El
presidente de Estados Unidos augura un panorama desolador para el empleo, pero
la transición hacia las energías alternativas se escapa de su
control.
por Sandro
Pozzi
Donald
Trump justificó su decisión de abandonar el acuerdo de París con
argumentos económicos. Considera que así protegerá a los
trabajadores de un impacto devastador. El presidente habló incluso
de una conspiración global para redistribuir la riqueza de Estados
Unidos a otros países. Pero la retirada, que respalda con
datos sesgados, puede tener el efecto contrario. Estos son los
principales puntos de debate.
Al
cumplir su promesa electoral, Trump da un nuevo giro de tuerca a su
política de nacionalismo económico del American First (América
primero) de su lema de campaña. Nada más llegar a la Casa Blanca
decidió abandonar el tratado de libre comercio Transpacífico (TPP)
y el mes pasado inició el proceso para revisar el acuerdo de libre
cambio con México y Canadá (Nafta). La lógica es simple: estos
tratados “castigan” al contribuyente y dan una ventaja
competitiva al resto de países.
Empleo
Destrucción
de empleo, salarios más bajos, cierre de empresas, apagones. Este es
el escenario que pinta Trump. Para defender su decisión, citó una
serie de cifras tomadas de un informe elaborado por la NERA Economic Consulting, una firma que trabaja para la industria energética. El
impacto en el Producto Interior Bruto (PIB) sería superior a los
tres billones en el curso de varias décadas, indicó el presidente.
El PIB estadounidense ronda los 19 billones de dólares.
Habló
también de la pérdida de 2,7 millones de empleos para 2025. Se
elevaría a 6,5 millones en 2040, según el Center for Policy
Research. Eso implica la eliminación de 285.000 puestos de trabajo
cada año. Pero la economía estadounidense está generando empleo a
una media de dos millones anuales desde el final de la crisis. El
impacto económico del acuerdo del clima, por tanto, genera un
intenso debate.
El
problema del argumento de los más críticos en el equipo de Trump,
según la Resources for the Future, es que asume que el esfuerzo de
la lucha contra el cambio climático caerá exclusivamente en la
industria pesada, como la metalúrgica, la química, la petrolera e
incluso la automovilística. Habrá siempre ganadores y perdedores,
indican, pero el coste del recorte se distribuye de forma equitativa.
Donald
Trump dijo en su discurso que ganó las elecciones para “defender
los intereses de los ciudadanos de Pittsburg, no de París”. La
retórica del presidente vuelve a chocar ahí con la realidad. La
antigua ciudad del cinturón industrial de Pensilvania se transformó
por completo. En esa transición apostó por embarcarse en la nueva
revolución tecnológica y dejar atrás la vieja industria.
Carbón
El
republicano se queja, al mismo tiempo, de que el acuerdo da más
margen a Europa y China al permitirle niveles de cumplimiento más
favorables mientras las nuevas reglas de juego exigen un mayor
sacrificio a Estados Unidos. “El pacto da una ventaja financiera a otros
países”, insiste Trump. Citó en concreto a India, porque el
tratado de las Naciones Unidas le permite
doblar la producción de carbón.
Donald
Trump se dirigió directamente en su discurso a los empleados de esta
industria, uno de los grupos “olvidados” en los que se apoyó su
victoria electoral. “Se están abriendo nuevas minas otra vez”,
dijo. Hablaba de una instalación en Pensilvania, un estado clave en
la contienda, que empezará a operar el 8 de junio y que producirá
un carbón especializado para la industria metalúrgica.
Los
estudios que maneja Trump no cuentan tampoco los beneficios a largo
plazo de la reducción de las emisiones. La destrucción de empleo,
insisten los expertos, en sectores como el carbón se equilibra con
las ganancias en las energías alternativas. Las empresas en el
negocio de la energía solar emplean a 374.000 personas en Estados Unidos, el
doble que la del carbón. En la eólica rondan los 102.000 empleos.
La
evolución del mercado de la energía, de hecho, muestra que la
minera es una industria decadente. Un estudio de la Universidad de Columbia estima que el sector minero perdió 60.000 empleos desde
finales de 2011. Esto se explica porque cada vez más producción de
energía llega de fuentes “limpias” como el gas natural. Lo
admite Gary Cohn, el principal asesor económico de Donald Trump.
El
carbón, dice, “ya no tiene mucho sentido” como materia prima
para convertirse en combustible. El gas natural es más barato y
accesible con las nuevas técnicas de extracción. La revolución del fracking hizo que este recurso energético se comiera una tercera
parte del mercado del carbón. Además es limpio y se exporta cada
vez más. Las empresas que operan en este negocio emplean a 363.000
personas.
Crecimiento
Trump
dijo también que el acuerdo de París forzará a Estados Unidos a poner un
candado a sus abundantes reservas energéticas. Los datos del
departamento de Energía muestran, sin embargo, que la producción
seguirá creciendo hasta 2040 bajo el escenario que dejó la era
Obama. El gas natural seguirá creciendo hasta alcanzar el 40 % de la
producción del país. También el petróleo, aunque se equilibrará
en 2025 conforme los recursos sean menos productivos.
El
presidente volvió a repetir en su discurso que, gracias a su plan de
estímulos, la economía volverá a crecer a un ritmo entre el 3 % y
el 4 %. Eso equivale a una expansión similar a la era de las
puntocom. Para atender la demanda adicional de energía, añade, se
necesitarán “todas las formas” en el mix. “Si se creciera
cerca del 1 % entonces quizás bastaría con las renovables”, indicó
en su discurso.
La
proyección de crecimiento de Donald Trump es optimista, más incluso
que la de Ronald Reagan en su primer presupuesto hace tres décadas.
Los analistas de Wall Street señalan, además, que para lograr esas
tasas, la fuerza laboral debería crecer y también la productividad.
Además, está por ver que el Congreso de Estados Unidos apruebe su plan de
recortes de impuestos y de inversión en infraestructuras.
Los
expertos del World Resources Institute reconocen que la retirada del
acuerdo de París podría restar impulso al ritmo de creación de
empleo en las energías alternativas, pero no interrumpirlo. También
señalan que el avance tecnológico hará gran parte del trabajo en
el cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones. Y hay
otros factores que ayudan, como el cambio en los hábitos de consumo.
Competitividad
Las
grandes empresas multinacionales no comparten la lógica de Trump,
porque ven el pacto de París como una plataforma para facilitar una
respuesta global efectiva y equilibrada al cambio climático. En
otras palabras, el tratado de las Naciones Unidas aporta un marco
político a largo plazo para realizar las inversiones. Eso, a su vez,
permite generar empleo y crecimiento económico al expandirse a
nuevos mercados.
El
otro temor de las grandes empresas es que la decisión del presidente
provoque tensiones comerciales. Los países firmantes podrían
responder imponiendo tarifas a productos como el acero, que son más
baratos de producir como resultado de esta maniobra. La represalia,
concluyen los expertos del Peterson Institute, es la manera que
tienen para equilibrar el terreno de juego que busca Donald Trump.
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Fuente:
Sandro Pozzi, Las discutibles razones económicas de Trump para dejar el acuerdo de París, 02/06/17, El País. Consultado 03/06/17.
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