viernes, 2 de marzo de 2018

Los “olvidados de Chernobyl”, retratados en el último trabajo de Raúl Moreno


Soledad y resignación caracterizan la cotidianidad de "los olvidados de Chernóbil", aquellas personas que continuaron viviendo en zonas que quedaron prácticamente inhóspitas tras la catástrofe nuclear de 1986 y a quienes ha retratado el fotoperiodista Raúl Moreno en su último trabajo expuesto en Madrid.

En una entrevista con EFE, el autor de “Monólogo sobre Chernobyl”, reportaje que desde hoy se puede ver en el centro de fotografía Efti, ha compartido sus impresiones tras el objetivo de la cámara con la que ha plasmado la realidad de “la zona más contaminada del planeta”, un territorio que incluye buena parte de Ucrania, Rusia y Bielorrusia.

Chernóbil
Casi 32 años después de la explosión nuclear sucedida en la por entonces Unión Soviética, este fotógrafo español ha capturado los estragos todavía vigentes del desastre: ya no la soledad de las personas que se resistieron a abandonar sus hogares -o no pudieron hacerlo- sino también las consecuencias físicas de la radiación.

Mientras otros tantos reportajes fotográficos han reflejado la destrucción y desolación de Chernóbil, la mirada de Raúl Moreno se ha posado esta vez sobre los alimentos procedentes del suelo y aguas contaminadas -en mayor o menor medida- por isótopos radiactivos.

Recién llegado del último de sus viajes al territorio habitable más próximo a las “zonas de exclusión” -donde los niveles de radiación son demasiado altos como para vivir-, Moreno explica que comenzó este proyecto en 2010 y que su compromiso con Chernóbil “va a seguir, si no toda la vida, durante muchos años”.

26 de abril de 1986
Pese a la experiencia, confiesa que todavía siente el mismo “shock” al regresar de ese mundo en el que parece que se hubiera detenido el tiempo aquel 26 de abril.

Señala que allí “hay una pobreza generalizada” y que su gobierno “se ha olvidado de ellos” e incluso “ha rebajado las pensiones de los liquidadores”, las personas que limpian la zona tras el accidente y quienes han estado y continúan estando expuestos a altos niveles de cesio-137 o estroncio.

Según Moreno, el gobierno ucraniano entiende que, “a excepción de Chernóbil, el resto no es peligroso”, motivo que le ha llevado a mostrar lo contrario.

El precio de haberse quedado en las zonas próximas a Chernóbil es una muerte lenta y silenciosa” pues todos esos isótopos de los alimentos que consumen y del polvo que inhalan se van depositando en el organismo y, “sin darse cuenta, los acaba matando”.

Asegura que, igualmente, “los habitantes no tienen otra opción”; en parte porque no disponen de recursos para importar comida sana, o para marcharse, y también porque muchos no quieren abandonar su hogar.

La sensación que más se encontró -afirma- es la resignación, pues algunos “hasta se olvidan de la radiación porque necesitan pensar en otras cosas, ironizar y adoptar una visión positiva para poder sobrevivir en este lugar”.

Él cuenta su historia “para que se conozca su tragedia y para que las generaciones futuras aprendan de nuestros errores con la energía nuclear”, señala.

Es una cuestión de memoria”, dice, “y al final tenemos que mirar atrás y ser conscientes de las consecuencias que todavía se sufren”.

Con todo, Moreno no termina de ver clara la respuesta al debate sobre la nuclear: “es una energía limpia, pero si ocurre un problema -como el de Chernóbil o de Fukushima- vemos que las consecuencias son terribles”.

Además, añade, “podemos encontrar alternativas limpias”, y sugiere que en España, precisamente, “tenemos suficiente capacidad para producir energía eólica y solar como para arriesgarnos a sufrir un accidente nuclear”.

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