, del Imperio Alemán, aliado a
los Otomanos. Los alemanes no sólo proveyeron de armamentos a los
turcos sino también hubo oficiales militares que intervinieron como
observadores y participantes; entre otros, Ludwig-Maximilian Erwin
Richter y Franz von Papen. Ambos, años más tarde, fueron estrechos
colaboradores de Adolfo Hitler. No era casual que este último,
semanas antes de invadir a Polonia y ordenar su destrucción, en
agosto de 1939, pronunció su célebre alocución a sus subordinados:
“¿Quién se acuerda del aniquilamiento de los armenios?”.
Tampoco era fortuito que esto sucediera, el líder nazi conocía que
no hubo agentes disuasivos que impidiesen la masacre cometida por los
turcos; además, que no habían prosperados los juicios por esos
hechos. De ese modo el genocidio armenio representó la muestra más
acabada de la barbarie del capitalismo la cual prosiguió con otros
asesinatos masivos como los cometidos por los nacionalsocialistas,
los fascistas y el imperialismo yanqui en diversas partes del mundo.
Corresponde
subrayar que el impacto del genocidio no terminó en esos años.
Desde entonces, como una fase del mismo, la república de Turquía
ejerció (y ejerce) una práctica negacionista sobre la masacre. Si
bien se considera al negacionismo como una corriente de opinión de
intelectuales y grupos políticos que discuten la magnitud de
diversas masacres ocurridas en el pasado (sobre todo, la llevada a
cabo por los nazis), en el caso de los turcos esta mirada se agrava,
porque no es sólo un conjunto de individuos los que la niegan sino
que es el propio Estado que la lleva adelante, tanto a nivel
doméstico como en el ámbito internacional.
Por
último, valga recordar que esta herramienta discursiva generada y
utilizada por el Estado turco para el silenciamiento de su nefasto
pasado ha sido acompañada por otros países que comparten y aplican
similares prácticas genocidas en la actualidad como Israel y los
Estados Unidos; por ende, no sorprende su silencio frente al
negacionismo ejercido por Turquía, socio en su papel de gendarme en
la región del Cáucaso y en Asia Menor. La negación sistemática
del genocidio perpetrado hace más de cien años y el mutismo
cómplice sólo se comprende en el marco de los actuales genocidios
que se llevan a cabo sobre el pueblo palestino, entre otros.
Alejandro
Schneider es historiador
(UNLP-UBA)
Fuente:
Alejandro Schneider, A 102 años del genocidio armenio, 24/04/17, La Izquierda Diario. Consultado 25/04/17.
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