viernes, 22 de diciembre de 2017

Los ritmos de la naturaleza y el despojo a los jubilados


por Antonio Elio Brailovsky

Queridos amigos:

En Argentina acaba de aprobarse una reforma previsional, diseñada para ahorrar dinero en el pago de las jubilaciones. Para justificarla, dijeron que el Estado gastaría menos pero que los jubilados ganarían más. Cuando la contradicción fue demasiado evidente, agregaron que no había dinero porque los Gobiernos anteriores se habían robado todo. Suponiendo que eso sea cierto, lo que correspondería era aumentar los impuestos para compensar el dinero que faltaba.

Sin embargo, hicieron exactamente lo contrario: una reforma tributaria para que el Estado cobre menos impuestos a las empresas y más a las personas que trabajan. Como va a haber menos dinero, necesitan reducir las jubilaciones.

La reforma se hace de este modo:
- Bajan impuesto a las ganancias y otros impuestos a las empresas.
- Reducen los aportes patronales a la seguridad social.
- Cobran impuesto a las ganancias a los trabajadores por las indemnizaciones por despido.
- Se agrega un impuesto a la renta financiera, pero solamente para los bonos en dólares que estén bajo legislación argentina. "De la norma quedarían exceptuados los títulos públicos emitidos por el Estado nacional bajo legislación extranjera". Como los bonos del Estado emitidos bajo legislación argentina van a pagar impuestos pero los que se emitan bajo legislación extranjera no van a pagar nada, los inversores van a elegir los bonos del Gobierno argentino que se emitan bajo legislación norteamericana o de otros países.
Parece que una forma de "ingresar al mundo" es someter la política financiera a las leyes de los centros financieros internacionales. ¿Alguien me puede recordar qué significaba la palabra "soberanía", que me olvidé?

Presten atención a las cifras: en la misma Cámara de Diputados y con pocas horas de diferencia los mismos Diputados aprueban la reforma previsional con 128 votos y la reforma tributaria con 147 votos. Sin embargo, son dos caras de la misma moneda: en la reforma tributaria se les bajan los impuestos a las empresas. Eso hace que el Estado tenga menos dinero para pagar las jubilaciones. ¿Por qué esa diferencia de votos ante lo mismo? Porque todo el mundo sabe que bajar las jubilaciones es antipopular, pero hay menos gente que sabe que si se quitan impuestos a las empresas habrá menos dinero para pagar a los jubilados.

Ya había un par de aspectos anteriores para mencionar: se redujeron las retenciones a las exportaciones mineras y de soja y además se autorizó a que los exportadores no liquidaran las divisas en el país, lo que es una invitación a invertir en el exterior. Tal vez en los mismos paraísos fiscales en los que el Presidente y varios de sus Ministros tienen su dinero. No imagino a ningún inversor del mundo dispuesto a poner dinero en un país cuyo Presidente y su gabinete tienen sus fortunas en el exterior.

A esta altura es anecdótico decir que las empresas de juegos de azar (como los bingos) no pagan impuestos, mientras que los alimentos de primera necesidad sí lo hacen.

Insisto: si creés que las cuestiones de economía no te interesan, es probable que usen ese desinterés para engañarte.

Lamentablemente, no se trata de un invento argentino. La escritora Naomí Klein documentó innumerables situaciones en todo el mundo, en las que se aprovechan situaciones de emergencia, inundaciones, terremotos, episodios de violencia o ingenuidad electoral para imponer reformas privatizadoras, que concentran la riqueza y perjudican a quienes tienen menos.

El libro de Klein se llama “La doctrina del shock” y muestra una estrategia coherente que se aplica en todo el mundo para empobrecer a los pobres y enriquecer a los ricos.

Ese conjunto de medidas suelen ir asociadas a una presión cultural para olvidar nuestra pertenencia a la naturaleza. Los mismos sectores económicos interesados en reducir salarios, jubilaciones y, en general, eliminar derechos laborales, son los que lucran con la destrucción del medio natural que nos sustenta.

