por Fernando de
Aróstegui
SANTA VICTORIA
ESTE, Salta.- A cien metros del puesto fronterizo con Bolivia, en el
chaco salteño, el vecino Tito Antero Galarza, de 57 años, levantaba
una tapia de ladrillos que abarca todo el frente de su casa. Así
intenta contener la próxima crecida del río, que supone inminente.
Su vivienda quedó convertida en un lodazal luego de que el sábado
pasado el Río Pilcomayo se desbordara y el agua alcanzara en el
pueblo unos 60 centímetros de altura.
Los anegamientos
abarcaron una amplia zona en torno a la ciudad de Santa Victoria del
Este, por lo que miles de lugareños se evacuaron con asistencia
estatal. Muchos de ellos encontraron refugio en escuelas y otras
dependencias del Estado en Tartagal y Acheral. Pero a otros miles
sólo les fue posible apelar a la protección hostil que ofrecían
los montes más altos, donde familias enteras pernoctaron varios días
a la intemperie, esperando que bajara el agua.
Como Galarza, son
muchos los vecinos de la región que al volver de las alturas a sus
hogares los encontraron devastados. Y ahora reclaman por la falta de
asistencia estatal. "Hoy (por el miércoles) mi familia no tiene
nada para comer porque los comercios locales cerraron", dijo
Galarza, mientras mascaba coca.
La mayoría de
estos vecinos evacuados en los montes son integrantes de la comunidad
wichi y reclaman asistencia estatal. Por este motivo, ayer y anteayer
un numeroso grupo de estos aborígenes cortó con troncos la Ruta 54
a unos 24 kilómetros de Santa Victoria Este.
Yararás,
alacranes y arañas
Mientras, por la
crecida, en la región aumentó sensiblemente la cantidad de víboras
yararás, alacranes y arañas. "Los bichos buscan las partes más
altas: se suben a los árboles y buscan las casas, que suelen estar
más secas", explicó Juan Pablo Zala, de 39 años, docente y
vecino de la zona. Y aunque la cantidad de mosquitos también es
altísima, por el cierre de los comercios a muchos lugareños les
resulta imposible conseguir repelente y sólo les queda apelar al
humo de quebracho.
Las localidades
más afectadas por el agua fueron La Puntana, Hito 1, Monte Carmelo,
La Curvita y Santa María, entre otras.
Además del
operativo de asistencia estatal, se registraron numerosos casos
espontáneos de gente que socorrió a familiares afectados, muchos de
ellos instalados en refugios a la vera de la Ruta 54.
Norberto Arias,
de 62, vecino de Tartagal e integrante de la comunidad tapiete,
manejaba hacia La Curvita una camioneta colmada de provisiones para
familiares suyos de esa localidad, que fueron evacuados por el
Ejército en un gomón. Arias les llevaba ollas, agua, jabón y
shampoo, entre otras cosas.
Pérdidas
El agua también
alcanzó el rancho de adobe, techo de varillas y piso de tierra donde
María Luisa Sánchez, de 39 años, vivía con sus seis hijos.
Ubicado a la vera de la Ruta 54, en la zona de Padre Col Nuevo, la
correntada afectó las columnas de quebracho de la vivienda, y
Sánchez cree que con la próxima e inminente crecida terminarán por
ceder. "Se nos empapó la ropa y las camas, y se rompieron la
heladera y el ventilador", explicó en el calor sofocante de la
estrecha vivienda, cuyo piso quedó hecho un barrial. Mientras, ella
y sus hijos viven provisoriamente en la casa de un familiar. Tampoco
Sánchez recibió ninguna asistencia estatal.
De los cerca de
6000 habitantes de Santa Victoria Este, alrededor de un 70 % se evacuó
a partir del sábado con ayuda del Estado debido a las altas
probabilidad de que desbordara el Pilcomayo, que de sus 4,60 metros
habituales creció hasta superar los 7 metros. Sin embargo, el anillo
de contención creado en 2007 alrededor de la ciudad evitó que el
agua ingresara. Aunque faltó muy poco: apenas diez centímetros. Aún
así la ciudad quedó algunos días sin agua ni luz, que anteayer fue
restablecida.
Y si bien ya
volvió a sus casas cerca de la mitad de la población de esa ciudad,
el resto desconfía del río, que amenaza con desbordarse de nuevo en
los próximos días.
Además, la
ciudad quedó aislada unos cuatro días cuando la corriente provocó
el desplome de un ancho segmento de la Ruta 54. Sin embargo, el
miércoles a la madrugada la circulación fue restablecida cuando con
media docena de excavadoras se tapó el bache apilando enormes bolsas
de arena.
Fuente:
Fernando de Aróstegui, Inundaciones en Salta: barro, víboras y el miedo a otra crecida del Pilcomayo, el drama de volver a casa, 08/02/18, La Nación. Consultado 08/02/18.
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