lunes, 8 de mayo de 2017

Compró un terreno para escapar del estrés urbano y halló un pueblo perdido: ahora lo quiere refundar


Historia de vida. El lugar se llama Villa San Alberto y queda a 114 kilómetros de Capital. Loris Giazzon llegó hasta allí casi por casualidad hace 10 años, después de vender una remisería.

por Fabián Debesa

Es tan chico que no tiene “infierno grande”. Villa San Alberto es una referencia estampada en viejos mapas de San Andrés de Giles. Los GPS no lo registran con nitidez. Pero el sueño de un artesano, ex remisero, que llegó hasta ese paraje por casualidad, apuntala una refundación del pueblo para transformarlo en refugio apacible de familias abrumadas por la rutina urbana.

En medio de una tendencia que se mantiene desde hace décadas, que marca la “desaparición” de parajes y poblados chicos del interior, la extravagante iniciativa toma más trascendencia. Loris Giazzon (46), aplastado por las crisis de principios de siglo, la inseguridad y el vértigo del Conurbano, decidió alejarse y comprar unos lotes cerca de Giles.

Fue hace casi 10 años. Con la venta de una remisería consiguió un lote de poco más de siete hectáreas sobre el kilómetro 114 de la ruta 7. Giazzón había dejado el rubro transporte para dedicarse a fabricar y vender cuchillos de plata artesanales. Recorría festivales, ferias y encuentros populares en todo el país. Vivía como viajero errante con su esposa Vanesa Cappelletti y sus hijos Camila (13) y Santino (10), entonces un bebé.

Una vez bajaron en el viejo almacén que está a la vera de la ruta 7, cerca de Giles y quedaron deslumbrados por el lugar. Dejaron todo en Laferrere, partido de La Matanza para empezar la aventura rural. Cuando le entregaron las escrituras llegó la sorpresa: el predio era en realidad un pueblo abandonado, 10 manzanas perfectamente demarcadas de un proyecto urbanístico que había quedado trunco en 1943.

¿Por qué no refundar Villa San Alberto? Es una idea alocada pero queremos ser pioneros de un pueblo con 100 familias, chicos jugando en las calles de tierra, sin asfalto, bocinazos y el griterío de las ciudades”, se entusiasma Loris ante Clarín.

San Alberto figura en el digesto municipal como una de las ocho localidades que integran el partido. Sin embargo nunca pasó de proyecto comunal. Solo se mantiene la escuela 23, una capilla a medio hacer y un viejo almacén de ramos generales. El mapa también define una plaza donde apenas asoma una hamaca.

Giazzon transformó esa decisión de vida en una obsesión. Ya consiguió que 18 propietarios (algunos de Giles, otros también del gran Buenos Aires) se instalen en San Alberto. Las primeras casas se levantan con planes Procrear. Pero Loris quiere más: logro que el municipio delimite las calles internas y pelea por la instalación de la electricidad. Requiere una inversión de casi 4 millones de pesos que la comuna y la Provincia aún no se deciden a aportar. “Acompañamos esta iniciativa porque nuestra idea es mantener el arraigo de la población”, reconoce el intendente municipal Carlos Puglielli (FR). Para avanzar, se firmó un convenio por el que Giazzón cede 10 terrenos a la comuna para planes sociales. “Sería una oportunidad para desarrollar un proyecto de turismo rural”, aseguró el jefe comunal.

Giazzon asegura que ya tiene los candidatos para convertir a San Alberto en una villa de sueño: “Quiero que mis hijos crezcan acá, que jueguen y que puedan dejar la bici en la vereda sin candado”. Hay más de medio centenar de lotes en venta, pero falta la infraestructura básica.

Por ahora Villa San Alberto es un verbo en potencial que se escribe sobre una casa de antiguedades (que administran Loris y Vanesa), la capilla, la escuela y pocas casas en construcción en una de las manzanas.

Pero Giazzon mantiene la porfía y hasta tiene decidida una “fecha de fundación” y los festejos patronales del santo, que se celebra cada 15 de noviembre. No resigna la ilusión de estar ese día, en la plaza del pueblo, con tijera en mano para el corte de las cintas de la inauguración de Villa San Alberto.

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