Por eso mi insistencia en recordar los ritmos de la naturaleza, que están en la base de todas las culturas humanas, menos las dominadas por los grandes capitales.

En esta entrega, ustedes reciben:
Un fragmento de la novela “Los ríos profundos”, del gran escritor peruano José María Arguedas. Es un recuerdo infantil. Él es un niño que acompaña a su padre a principios del siglo XX a la ciudad de Cuzco, mucho antes de que el turismo internacional empezara a quemarle el alma. Allí ve por primera vez en su vida un muro incaico y siente que esas piedras se mueven con una fuerza semejante a la de los profundos torrentes del deshielo de verano que dan nombre a la obra.
Un artículo académico en el que se comenta el mencionado libro de Naomi Klein, para que no vuelvan a engañarnos con el argumento de que lo mejor que se puede hacer es seguir enriqueciendo a los ricos.
Los que tengan interés en el texto completo de Klein, pueden bajar gratuitamente el libro de este enlace:
La obra de arte que acompaña esta entrega es: “Regatta”, un óleo del norteamericano Edward Cucuel, del año 1920. La concepción implícita de la mujer refleja la etapa de decadencia de la llamada Belle Époque, que se derrumbaría brutalmente con la crisis de la década de 1930 y el ascenso de los fascismos.
Quiero saludarlos en el comienzo del verano. Y del invierno para los amigos del Hemisferio Norte.

Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky

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"Cuando llegamos a las calles angostas, mi padre marchó detrás de mí y de los cargadores que llevaban nuestro equipaje. Aparecieron los balcones tallados, las portadas imponentes y armoniosas, la perspectiva de las calles ondulantes, en la ladera de la montaña. Pero ¡ni un muro antiguo!"

Esos balcones salientes, las portadas de piedra y los zaguanes tallados, los grandes patios con arcos, los conocía. Los había visto bajo el sol de Huamanga. Yo escudriñaba las calles buscando muros incaicos.

- ¡Mira al frente! -me dijo mi padre-. Fue el palacio de un inca.

Cuando mi padre señaló el muro, me detuve. Era oscuro, áspero; atraía con su faz recostada. La pared blanca del segundo piso empezaba en línea recta sobre el muro.

Corrí a ver el muro. Formaba esquina. Avanzaba a lo largo de una calle ancha y continuaba en otra angosta y más oscura, que olía a orines. Esa angosta calle escalaba la ladera. Caminé frente al muro, piedra tras piedra. Me alejaba unos pasos, lo contemplaba y volvía a acercarme. Toqué las piedras con mis manos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques deroca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo; sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado.

No pasó nadie por esa calle, durante largo rato. No perturbó su paso el examen que hacía del muro, la corriente que entre él y yo iba formándose. Mi padre me había hablado de su ciudad nativa, de los palacios y templos, y de las plazas, durante los viajes que hicimos, cruzando el Perú de los Andes, de oriente a occidente y de sur a norte. Yo había crecido en esos viajes.

Cuando mi padre hacía frente a sus enemigos, y más, cuando contemplaba de pie las montañas, desde las plazas de los pueblos, y parecía que de sus ojos azules iban a brotar ríos de lágrimas que él contenía siempre, como con una máscara, yo meditaba en el Cuzco. Sabía que al fin llegaríamos a la gran ciudad. ¡Será para un bien eterno!", exclamó mi padre una tarde, en Pampas, donde estuvimos cercados por el odio.

Eran más grandes y extrañas de cuanto había imaginado las piedras del muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado, que por el lado de la calle angosta, era ciego. Me acordé, entonces, de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante: "yawar mayu", río de sangre; "yawar unu", agua sangrienta; "puk-tik' yawar k'ocha", lago de sangre que hierve; "yawar wek'e", lágrimas de sangre. ¿Acaso no podría decirse "yawar rumi", piedra de sangre, o "puk'tik yawar ru mi", piedra de sangre hirviente? Era estático el muro, pero hervía por todas sus líneas y la superficie era cambiante, como la de los ríos en el verano, que tienen una cima así, hacia el centro del caudal, que es la zona temible, la más poderosa. Los indios llaman "yawar mayu" a esos ríos turbios, porque muestran con el sol un brillo en movimiento, semejante al de la sangre. También llaman "yawar mayu" al tiempo violento de las danzas guerreras, al momento en que los bailarines luchan.

