jueves, 19 de abril de 2018

En memoria de Nelly (1920 - 2018)

por Javier Llorens

Nelly no era santiagueña, ni tenía una mezcla de sangre aborigen con francesa. No era añosa, con casi 98 años, ni estaba casada con Tian, ni era madre de once hijos, dos de ellos desaparecidos. Ni tenía 27 nietos y 35 bisnietos. No era Madre de Plaza de Mayo, ni dirigente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos Políticos, ni asidua visitante a las cárceles donde algunos de sus hijos estuvieron años detenidos. Ni tampoco hacia rondas casi en solitario junto a Tian en la hosca plaza San Martín de Córdoba, en la que también paseaba el temible Gral. Menéndez.

Nelly no era católica, ni licenciada en teatro, aunque a veces actuaba muy bien. No era un poquito cascarrabias, ni una cortes anfitriona. No era música, ni clásica ni popular, tampoco era folklorista, y por eso no era una zamba, ni una chacarera, ni una vidala. Tampoco cantaba, ni tocaba la caja, ni era poeta, ni lectora asidua de cosas muy variadas, ni participante en talleres de literatura, ni alegre concurrente a veladas que duraban hasta la madrugada. Y no cocinaba jugosas empanadas y alfajores santiagueño, ni tejía en sus últimos días asiduamente ropitas para sus bisnietos.

Nelly era todo eso, y mucho más. Junto con su compañero Tián, fue la casi última integrante de una generación que supo honrar la vida, sin dobleces, imposturas, mezquindades, y sin afán de lucro y riquezas. Viviéndola honesta e intensamente, sin estupefacientes, en un siglo XX discepoliano, problemático y febril, donde el desarrollo tecnológico cambió al mundo enteramente. Mientras sucedían catástrofes como las guerras mundiales, y las religiones tradicionales entraban en crisis. A la par que las ideologías confrontaban, se imponían, y se derrumbaban, lo que tocó íntimamente en el seno de su familia. Acabando así con todas las certezas.

Nelly y Tian tomados de la mano, y cumpliendo acabadamente con sus deberes paternales, supieron transitar dignamente todos esos duros avatares, tratando de ser lúcidos y adaptativos ante ellos, pero manteniendo a la par sus convicciones, en tiempos confusos, inciertos, angustiosos, y peligrosos. Y ahora seguramente habrán vuelto a enlazar sus almas en el más allá, dejándonos un poco más solos, en este maremagnun líquido de la vida moderna, donde como náufragos cada una va chapoteando abrazado a cualquier madero, para tratar de no hundirse en él.

Podríamos decir que Nelly -igual que Tian- no falleció, sino solo desfalleció, y sigue entre nosotros. Pero las cosas no son así en este insondable, infinito, y eternamente cambiante cosmos, y el misterio de la fugacidad de la vida y de la muerte, donde los hombres y mujeres pasan sin dejar sombra alguna en la inmensidad de él. Pero si podemos decir que el intenso perfume de Nelly, igual que el de Tian, permanecerá mucho mucho tiempo entre nosotros.

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