Ahora es el
momento de hablar sobre el cambio climático y todas las demás
injusticias sistémicas -desde realizar detenciones e
interrogatorios basados en el perfil racial hasta la austeridad
económica- que transforman desastres como Harvey en catástrofes
humanas.
Busquen la
cobertura mediática sobre el huracán Harvey y las inundaciones en
Houston, y oirán acerca de cómo este tipo de lluvia no tiene
precedente. Escucharán acerca de cómo nadie lo vio venir, así que
nadie se podía preparar adecuadamente.
De lo que oirán
muy poco es acerca de por qué estos eventos climáticos sin
precedentes históricos ocurren con tanta regularidad, que decir
histórico ya se volvió un cliché meteorológico. En otras
palabras, no escucharás hablar mucho, si es que algo, sobre el
cambio climático.
Esto, nos dicen,
es porque se busca no politizar una tragedia humana que todavía está
en desarrollo, lo cual es comprensible, pero aquí está el detalle:
cada vez que hacemos como que un suceso meteorológico nos llega de
la nada, como alguna acción de Dios que nadie pudo predecir, los
reporteros toman una decisión extremadamente política. Es la
determinación de no herir sentimientos y evitar la controversia, a
costa de la verdad, por más difícil que sea. Porque la verdad es
que estos eventos fueron predichos desde hace mucho tiempo por los
científicos climáticos. Los cada vez más cálidos océanos crean
tormentas más poderosas. Los cada vez más altos niveles de los
océanos implican que esas tormentas entran a sitios que antes no
alcanzaban. Las temperaturas cada vez más calientes ocasionan
precipitaciones pluviales cada vez más extremosas: largos períodos
de sequía interrumpidos por masivas tormentas de nieve o lluvia, en
vez de los estables y predecibles patrones con que la mayoría de
nosotros crecimos.
Los récords que
se rompen año con año –ya sea de sequía, de tormentas, fuegos
incontrolados o simplemente calor– ocurren porque el planeta está
notablemente más caliente, más que nunca desde que comenzaron a
llevarse registros. Cubrir sucesos como Harvey mientras se ignoran
esos hechos, no ofrecer una plataforma para que los científicos
climáticos puedan explicarlo con sencillez, mientras no se menciona
la decisión del presidente Donald Trump de retirarse de los acuerdos
climáticos de París, implica fracasar en el más básico deber del
periodismo: ofrecer hechos importantes y contexto relevante. Deja al
público con la falsa impresión de que estos desastres no tienen un
origen, lo cual también implica que no se pudo haber hecho algo para
prevenirlos (y que no se puede hacer algo para evitar que en el
futuro sea peor).
También vale la
pena señalar que la cobertura mediática de Harvey ha estado
altamente politizada desde mucho antes de que la tormenta tocara
tierra. Ha habido eternas conversaciones acerca de si Trump se tomaba
suficientemente en serio la tormenta, largas especulaciones acerca de
si este huracán será su “momento Katrina” y se han ganado
puntos políticos (con justificada razón) con el hecho de que muchos
republicanos votaron contra el apoyo a Sandy pero ahora sí atienden
a Texas. Eso se llama hacer política de un desastre -es el tipo de
política partisana que está en la zona de confort de los medios
convencionales, una política que, de forma oportunista, no toma en
cuenta el hecho de que anteponer los intereses de las empresas de
combustibles fósiles a la necesidad de un decisivo control de la
contaminación es un asunto profundamente bipartisano.
En un mundo
ideal, todos deberíamos poder poner en pausa lo político hasta que
la emergencia haya pasado. Luego, cuando todo el mundo estuviera a
salvo, tendríamos un largo, meditativo e informado debate público
acerca de las implicaciones para las políticas de la crisis que
acabábamos de presenciar. ¿Qué debería implicar para el tipo de
infraestructura que construimos? ¿Qué debería implicar para el
tipo de energía de la que dependemos? (Una pregunta con tremendas
consecuencias para la industria dominante en la región, a la que le
está pegando más duro el huracán: la petrolera y la del gas). La
hipervulnerabilidad a la tormenta de los enfermos, los pobres y los
de la tercera edad, ¿qué nos dice acerca del tipo de redes de
seguridad que tejemos, dado el escabroso futuro que ya aseguramos?.
Dado que hay
miles de desplazados, podríamos incluso discutir los innegables
vínculos entre la alteración climática y la migración -desde el
Sahel a México- y aprovechar la oportunidad para debatir la
necesidad de una política de migración que comience con la premisa
de que Estados Unidos tiene una buena parte de la responsabilidad de
las principales fuerzas que sacan a millones de sus hogares.
Pero no vivimos
en un mundo que permite ese tipo de debate serio y mesurado. Vivimos
en un mundo en el cual los poderes gobernantes se han mostrado
demasiado dispuestos a explotar el desvío de atención de una crisis
de gran escala; y muchos están dispuestos a usar las emergencias de
vida o muerte para imponer sus políticas más regresivas, políticas
que nos llevan más por el camino correctamente descrito como una
forma de apartheid climático. Lo vimos después del huracán
Katrina, cuando los republicanos no perdieron el tiempo y promovieron
un sistema de educación completamente privatizado, debilitaron la
legislación laboral y fiscal, incrementaron las perforaciones
petroleras y de gas y la industria de la refinación, y abrieron las
puertas a compañías mercenarias como Blackwater. Mike Pence fue un
artífice clave de ese proyecto inmensamente cínico y no deberíamos
esperar menos después de Harvey, ahora que él y Trump están al
mando.