- ¡Puk'tik, yawar rumi! - exclamé frente al muro, en voz alta.

Y como la calle seguía en silencio, repetí la frase varias veces.

Mi padre llegó en ese instante a la esquina. Oyó mi voz y avanzó por la calle angosta. La construcción colonial, suspendida sobre la muralla, tenía la apariencia de un segundo piso. Me había olvidado de ella. En la calle angosta, la pared española, blanqueada, no parecía servir sino para dar luz al muro.

- Papá -le dije-. Cada piedra habla. Esperemos un instante.

- No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te inquietan.

- Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo.

Me tomó del brazo.

- Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.

- Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas.

Abracé a mi padre. Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro.

- ¿Viven adentro del palacio? -volví a preguntarle.

- Una familia noble.

- ¿Lo permite el Inca?

- Los incas están muertos.

- Pero no este muro. ¿Por qué no lo devora, si el dueño es avaro? Este muro puede caminar; podría elevarse a los cielos o avanzar hacia el fin del mundo y volver. ¿No temen quienes viven adentro?

- Hijo, la catedral está cerca. El viejo nos ha trastornado. Vamos a rezar."

José María Arguedas: “Los ríos profundos”, 1958.

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Lange Valdés, C. (2010). La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Revista INVI, 25(70). Como citar este artículo

doi 10.4067/S0718-83582010000300007

Naomi Klein.

La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre

Paidós Ediciones, 2010, 701 pp. [Toronto: A. Knopf Ed., 2007]. ISBN 978-84-493-2345-4.

Comentario: Carlos Lange V.1

1 Chile. Licenciado en Antropología, Mg. en Desarrollo Urbano. Doctorando en Ciencias Sociales y Comunicación, U. de Deusto. Académico Instituto de la Vivienda, U. de Chile.

¿Qué tienen en común experiencias tan traumáticas como la invasión y posterior ocupación de Irak realizada por las tropas estadounidenses y sus aliados desde principios del 2003, el devastador tsunami que azotó las costas de Sri Lanka el año 2004 o la destrucción de Nueva Orleáns por el Huracán Katrina en 2005?

En su libro La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre, la periodista canadiense Naomi Klein postula que estas “traumáticas” experiencias, así como también otras durante los últimos 30 años, han sido aprovechadas para instaurar lo que ha denominado como el “capitalismo del desastre”, una doctrina formada bajo los presupuestos políticos, económicos y sociales desarrollados por el padre de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, y cuyo principal objetivo es desmantelar los restos del Estado de Bienestar y promover a nivel global el modelo de desarrollo neoliberal.

A juicio de la autora, para los seguidores de Friedman, caracterizados por su marcado carácter neoconservador, las fuerzas económicas del mercado como la oferta y la demanda, la inflación y el desempleo, constituyen fuerzas naturales, fijas e inmutables, a las cuales es necesario volver borrando todo rastro de intervención estatal que impida la consecución del libre mercado, entendido como “utopía de los emprendedores”. En este sentido, el “capitalismo del desastre” postula que detrás de toda “tragedia” es posible ver una “oportunidad”, como es la de aprovechar el trauma colectivo para promover e implementar reformas económicas y sociales de carácter radical sustentadas en los principios básicos del corporativismo como son la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas privadas y un gasto social prácticamente nulo.

La implementación de este modelo debe su éxito a una estrategia política denominada como “la doctrina del shock”, la cual orienta los procesos de reconstrucción implementados como respuesta tanto a los efectos de intervenciones militares como a desastres naturales de distinto tipo, abriendo “apetitosas oportunidades de negocio” a los agentes, defensores y promotores del “capitalismo del desastre”.

