miércoles, 13 de septiembre de 2017

30 aniversario de la catástrofe radiactiva de Goiânia


En Goiânia, toda una ciudad se contaminó con Cesio 137 hace 30 años. Las víctimas sufren todavía hoy las consecuencias de aquel accidente radiactivo.

por Nádia Pontes

En la calle 57, en el centro de la ciudad brasileña de Goiânia, destaca una parcela olvidada y cerrada. En los terrenos vecinos se reforman casas, pero los residentes mas jóvenes no saben por qué nadie construye en este sitio. Aunque el trágico recuerdo de este lugar abandonado sigue presente en el mundo digital. En Google Maps, la calle 57 lleva el añadido de "Cesio 137”. En este mismo lugar, el 13 de septiembre de 1987 se produjo el mayor accidente radiactivo jamás ocurrido en Brasil.

"Supergau" en lugar de ganga
Aquél día, dos recolectores de basura, Wagner Pererira y Roberto Alves, entraron en este lugar abandonado en busca de material del Instituto Goiano de Radioterapia que pudiesen reutilizar. Con una carretilla consiguieron transportar partes de un sistema de radioterapia que creían valioso. A la sombra de un mango, ambos empezaron a desmontar la cabeza radioactiva hasta que llegaron a una cápsula que, según la fiscalía de Goiânia, contenía 19 gramos de Cesio 137. Ellos no sabían que este material altamente soluble podía ser mortal. Y como no pudieron desmontar completamente la unidad, terminaron vendiéndola al comerciante de chatarra Devair Alves Ferreira.

Ferreira quedó fascinado por este polvo luminoso que brillaba en la oscuridad. Cuando recibía visita, repartía pruebas de este material aparentemente tan valioso. Pronto, además de él y su familia, más y más personas comenzaron a quejarse de dolores, nauseas, vómitos, picores, pérdida de cabello y diarrea. Hasta que la esposa del chatarrero comenzó a sospechar del polvo brillante. El 28 de septiembre de 1987, María Gabriela Ferreira metió la cápsula radiactiva en una bolsa, subió al autobús y la entregó a las autoridades sanitarias.

Al día siguiente, el físico Walter Mendes Ferreira llegó la ciudad para hablar con algunos de los afectados. Sus sospechas de que se trataba de síntomas a consecuencia de un accidente radiactivo se confirmaron cuando midió los valores con un contador: la población de Goiânia había estado expuesta al Cesio 137 durante 16 días. Según el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), el caso de Goiânia es el mayor accidente radiológico del mundo debido a su alta contaminación, aunque también hubo casos similares en México (1962), Argelia (1978), y otra vez en México (1983).

Víctimas traumatizadas
30 años después de este desastre nuclear de Goiânia, el recuerdo del accidente sigue siendo incómodo para las víctimas. 6.500 personas estuvieron expuestas a la radiación y 249 de ellas estaban tan contaminadas que tuvieron permanecer en cuarentena. Al final, cuatro personas murieron.

Entre los supervivientes, 500 siguen sufriendo las secuelas. La mayoría de ellos vive en Goiânia y muchos participaron como técnicos, médicos, bomberos o policías en las labores de descontaminación. Entonces sus superiores no les informaron sobre las consecuencias de las radiaciones. En aquella época, en Brasil primaban las órdenes militares y la ley del silencio.

Doña Lourdes, una de las supervivientes y cuñada de la esposa del chatarrero, reside hoy a pocos metros del lugar de la tragedia. Perdió a su marido y a su hija que, a la edad de seis años, jugó con el misterioso polvo y murió poco después. El otro hermano del chatarrero sobrevivió y tiene ahora 63 años. En diciembre de 1987, Odesson Alves Ferreira fundó la Asociación de las Víctimas del Cesio 137. "Esa historia todavía pesa sobre nosotros”, explica. Según él, en la familia hay 40 miembros contaminados y "30 años después, el gobierno brasileño no ha cumplido sus compromisos con las víctimas”: "Es imposible obtener los medicamentos que necesitamos. Además, nuestra pensión de 208 euros no llega ni siquiera al salario mínimo de Brasil”.

Discriminación de por vida
La pareja Luisa Odet Mota dos Santos y Kardec Sebastiao también lucha contra las devastadoras consecuencias de la contaminación. "Ninguna escuela quería aceptar a nuestros hijos”, recuerda ella: "Nuestros hijos evitan hablar del tema porque temen que sean discriminados”. El trauma de las víctimas de Goiânia también fue comprobado por el centro de Accidentes Radiológicos. En una encuesta realizada entre 48 pacientes, el 85 % todavía se consideraba víctima. "La gente aún tiene miedo de nosotros, la exclusión nunca termina”, se queja uno de los entrevistados.

Al contrario que las víctimas, los verdaderos responsables de la catástrofe pudieron evitar duras condenas. Los médicos y un físico, al que le pertenecía el instituto de radioterapia, fueron acusados y condenados por asesinato y negligencia. Cumplieron su condena en régimen penitenciario abierto y fueron indultados en 1998.

Fuente:
Nádia Pontes, 30 aniversario de la catástrofe radiactiva de Goiânia, 13/09/17, Deutsche Welle.

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