Ya vimos a Trump
usar como tapadera al huracán Harvey para lograr el muy
controvertido indulto de Joe Arpaio y una mayor militarización de
las fuerzas policiales estadounidenses. Se trata de movimientos
especialmente ominosos, en el contexto de que los puestos de control
migratorios siguen operando aún con las carreteras inundadas (un
serio desincentivo para que los migrantes evacuen), así como en el
contexto de los funcionarios municipales hablando acerca de aplicar
las penas máximas a los saqueadores (vale la pena recordar que
después de Katrina, varios residentes afroestadounidenses fueron
tiroteados por la policía en medio de este tipo de retórica).
En pocas
palabras, la derecha no desperdiciará el tiempo para explotar a
Harvey y ningún otro desastre como ese para diseminar ruinosas y
falsas soluciones, como la policía militarizada, más
infraestructura petrolera y de gas y sistemas privatizados. Lo cual
significa que la gente informada y a la que le importa tiene el
imperativo moral de nombrar las verdaderas raíces de esta crisis
–conectar los puntos entre la contaminación climática, el racismo
sistémico, los reducidos fondos de los servicios sociales y los
excesivos fondos para la policía. También necesitamos aprovechar el
momento para proponer soluciones intersectoriales, que dramáticamente
reduzcan las emisiones mientras batallamos contra toda forma de
desigualdad e injusticia (algo que hemos intentado plantear en The Leap y que grupos como la Alianza por la Justicia Climática han
impulsado durante mucho tiempo).
Y tiene que
ocurrir ahora mismo -justo cuando los enormes costos humanos y
económicos de la inacción están en plena luz pública. Si
fracasamos, si dudamos debido a una errónea idea de lo que es
apropiado durante una crisis, dejamos la puerta abierta a que
despiadados actores exploten este desastre para obtener predecibles y
perversos fines.
También es una
dura verdad que la ventana para tener estos debates es cada vez más
estrecha. No tendremos ningún tipo de debate de política pública
después de que pase esta emergencia; los medios regresarán a cubrir
obsesivamente los tuits de Trump y otras intrigas palaciegas. Así
que, si bien parecería ser indecente estar hablando acerca de las
causas primordiales mientras la gente aún está atrapada en sus
hogares, este es, siendo realistas, el único momento en que tenemos
la atención de los medios como para tratar el tema del cambio
climático. Vale la pena recordar que la decisión de Trump de
retirarse del acuerdo climático de París -acción que va a
repercutir a escala global durante décadas- recibió más o menos
dos días de cobertura decente. Luego regresaron a hablar de Rusia
las 24 horas.
Hace poco más de
un año Fort McMurray, pueblo en el corazón del auge de petróleo de
arenas bituminosas en Alberta, casi quedó reducido a cenizas.
Durante un tiempo el mundo estuvo pasmado por las imágenes de los
vehículos que iban en fila, sobre una carretera, con las llamas
acercándose por ambos lados. En aquel momento nos dijeron que era
insensible y sólo se buscaban chivos expiatorios si se hablaba
acerca de cómo el cambio climático exacerbaba fuegos incontrolables
como este. Era todavía más tabú hacer cualquier conexión entre
nuestro mundo, cada vez más caliente, y la industria que da energía
a Fort McMurray, que daba empleo a la mayoría de los desalojados y
que produce una forma de petróleo particularmente alta en carbono.
El momento no era el adecuado; era el de mostrar compasión, brindar
apoyo y no hacer preguntas difíciles.
Pero, claro, ya
para cuando era apropiado plantear esos asuntos los reflectores de
los medios hace mucho que se habían ido. Y hoy, mientras Alberta
intenta conseguir al menos tres nuevos oleoductos para cubrir sus
planes de incrementar la producción a partir de bituminosas, ese
terrible incendio y las lecciones que podría haber aportado casi no
se mencionan.
En ello hay una
lección para Houston. La ventana para proveer un contexto
significativo y sacar conclusiones importantes es reducida. No
podemos arriesgarnos a echarla a perder.
Hablar con
honestidad acerca de qué fomenta esta época de desastres seriales -incluso mientras ocurren- no falta al respeto a la gente que
está en el sitio en cuestión. De hecho, es la única manera de
rendir tributo de verdad a sus pérdidas, y nuestra última esperanza
para prevenir un futuro con incontables más víctimas.
Naomi Klein es autora de Esto cambia todo: el capitalismo contra el clima. Su nuevo libro es No, no es suficiente: Resistir las políticas del shock de Trump y obtener el mundo que necesitamos.
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relacionadas:
Naomi Klein @NaomiAKlein, 'Harvey' no salió de la nada, 02/09/17, La Jornada.
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