Más que un estudio estrictamente académico, el libro de Klein constituye una documentada investigación periodística que recrea de manera detallada el largo e intrincado itinerario de maduración y reproducción del modelo propuesto por Friedman con posterioridad a la Gran Depresión del año ’29, constituyéndose como una reacción crítica al éxito alcanzado por las propuestas keynesianas en EEUU, las propuestas socialdemócratas en Europa y las teorías desarrollistas en América Latina. Derivado de lo anterior, el libro analiza también la conformación de una clase política y empresarial formada bajo su ideario y agrupada en torno a la Escuela de Chicago, desde donde ha desarrollado una importante expansión hacia distintas regiones del mundo desde mediados del siglo XX hasta hoy.

Junto con lo anterior, la autora da cuenta pormenorizada de la manera como “la doctrina del shock” ha sido aplicada en distintos momentos históricos y en distintas regiones del mundo, con el objeto de imponer sus postulados de libre mercado. Dentro de dichas experiencias destaca, por ejemplo, el decisivo papel jugado por el gobierno estadounidense y la CIA en la desestabilización del gobierno socialista de Salvador Allende y el activo papel que los “Chicago Boys” jugaron para convertir a Chile en el laboratorio de su modelo político y económico, amparados bajo el terror y la coerción impuestas por la dictadura militar de Augusto Pinochet. Asimismo, la autora da cuenta también de las experiencias de shock desarrolladas bajo los gobiernos de Margareth Thatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en el mismo EEUU durante la década de los ‘80s, de las transformaciones implementadas en Polonia, Rusia y Sudáfrica durante la década de los ‘90s, o la misma experiencia desarrollada en Irak tras la invasión del año 2003, y que tan ventajosa ha resultado en términos económicos para las empresas de servicios que han logrado adjudicarse las concesiones contempladas bajo el proceso de “reconstrucción” de dicho país.

No obstante su amplia y profusa distribución mundial desde su fecha de publicación original hasta nuestros días, el libro de Klein no pierde relevancia ni actualidad.

Por una parte, permite comprender el proceso histórico de formación de una nueva clase dirigente, los denominados “neoconservadores”, y la evolución de los postulados ideológicos que sustentan su conformación, así como también sus estrategias de expansión e implementación en distintas regiones del mundo.

Por otra, constituye una invitación para observar de manera atenta, abierta y crítica los efectos de los planes y programas de reconstrucción actualmente en ejecución en sociedades afectadas por conflictos bélicos o desastres naturales, como son actualmente los casos de Haití, Chile y China, afectados por sendos terremotos, o Pakistán, India y Brasil, afectados por sendas inundaciones, entre otros. En el caso de nuestro país adquiere incluso una relevancia particular considerando su reconocimiento como laboratorio y “modelo exitoso” de las propuestas de Friedman, la profundidad con que ellas han sido implementadas por las élites políticas y económicas, y las transformaciones sociales y culturales que han generado en la sociedad chilena durante los últimos 30 años.

Por último, el libro de Klein constituye también un aporte interesante para comprender las complejidades que atraviesan los procesos de producción y construcción social del hábitat, principalmente aquellos caracterizados por altos niveles de pobreza y vulnerabilidad que afectan a su población y que son experimentados cotidianamente por sus habitantes. Bajo el entendido que pobreza y vulnerabilidad no constituyen realidades naturales, del trabajo de Klein se desprende la importancia fundamental que los actores y agentes económicos juegan en dicho proceso, de los postulados ideológicos que sustentan sus propuestas y de las herramientas que utilizan para dichos fines, enmarcándose fundamentalmente en políticas, programas y proyectos cuyos alcances no son fácilmente identificables para el conjunto de la población.

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Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Los ritmos de la naturaleza y el despojo a los jubilados, 21/12/17, Defensoría Ecológica.

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