Hace pocos días
el PRO presentó en la Legislatura porteña un proyecto para instalar
incineradoras de basura: el mismo sistema que es fuertemente
rechazado en diversos países por ser contaminante y que aquí está
prohibido desde hace años.
por Myriam Bregman
Hace pocos dias
el PRO presentó en la Legislatura porteña un proyecto para instalar
incineradoras de basura: el mismo sistema que es fuertemente
rechazado en diversos países por ser contaminante y que aquí está
prohibido desde hace años.
La Comisión de
Ambiente fue colmada por representantes de los más de 5500
trabajadores y trabajadoras cooperativistas cartoneros que, con
magros sueldos y en las precarias condiciones de labor que el Estado
les provee, realizan la tarea indispensable y necesaria tarea de
recuperación y reciclado. Como señaló uno de ellos a los diputados
y diputadas presentes: “conseguimos que esto sea un trabajo. Ahora
queremos conseguir que sea un trabajo digno. Somos parte del servicio
público de recolección y deberíamos pertenecer a la planta
permanente de la Ciudad”. Lejos de esto, el proyecto oficial hace
peligrar esa fuente de empleo. Con una frase que rememoraba los duros
días que vivieron por el 2001, una compañera emotivamente les dijo
que “al infierno no volvemos nunca más”. En esa Legislatura que
le da la espalda a los problemas de las mayorías populares se coló
un poco de la realidad de los movimientos que surgieron al calor de
la miseria y el desempleo de la última gran crisis nacional.
También
abogados, activistas y organizaciones ambientalistas, hicieron
conocer su rechazo a los efectos de la incineración de basura para
la salud de los habitantes del área metropolitana.
El proyecto
oficial modifica y deja sin sentido la ley de Basura Cero que -aunque
se incumpla- rige en la ciudad y prohíbe expresamente la
incineración de residuos. Lo que el proyecto llama,
eufemísticamente, “combustión con valorización energética”,
en realidad son hornos que emitirán gases que contienen diversos
contaminantes. Entre ellos los furanos y las dioxinas, conocidas por
haber sido empleadas, obviamente en proporciones de armas de guerra,
en Vietnam por el gobierno de los EEUU, y que aún hoy generan
malformaciones, enfermedades neurológicas y un sinfín de problemas
de salud en la población.
A poco de ser
inaugurada, en Canadá debieron cerrar uno de los hornos de una
planta de incineración por sobrepasar doce veces el mínimo
establecido de dioxinas. Actualmente, en el País Vasco hay
manifestaciones para detener la construcción de una planta
incineradora y hace unas semanas varios sindicatos confluyeron con el
Movimiento Antiincineración en una multitudinaria marcha bajo el
lema “Los trabajadores también; parad la incineradora. Hay
alternativa”. La propia Unión Europea desaconseja el uso de estas
plantas, con lo cual es probable que estemos ante un negocio de
empresas que vendrán a instalar aquí una tecnología que es
considerada perjudicial y obsoleta en Europa. Estaríamos ante una
vuelta de tuerca, a escala de empresas multinacionales, del llamado
“negocio de la basura”.
En forma
llamativa, los funcionarios enviados por el gobierno de la Ciudad a
presentar el proyecto en la Legislatura se limitaron a leerlo y se
negaron rotundamente a responder siquiera dónde estarán ubicadas
las plantas incineradoras. Gustavo Coria, presidente del CEAMSE (cuya
vicepresidencia ocupa Claudio “Chiqui” Tapia: sí, el presidente
de AFA) se limitó a decir que estarían incorporando “una
tecnología más entre otras”.
En defensa de los
derechos de los trabajadores y trabajadoras de las cooperativas y de
la salud de todos exigimos que se retire el oscuro proyecto del PRO
que redundará en aumentar los negocios de pocos y contaminar el
ambiente de millones.
Myriam Bregman es diputada porteña PTS/FIT | CeProDH | @myriambregman
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Fuente:
Myriam Bregman @myriambregman, Algo huele mal en la Ciudad, 07/04/18, Infobae. Consultado 10/04/18.
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